Gobierno - Demiurgia - El Hombre Pneumático

Mª Victoria Espín

«A Zeus que lleva la égida» (en el frontispicio).
Hypnerotomachia Poliphili, Venecia 1499
ΔΙΟΣ ΑΙΓΙΟΧΙΟΝ: «A Zeus que lleva la égida»
Hypnerotomachia Poliphili, Venecia 1499

El primero en ostentar el gobierno del Mundo –según los órficos– es Fanes y traspasa ese gobierno a la Noche (que se dice es ambrosía, alimento de los dioses). Esta a su vez cede el cetro a Urano a quien se lo arrebata su hijo Saturno que, instigado por su madre, castra al padre y como es sabido de sus genitales caídos al mar nace Venus.

El traspaso violento se repite con su propio hijo: Zeus, que ayudado por Rea (de nuevo la madre) consigue que los vástagos tragados por Crono vean la luz, y encierra a su padre en el Tártaro. Hay que ver cómo en estos dos episodios sin la intervención de la Diosa (Gea, Rea), el proceso cosmogónico no prosperaría.

En cuanto a los dioses mismos, dice Proclo que Urano está vuelto hacia lo alto, hacia los primerísimos Inteligibles y hacia allí tiende su «movimiento», y que Saturno lo está hacia sí mismo; ninguno de ellos por tanto mira hacia la creación.

También se dice que lo masculino tiende a la igualdad y lo femenino a la diferencia:

…lo femenino es causa de la procesión y de la separación, mientras que lo masculino lo es de la unificación y permanencia estable.[1]

Sin la intervención de lo femenino la creación no sería, pero tampoco sería sin la presencia de lo masculino que es quien fecunda y trasmite el aliento que hace posible la vida y el orden del Universo.

La pareja que podemos decir comienza con Urano y Gea, sigue con Saturno y Rea y continúa con Zeus y Perséfone padres de Dioniso, último en ostentar el gobierno del Mundo.

La división macho y hembra comprende en sí misma todas las plenitudes de los órdenes divinos. Pues la causa del poder estable y de la semejanza, lo que provee el ser, y aquello que es el primer principio de transformación para todas las cosas, están comprendidos en el macho. Pero lo que emite desde sí mismo toda la variedad de progresiones y separaciones, medidas de vida y prolíficos poderes, está contenido en la hembra.[2]

En referencia a Zeus, en tanto que Demiurgo, Proclo señala que:

… el demiurgo dispensa absolutamente a todos la // vida divina, la intelectiva, la del alma y la dividida en los cuerpos.[3]

… es el que produce los intelectos encósmicos y las almas. Él es, por cierto, el que ordena todos los cuerpos en figuras y números y el que pone en ellos una sola unificación, amistad y vínculo indisolubles (Plat. Tim. 32c 1-4).[4]

Y nos advierte:

Y que nadie crea por ello que están repartidas entre los dioses las actividades relatadas: la previsión sólo en Zeus, la vuelta hacia sí mismo sólo en Crono, y el esfuerzo hacia lo inteligible sólo en Urano… Zeus no sólo absorbe a su ascendiente Fanes, // sino que también abarca en su seno todas sus potencias, y todas las cosas se producen intelectivamente en la medida en que aquel era inteligible, y Crono concede a Zeus los principios de toda la demiúrgia y de la previsión con respecto a las cosas perceptibles, y pensándose a sí mismo está unido con los primerísimos inteligibles y está lleno de los bienes de allí.[5]

Dioniso y Apolo ambos hijos de Zeus, comparten con él la demiurgia dependiente del padre.

Pues todas las actividades y potencias de los dioses posteriores están contenidas en el demiurgo de modo causal, y éste // produce y ordena el universo según todas las potencias a la vez y conjuntamente, pero los otros demiurgos, que han avanzado desde él, unos colaboran con el padre según unas potencias, otros según otras.[6]

Y en cuanto al soberano Sol y a los dioses que hay en él, dicen los teólogos, al celebrar al Dioniso de allí:

Compañero de sede del Sol, que vela sobre el polo sagrado.[7]

Dioniso es vida, su cuerpo desgarrado por los Titanes conforma junto a las cenizas de estos la materia con que es hecha esta humanidad. Por otro lado, así como Fanes genera (o inicia) todo movimiento, mas él permanece inmóvil, Dioniso está en el origen de toda demiurgia divisible, mas él verdaderamente permanece indivisible: su corazón («la esencia indivisible del intelecto»[8]), inafectado e intacto tras el ataque de los Titanes, es recogido por Atenea y entregado a Zeus. El Intelecto es el vínculo que une al ser con su origen, actualizar ese vínculo lleva al iniciado al corazón del Dios que respondiendo a la llamada del hombre, renace en él y toma posesión de su reino.

El hombre pneumático es un ser nacido de ese espíritu [del aliento necesario que ordena el Universo] y por lo tanto un individuo especial, extra-ordinario por un grado de conocimiento más alto en su relación con los misterios.[9]

El luminoso Apolo es por sobre todo purificador, su presencia disipa la ignorancia que mantiene al hombre a merced de su individualidad y purgándolo de lo denso le auxilia en el viaje de retorno al Uno.

Apolo unifica y reúne la multiplicidad en la unidad, y ha preconcebido uniformemente todos los procedimientos de la purificación.[10]

Purificación en la que tiene un papel fundamental el coro de las Musas que Él preside.

En verdad, sabemos que las Musas conceden a las almas la búsqueda de la verdad, a los cuerpos, la multiplicidad de las potencias, y en todas partes, la variedad de las armonías.[11]

Y nos dice Proclo que Mnemósine, madre de las Musas, despierta el recuerdo de los Inteligibles y Leto[12], madre de Apolo, concede el olvido de las cosas materiales. Ambas se complementan, pues como recuerda Dante en su Monarquía, la unidad del ser es la raíz de la bondad, y la pluralidad la raíz del mal.

Dioniso se reparte en todos los seres, mas el Intelecto (su corazón) es colocado por Dios, según nos dice el Corpus, en una gran crátera a la que solo algunos se acercan. El amor al Conocimiento hace posible el nacimiento de Dios en el hombre[13].

Todos aquellos que han prestado atención a la proclamación y han sido bautizados con este bautismo del Intelecto, esos han tenido parte en el Conocimiento y han llegado a ser hombres perfectos, porque han recibido la Inteligencia. Los que al contrario han desdeñado escucharla, son los «logikoi»; porque no han adquirido por añadidura, el Intelecto e ignoran por qué han nacido y de qué autores.[14]

Y antes en el Libro I:

– Has comprendido bien, amigo. Pero ¿por qué «el que se ha conocido a sí mismo va hacia Dios», como dice su palabra? – Porque, respondí, es de luz y de vida que está constituido el Padre de todas las cosas, de quien nació el Hombre – Dices bien: luz y vida, eso es el Dios y Padre de quien ha nacido el Hombre. Si aprendes pues a conocerte como hecho de vida y luz, y que son esos los elementos que te constituyen, volverás a nacer otra vez. He ahí lo que me dijo Poimandrés.

– Pero, pregunté, dime aún, ¿cómo iré yo mismo a la vida, Noûs mío? y Dios dice: «que el hombre que tiene Intelecto se reconozca a sí mismo».[15]

*  *  *

Decíamos antes que lo femenino tiende a la diferencia, es una de sus características. Sin embargo aunque el aspecto maternal es connatural a la hembra también lo es la virginidad; estas dos tendencias aparentemente opuestas, son reunidas por la Diosa y así nos dice Proclo que, en tanto la Artemisa que está en ella y Atenea Koré, permanece virgen, y en tanto que Perséfone es madre.

Artemisa de Éfeso. Museo de Éfeso, Palacio de Hofburg, Viena
Artemisa. "Museo de Éfeso", Palacio de Hofburg, Viena

Venus nace del esperma de Urano, como recordábamos al comienzo, y podemos verla como la vasija cósmica, o como un atanor, tal como aparece representada la llamada Artemisa de Éfeso, llena de pechos dispuestos para alimentar. Está claro que aquí se trata de un alimento espiritual-intelectual, y en ese sentido, quién sino la Sabiduría alimenta al iniciado, a aquel que aspira al Conocimiento.

Así pues la virginidad en su sentido más alto no es sino maternidad plena y realizada a otro nivel y la Sabiduría alumbra un ser que alimentado debidamente puede retornar al Origen. Un gesto de expansión y concentración que posibilita la exaltación desde el centro, el corazón que late constantemente alumbrando a los seres y atrayéndolos de nuevo hacia sí.

Darse cuenta de que a uno no le pertenece lo que llama su historia pasa por reconocer la amplitud del plan creacional. Ese plan está al margen de nuestros actos, aunque los incluye, por eso jugar a la de propietarios de lo que hacemos o decimos, es perder. Mejor vernos como partícipes de una Gran Obra teatral en la que representamos uno u otro rol según las necesidades de la Función y lo que dispone su Artífice.

Las almas, cuando se ubican en conformidad con lo Uno y operan según el principio divino, cuidan de la realidad junto con los dioses y las estirpes superiores, como fundiéndose con ellas. (…) a través de la iluminación que desciende de la luz unitaria de los dioses las almas ven de un modo achrónos (esto es atemporal) aquello que está en el tiempo, como un todo único aquello que es individual, en un lugar todo aquello que carece de lugar, y ya no se pertenecen a sí mismas, sino a aquellas realidades por las cuales son iluminadas.[16]

Renunciar a los frutos de la acción presupone la comprensión de que en verdad uno no sabe; es decir, tomar conciencia de que más allá de nuestro minúsculo universo el mundo sigue, se expande y nos desborda.

Este es un negocio en grande y nuestros egos pequeños no tienen cabida, por su propia condición. Nos quedamos con el gobierno de la ciudad, no con las monedas de sus habitantes.[17]

Es la contemplación la que nos lleva a la comprehensión, al conocimiento. Se podría añadir que dentro de lo que llamamos acción puede distinguirse entre la acción por la acción (o por sus frutos) y la acción detenida en sí misma y como soporte de meditación y contemplación. Y esta es la diferencia entre maternidad y maternidad virginal. En la primera para la madre el fruto es el hijo, en el segundo caso no hay madre, luego tampoco hijo, aunque este último esté presente. El corazón del ser, acogiéndolo en su totalidad, está vuelto hacia la Fuente de donde él emana.


*

Júpiter

NOTAS

[1] Proclo, Lecturas del Crátilo de Platón. CL, ob. cit., pág. 158.

[2] Proclo, Sobre el Timeo de Platón: https://antologiaesoterica.com/099proclo_timeo.htm

[3] Proclo, Lecturas…. CII, pág. 124.

[4] Ibid., XCIX, pág. 122.

[5] Ibid., CX, pág. 133. En relación con esta absorción de su ascendiente Fanes dice otro fragmento órfico: «A Metis que lleva semilla ilustre de dioses y al que los bienaventurados en el gran Olimpo llamaban Fanes primogénito (Orph. fr. 85)» (LXXI, pág. 103). Como sabemos Zeus se bebe a Metis, su primera esposa, embarazada de su hija Atenea, la cual posteriormente nacerá de la cabeza del Dios.

[6] Ibid. CLXXIV, ob. cit. pág. 175.

[7] Hieros Logos,  ob. cit., fr. 334 (188K).

[8] Proclo, Lecturas…, CLXXXII 8-10, p. 185.

[9] F. González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas…, ob. cit., entrada → Pneuma.

[10] Proclo, Lecturas…CLXXVII, ob. cit. pág. 176.

[11] Proclo, Lecturas…. CLXXIV, pág. 179.

[12] «Que Leto (Cra. 406a6-b1) es fuente vivificadora contenida en Deméter; // por ello nuestras tradiciones patrias honran a Deméter y a Leto como la misma, indicando la unión de estas diosas». Proclo, Lecturas del Crátilo de Platón CLXXVIII, p. 179.

[13] «Que nuestro intelecto es dionisiaco y // realmente estatua de Dioniso». Proclo, ibid., ob. cit., CXXXIII, pág. 150.

[14] Corpus Hermeticum, Libro IV, 4, trad. F. González y J.M. Río. https://symbolos.com/corpus04.htm

[16] Proclo, Elementos de Teología, sobre la Providencia, el Destino y el Mal, pág. 211. Ed. Trotta, Madrid 2017.

[17] Federico González, En el Vientre de la Ballena. Textos alquímicos, ob. cit., XLVI.