Presencia de René Guénon[1]

Mª Victoria Espín


René Guénon, quien ha sido, y es, punto de referencia para tantos buscadores de la Verdad, retornó al Origen hace ahora cincuenta años. Su partida, en lo que respecta al auxilio para todos esos buscadores que recorren el camino, no ha supuesto un impedimento pues su certera guía, para los que ligan con su obra, no requiere de su presencia física. Esta se impone, o mejor, le rescata a uno cuando de corazón, gracias a la Providencia que provocó el encuentro, recibe el mensaje que revela; mensaje de la Tradición Unánime y Primordial que otros antes, y también después, han transmitido y transmiten.

Su obra es particularmente importante para Occidente pues es una formulación actual, por tanto destinada a los hombres y mujeres del siglo XX y XXI, de un mensaje atemporal que nos llega directamente de la Fuente gracias a ese canal que es Guénon.

Queremos sumarnos a las voces que hoy día señalan la importancia de la obra guenoniana en la revivificación de la tradición propiamente occidental. Sin duda se está dando un florecimiento de la Tradición Hermética a varios niveles; por un lado, éste se concreta en una presencia del hermetismo: es sorprendente cómo en los últimos años se han publicado textos herméticos en castellano en cinco editoriales: SYMBOLOS, Indigo, Mra, Edaf, Siruela y Gredos, sobre todo si tenemos en cuenta que, hasta ahora, sólo había que sepamos dos ediciones, agotadas (en Edicomunicación y Muñoz Moya).

A la presencia de textos se suma la de hermetistas que hoy y aquí difunden el mensaje de esta tradición, rama de la Tradición Unánime que está reverdeciendo y dando frutos (aunque nunca dejó de hacerlo) por una presencia de Hermes que, como en otros momentos históricos, impulsa un movimiento de revivificación (el florecimiento anterior está relacionado con el movimiento Rosacruz europeo). Estos autores han tenido y tienen como guía la obra de Guénon.


Arcano V del Ancien Tarot de Marseille (Grimaud),
copia realizada por la autora.

Su auxilio nos facilita desentrañar y comprender la situación de una civilización, la nuestra en tanto en cuanto en ella hemos nacido, que nos es ajena e incluso extraña. Por un lado nos sentimos alejados y por otro participamos de ella, no sólo por ser miembros de esta, sino por padecer sus mismas enfermedades, por decirlo de alguna manera; los personajes externos, también son personajes internos que hay que identificar y poder nombrar para que puedan ser transmutados: son los egos, las aristas de la piedra.[2] Trabajo necesario para tomar consciencia aquí y ahora de la verdadera Realidad.

El hombre en cierto modo se hace, es decir todo lo aprende y evidentemente eso depende del medio, del momento histórico en que nace y crece. En la fase de la labor alquímica de depuración, de desprendimiento de lo que es ajeno a la verdadera naturaleza del hombre y que éste ha tomado o heredado del medio, las obras de Guénon referentes al mundo moderno son especialmente importantes: nos referimos a La Crisis del Mundo Moderno, El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, Oriente y Occidente, e incluso Introducción General an>Estudio de las Doctrinas Hindúes así como también El Teosofismo y El Error Espírita.

Al hilo de esto queremos mencionar una obra fundamental: Esoterismo Siglo XXI, en torno a René Guénon[3]. Una guía que, como su título indica, tiene como eje su figura y en la que se muestra con una claridad diáfana el panorama esotérico actual, bastante intrincado y confuso, por cierto; panorama donde, por ejemplo, se hacen pasar por seguidores y depositarios de la obra de Guénon elementos que son enemigos de ésta, verdaderos estafadores, usurpadores y traidores. Este libro nos ayuda a saber quién es quién, cuáles son las revistas que se están publicando, qué línea siguen y quiénes las impulsan. Por otro lado deja muy claro algo tan importante como es la diferencia entre religión y metafísica, exoterismo-esoterismo y Ser y No Ser, que tantos otros, a los que acabamos de hacer alusión, se empeñan en confundir.

Pensamos que en esta sociedad en la que la Metafísica no «existe», donde lo religioso ha pasado a ser casi superstición, referirse a esto último para ponerlo en su lugar se hace necesario.

Si nos situamos en el terreno iniciático podemos decir, sin ambages, que «la religión», o sea el tronco abrahámico, es un obstáculo en la realización espiritual, en la efectivización de la iniciación; eso no quita que para quienes no están en esa vía sea válida y hasta un vehículo para acercarse a ella. Es tan cierto lo que acabamos de decir como que desde el interior de la catedral su magnífica cúpula nos impide ver las estrellas. La religión, como el racionalismo [4], aun siendo de otra clase que éste es por decirlo de alguna manera una losa «encima» del hombre, de su espacio mental al que cuando menos limita si no elimina.

La religión tal cual hoy se vive ni siquiera está relacionada con la iniciación y por lo tanto tampoco con los misterios menores o sea el auténtico estado humano. Sus símbolos son apenas sombras.

Para la mentalidad occidental entender que la sociedad pueda ser regulada, o mejor, que no necesite ser regulada externamente por una moral, o una legislación escrita, es ya imposible [5].

Para cualquiera que no esté cegado por ciertos prejuicios es fácil ver la distancia que separa la consciencia de conformidad al orden universal y la participación del individuo en ese orden, en virtud de esta misma conformidad, de la simple ‘consciencia moral’ que no requiere ninguna comprensión intelectual y es guiada por aspiraciones y tendencias puramente sentimentales, y la profunda degeneración que implica, en la mentalidad humana en general, el pasaje de una a otra.[6]

Cuando el Tao se pierde aparece la benevolencia y la piedad
Cuando aparecen la instrucción y los modales hay grandes hipócritas
Cuando las relaciones familiares no son armoniosas
Se habla de amor filial y amor paterno
Cuando hay desorden y confusión en los pueblos
Se habla de amor a la Patria
Cuando el Tao se pierde aparece la falsedad [7]

Dentro de la Tradición Hermética hay que destacar también una vivificación de la Orden Masónica, gracias a la obra de Guénon, a las directrices que ésta marca y a la obra de aquellos que le siguen. Concretamente queremos señalar la existencia, en la actualidad, de una masonería operativa formada por logias que tienen a Guénon y al Corpus Hermético como Guía.

En la Masonería, «arca viviente de los símbolos», se está dando, como decimos, un renacer. Un retorno a la masonería operativa[8]; única que verdaderamente interesa a aquel que pretende pasar de la individualidad a la Unidad, recobrando así su verdadera identidad.

A René Guénon, guía en nuestro camino, luz en la oscuridad, al hombre que renunciando a sí mismo hizo posible que a su través recibiéramos el agua clara y fresca de la Fuente Primordial.



Segunda parte



Federico González

NOTAS

[1] Publicado en SYMBOLOS, Nº 23-24: «René Guénon II». Barcelona, 2002.

[2] «El Conocimiento procurado por la encarnación de la Cosmogonía requiere de enormes trabajos intelectuales, entre los cuales se incluye, primero que nada, la destrucción de todas las imágenes con las que nos identificábamos, para permitir la posibilidad del Nous que se revela conformando nuestro ser y sus conductas respecto a lo profano». Federico González, Hermetismo y Masonería. ob. cit.

[3] Federico González. Muñoz Moya Editores, Sevilla 2001.

[4] Siendo la razón una facultad humana y por tanto individual, lo que se conoce por ella siempre será parcial y carente de certeza; ésta, la certeza, procede de la intuición intelectual que es la única que permite Conocer pues es un conocimiento que viniendo de lo Universal incluye lo particular, lo explica. El conocimiento racional es una sombra del Conocimiento, es el conocimiento de una parcela que nunca podrá generalizarse totalmente; por el análisis es imposible llegar al conocimiento, la suma de las partes nunca dará la Unidad; en cambio, sí, en la Unidad están contenidas todas las partes. Así pues es desde la Unidad que se conoce, no hay otra manera.

[5] Esta incapacidad es propia del momento cíclico en el que nos encontramos, incapacidad que es compensada por una exteriorización, una proclamación del secreto para que sea salvado todo aquello que pueda serlo. Esta develación del Secreto hasta su máximo, si podemos hablar así, es el fin de una expansión a la que inevitablemente sigue una contracción; pero lo que a un nivel es expansión y concentración, a otro por el contrario es concentración y expansión.

El mundo es aniquilado y de esas cenizas surge el Mundo Nuevo que estaba implícito, la semilla se mantiene desde el Origen pues nunca sale de sí misma y si aparece como desplegándose esto no es sino la visión del ser que se mueve en un tiempo sucesivo, lineal. Una visión cíclica del tiempo se acerca más a la realidad de lo que es en sí ese nacimiento, fragmentación y muerte, y nuevo nacimiento, de Aquel que nunca nace ni muere pues es Eterno como Eterna es su creación.

De nuevo los dioses habitarán la tierra, el hombre de nuevo permanecerá en la unidad del Principio.

[6] René Guénon, Initiation et Réalisation Spirituelle, cap. IX. Ed. Traditionnelles, París 1990.

[7] Tao Te King 18. Trad. José Mª Tola. Premià ed., México 1982.

[8] «El paso de lo operativo a lo especulativo no ha sido sino la adaptación de verdades trascendentes a nuevas circunstancias cíclicas, haciendo notar que el término operativo no sólo se refiere al trabajo físico o de construcción, proyección o planeamiento material y profesional de las obras, sino también a la posibilidad de que la Masonería opere en el iniciado el Conocimiento, por medio de los útiles que proporciona la Ciencia Sagrada, sus símbolos y ritos.» Federico González. Hermetismo y Masonería, ob. cit.