As de espadas.
As de Espadas
Tarot de Marsella

Simbolismo del Tarot: Los Arcanos menores [1]

Mª Victoria Espín


Saber es escuchar la música cósmica, obtener una respuesta que se ordena … en cada quien a fin de acceder a la audición metafísica.[2]


En todos los pueblos y culturas los oráculos han estado presentes y han sido fundamentales, bástenos recordar aquí el de Apolo en Delfos y lo decisivos que fueron en la antigüedad, y en definitiva en la historia de Occidente. Y eso porque grandes personajes históricos hicieron lo que hicieron siguiendo las voces de las pitonisas y sibilas que expresaban el designio de los dioses. En el viaje en pos del Conocimiento el oráculo puede jugar un papel análogo y sacarnos de las encrucijadas en que de tanto en tanto nos encontramos, la mayor parte de las veces porque entra en conflicto el hombre viejo, que quiere seguir ahí, y el hombre nuevo, que impulsado por la enseñanza nos lleva por caminos desconocidos, muchas veces imprevisibles. Contar con un aliado sabio y fiel es tener un tesoro que siempre aporta luz para hacer frente a los dilemas, ya sean estos doctrinales o personales; respondiendo a veces de modo evidente, otras de forma más sutil, pero siempre haciéndonos llegar un mensaje clarificador que nos ayuda a mantener el rumbo.

El Tarot es un amigo, un vehículo en el peregrinaje; bello y desnudo como el número, colorido y generoso como el trópico, una guía certera, siempre al alcance de la mano, justo en sus respuestas, un verdadero maestro. Voz de Hermes, siempre presente.

Recordaremos que el Tarot, síntesis de la Tradición Hermética, es un libro de imágenes simbólicas. Y también, que todo trabajo con él es un rito y así ha de ser encarado, como por otro lado conviene tomar todo en la vida, imitando así a la naturaleza. La Sabiduría lee en el libro de la vida, como bien nos muestra este arcano:

La Sabiduría

… El Arte del Tarot, (…) no es sino la lectura del Libro de la Vida y la actualización permanente de la fuerza del símbolo y el rito, la que actuará constantemente en nosotros, la mayor parte de las veces de modo subliminal o inconsciente[3]

Es una sentencia unánime de los sabios que por las cosas visibles y por su grandeza, belleza y orden nos sumimos en la admiración del arte y de la excelencia divina y alcanzamos algunos artificios de la admirable ciencia de Dios[4]

Los Símbolos son un puente; intermediarios entre una cosa conocida y otra desconocida, nos hablan de otros estados a los que el hombre puede acercarse y llegar a conocer. Con su estudio y la meditación en ellos, nuestra conciencia se expande y cobra dimensiones desconocidas a las que es posible acceder a través de esta vía que es la simbólica. En el Tarot de los Cabalistas, donde Federico González Frías expone los misterios de estos arcanos, podemos leer:

Para la Tradición Hermética son ritos los estudios efectuados a partir de modelos herméticos, la concentración que ello implica, la meditación que promueve, las prácticas que efectivizan la visión y lo imaginal, la oración incesante del corazón como invocación permanente, la contemplación que producen la belleza y la armonía de la naturaleza y el cosmos, y los trabajos auxiliares encaminados al logro del Conocimiento.

El mazo de naipes reúne enteramente las posibilidades cosmogónicas, que van desplegándose ante nosotros en la fase inicial del rito, en la cual entramos en comunión con el Tarot. Este «desfile» nos permite recibir los efluvios de todas las cartas y a la vez enviar a ellas los nuestros. Con este cosmos ordenado, valga la redundancia, seguimos un rito en el curso del cual mezclamos las láminas, las letras podríamos decir, con las que luego, con la selección de naipes que el Tarot nos presenta en cada consulta concreta, trazamos un mandala que es la respuesta a la pregunta y por extensión una síntesis de toda nuestra situación, en vertical y horizontal.

Es tanto lo que contiene el Tarot que podemos sentirnos hasta abrumados y alejarnos de él, o dejarnos llevar por la flojera y posponer un trabajo que puede parecernos excesivo y, efectivamente lo es en el sentido de que supera nuestras posibilidades personales, siempre insuficientes por otro lado. El Tarot de los Cabalistas hace referencia al tarotista perezoso y nos dice:

Empastado en sus fobias y manías aprendidas, que la televisión reitera todos los días, el tarotista fracasado es el medio, la moda, y acaso, el cálculo infinitesimal de sus módicas posibilidades; perezoso, lento y amparado por la sociedad circundante –amén de la seguridad de su grandeza–, el tarotista del poder mira siempre cosas inmediatas como si fuesen esenciales, porque no se permite ver un poco más allá por el hábito que lo imprime; por eso, el que pretende casi exclusivamente un destino módico debe dedicarse a las artes maléficas de la literalidad. Todo esto dicho como advertencia a los que por una o varias circunstancias no han comprendido que «el que siembra vientos recoge tempestades». (pág. 92).

Las 78 láminas del mazo del tarot incluyen, además de los arcanos mayores, en número de 22, y los menores, en número de cuarenta, las cartas de la corte que son dieciséis. De la unión de Hermes (el 8) y Afrodita (el 7) (ver diagrama del Arbol de la Vida) nace Hermafrodita, es decir la unión de lo masculino y lo femenino, del Yang y el Yin, el Rebis alquímico, simbolizado en los arcanos menores por el dos de espadas. Señalaremos además que 7 + 8 = 15 = 1 + 5 = 6, tanto el arcano Nº 15, El Diablo, como el Nº 6, El Enamorado, se sitúan en Tifereth, en el corazón del Árbol de la Vida.

Todas las cartas de los arcanos mayores tienen una imagen, un nombre y un número (excepto El Loco). En los menores el nombre de cada carta está compuesto por el del número y el palo que le corresponde: el cinco de oros, el cuatro de copas, etc. En cuanto a las cartas de la corte, en ellas desaparece el número y su nombre es el del personaje que representa y el del palo al que este pertenece, el caballo o caballero de espadas, por ejemplo.

Los cuarenta Arcanos Menores están, como sabemos, repartidos en cuatro palos con diez cartas para cada uno de ellos. El cuaternario signa la creación, el cuarenta es un símbolo de pasaje o mejor de duración de un periodo de prueba, recordemos, por ejemplo, los 40 años que tardan los hebreos en cruzar el desierto o los cuarenta días que dura el diluvio o los 40 que Jesús ayuna y en los que es tentado, también cuarenta días dura la cuaresma que son los que preceden a la Resurrección y de esta a la ascensión van otros tantos. Estos cuarenta naipes de que hablamos, se corresponden con los cuatro árboles situados en los cuatro planos del Árbol de la Vida, un árbol por plano, de arriba abajo: Bastos, Atsiluth; Espadas, Beriyah; Copas, Yetsirah y Oros, Asiyah.

Hay entonces cuatro árboles de la vida o cuatro maneras distintas de ver el mismo árbol. Uno es el modelo del árbol cósmico visualizado a nivel de Atsiluth, el mundo de las emanaciones primigenias de las que nada puede saberse desde el plano del conocimiento ordinario. El segundo sería el diagrama del árbol en el plano de la creación (Beriyah), signado con el número cuatro. El número cuatro es tomado siempre como número de la primera manifestación o primera creación. El tercero es el diagrama a nivel de las formaciones cósmicas (Yetsirah). Estos tres primeros serían invisibles y estarían incluidos en el cuarto, pues a decir verdad, este último no es sino una materialización de aquéllos y corresponde a la manifestación cósmica en su grado físico, corporal o sensorio.[5]

Arbol de la vida con los cuatro planos y los cuatro elementos.

 

Se dice del mago, Nº I de los arcanos mayores, que simboliza al hombre verdadero trabajando con los tres principios y los cuatro elementos. Los tres principios en nuestras labores con el tarot están representados por el consultante (o tarotista) [6] , elemento activo, el mazo de cartas, pasivo, y la tirada que es la resultante del rito llevado a cabo. Queremos señalar también que en el arcano El Juicio (Nº XX) podemos ver estos principios en los tres personajes que aparecen; en cuanto a los elementos, están representados en la carta Nº XXI por los símbolos de los cuatro evangelistas: el ángel, aire, el águila, agua, el león, fuego, y el toro, tierra. Tras el juicio emerge el Mundo nuevo.

El Juicio   El Mundo

En todo lo manifestado están presentes los tres principios que podemos relacionar con los gunas de la tradición Hindú: sattwa, rajas y tamas y que en definitiva son un despliegue de la unidad, que siempre se manifiesta de modo ternario.

Los Arcanos Mayores en el Árbol de la Vida de la Cábala

Los arcanos mayores, a los que podemos visualizar como la expresión de estos tres principios de que hablamos, recorren completo el Árbol de la Vida, desde la Unidad, Kether, donde se sitúa el arcano Nº 1, El Mago, hasta la multiplicidad, Malkhuth, con el Nº X, la Rueda de la Fortuna; recorrido que continúa, a partir de ahí, invirtiendo la dirección del movimiento; el cambio de sentido de que hablamos viene indicado por la carta nº XII, El Colgado[7] . De Malkhuth, donde se sitúa la Nº 11, La Fuerza, a Kether, con El Juicio, en un viaje de retorno atraviesan todas las esferas y aún van más allá de la Corona, donde hallamos los arcanos de El Mundo y El Loco.

La Sabiduría, el Emperador, el Carro, la Templanza, la Estrella y el Sol, es decir los arcanos situados en la columna positiva del Árbol, representan al principio activo. La Emperatriz, el Papa, la Justicia, la Muerte, la Torre y la Luna, situados en la negativa, al pasivo, y, al neutro: el Mago, el Enamorado, el Ermitaño, la Rueda de la Fortuna, la Fuerza, el Colgado, el Diablo, el Juicio, el Mundo y el Loco, colocados en la columna central.

Todos estos arcanos son reunidos por el tarotista, quien los encarna en mayor o menor medida, «moviéndose» en el ámbito de los cuatro planos del Árbol de la Vida que expresan un orden gracias al cual podemos llegar a conocer, y de los que nos hablan los arcanos menores. Arcanos mayores (principios) y menores (elementos) conforman la piedra cúbica en punta.

Los Arcanos Menores

Los arcanos Menores constituyen un tratado de Aritmosofía, en ellos encontramos el sentido de los diez números en los cuatro niveles o lecturas en que pueden ser comprendidos, o lo que es lo mismo, nos muestran las posibles formas en que se expresa la razón única de todas las cosas. También podemos ver en este modelo que conforman los arcanos menores una función nemotécnica por excelencia y no solo los arcanos menores sino el Tarot en todo su conjunto es un vehículo apto para la reminiscencia y la invocación de la memoria, Mnemósine madre de las nueve Musas, siempre graciosas, bellas, generosas, a las que pedimos inspiren nuestro canto, nuestra palabra y gesto, para que se sume a los coros celestes y celebremos aquí abajo, en la tierra, la Gloria de Aquel, que se oculta en todos los seres a la vez que se manifiesta en ellos.

Nicolás de Cusa llama al universo máximo contracto,

…este contracto o concreto, como contenga absolutamente todo esto que es, reproduce en cuanto puede aquello que es máximo absoluto absolutamente. [8]

La unidad absoluta es primera, luego tenemos la unidad del universo que es por la anterior, que podemos llamar unidad segunda, y esta es denaria, todo está incluido en el denario, pues no hay ningún número por encima de él.

Encontramos así tres unidades universales que descienden gradualmente hacia lo particular; en el que se contraen, en cuanto que son él mismo en acto. La primera unidad absoluta complica todas las cosas absolutamente. La primera contracta las complica contractamente, pero tiene orden, en cuanto la unidad absoluta parece complicar así a la primera contracta y, por su medio, a todas las demás. Y la primera contracta parece complicar a la segunda contracta y, por su medio, a la tercera contracta; y la segunda contracta a la tercera contracta (que es la última unidad universal y cuarta a partir de la primera), para que por medio de ésta se llegue a lo particular. Y vemos así cómo el universo, por medio de tres grados, se contrae en cualquier cosa particular. [9]

Con el movimiento todo es posible. Él está en el origen de todo y su degradación y final es por una incesante aceleración que le lleva a su propia detención.

En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe [10]

Sin movimiento no hay sonido, la misma voz humana es un movimiento vibratorio de las cuerdas vocales. Y en general, el sonido, relacionado con el éter, es producido por un movimiento vibratorio esférico.

¿Qué es aquello imperceptible de que nos habla El Tarot de los Cabalistas, que une al bien con el mal?[11] Concluimos que es el movimiento que unas veces es centrífugo y otras centrípeto. Movimiento que no es otro sino Amor.

Eros es anterior a todos los dioses, es el primero, surgido de Caos, junto a Gea y Tártaro, bien merece un canto de alabanza. Precede a Júpiter, de cuyos amores nacen dioses y héroes, a Cronos, a Urano, a todo, pues todo nace por él. Es más, desde el mismo momento en que la Unidad se expresa, Amor está presente como conexión entre la misma unidad y su imagen, o la igualdad de la unidad como dice Nicolás de Cusa. Esta igualdad es el Hijo que junto al Padre, la Unidad, y el Espíritu Santo o Amor, conforman la trinidad cristiana. Esta trinidad permanece una y sola, sus términos son inseparables, son los principios ontológicos del ser, las ideas, los arquetipos que conforman el plano cabalístico de Atsiluth.

La igualdad entre los tres términos de esta tríada, la expresa bien la cábala hebrea cuando sitúa en el plano de Atsiluth del Árbol de la Vida a las tres letras madres: Alef, Mem, y Shin [12] . Tres letras madres, ahora bien una de ellas, La alef, vinculada al aire, es neutra, otra, mem, al agua, es negativa y la tercera, shin, al fuego, es positiva.

Los Arcanos de Bastos en el Árbol de la Vida de la Cábala
Palo de Bastos en correspondencia con el Árbol de la Vida

Hablar de los diez arcanos de bastos, es hacerlo de Atsiluth, plano misterioso y secreto del que sabemos que está formado por tres, que son uno, o por uno, que son tres, sin que esto entre en contradicción. Triunidad indisoluble, mundo de las emanaciones formado por Kether, Hokhmah y Binah: Corona, Sabiduría e Inteligencia.

Comenzaremos con el As, (los unos de la baraja son conocidos como los ases, As (Ases) significa Dios en el panteón germánico), podemos ver en esta carta tres ramas saliendo de un mismo tronco simbolizando lo que antes decíamos de la unidad que es trinidad, trascendente en la unidad de su esencia, e inmanente en la pluralidad de las personas (o principios).

En el Dos de Bastos vemos a dos de ellos entrelazados formando una cruz en forma de X. Los dos ejes se cruzan en su parte central lo que los unifica, pues la unión del corazón es la más completa y total, la única que importa realmente.

La comunión de cualesquiera dos amantes es el fundamento de la Sabiduría.[13]

El Tres de Bastos, Binah en Atsiluth representa los tres principios alquímicos: azufre, mercurio y sal, también al conocimiento, su sujeto y objeto. La unidad vista del lado de la criatura, es decir como pluralidad, son los tres principios, activo, pasivo y neutro, unidos en su centro. Es la Inteligencia, Matriz universal.

El Cuatro de Bastos, la Gracia creadora. En Atsiluth, la energía del cuaternario es el Amor con el que Dios construye. De él emanan los arquetipos eternos. Los cuatro bastos, de dos en dos, se unen en su centro, emergiendo desde allí en las cuatro direcciones que señalan los signos fijos del zodíaco, los que antes veíamos en la carta de El Mundo. Hay en esta carta una simetría respecto al eje vertical y horizontal.

El Cinco de Bastos, el rigor redentor, Gueburah en Atsiluth, se lo describe como «un vacío y oscuridad que niega y destruye la creación ilusoria conduciendo a todos los seres hacia el uno sin segundo» [14] . Es la idea de límite que hace posible el retorno.

El cinco, número del microcosmos, ocupa el centro en la serie de los números naturales.

El Seis de Bastos, el niño divino, la belleza. «Representa el Centro de Centros, invisible, inmanifestado e inmutable, donde el Padre y el Hijo se encuentran unidos en fusión esencial, y de donde emana la idea misma de Centro»[15] . Esto nos recuerda el símbolo del Sagrado Corazón, como señala Guénon: «hábitat espiritual», pues «como el Paraíso Terrestre, el corazón de Cristo es verdaderamente el ‘Centro del Mundo’ y ‘Morada de inmortalidad’» [16] . También nos dice de esta carta El Tarot de los Cabalistas, que se puede visualizar Tifereth en Atsiluth como un sol de soles que se aloja en la caverna del corazón del hombre.

El Siete de Bastos, el amor generador, Netsah en Atsiluth, de donde surge el Poder divino «gracias a lo cual la Belleza trascendente inunda a la creación entera».

El siete es número misterioso, el único que no es engendrado (excepto por la unidad) o engendra a otro. Como por ejemplo el dos engendra al cuatro y al ocho.

El Ocho de Bastos. Hod en Atsiluth, la Gloria divina. El ocho es el mensajero por excelencia, el enviado, la manifestación de la Gloria que es posible gracias a la negación de aquello que no es.

El Nueve, Yesod en Atsiluth. El psiquismo purificado por el fuego, la unión del alma y el espíritu, fundamento del reino. Principio del que emanan las nueve Musas, sin cuya inspiración el artista perece.

El Diez de Bastos, Malkhuth en Atsiluth, nos habla de la unión del espíritu y la materia. «Simboliza a la Shekhinah u omnipresencia divina».

La primera tríada, se «derrama» en toda la creación produciéndola en planos sucesivos que la cábala llama Beriyah, Yetsirah y Asiyah, que son los tres mundos manifestados: aformal, formal sutil y grosero.

Los tres gunas

De los tres gunas de la tradición hindú, que mencionábamos antes, sattwa, rajas y tamas, esta última es, digamos, la parte sacrificada para que el mundo sea. La tendencia de sattwa es a ascender, es decir a no manifestarse, la de rajas a expandirse en el plano horizontal, pero es tamas la que auto sacrificándose desciende a la profundidad agotando así todas las posibilidades de la manifestación[17] .

Esto explica, en parte, la función de las deidades descendentes comenzando por los avátara. También el mito de Lucifer, el ángel caído, o los tres aspectos de Dioniso[18] : celeste, infernal y terrestre, que es siempre un furor interno, un movimiento que impulsa a encarnar el orden arquetípico. El hombre, como síntesis de la creación reúne en sí todas las posibilidades de la misma, por ello si no se finaliza el descenso a los infiernos, a los estados infrahumanos, es imposible completar el ascenso a los cielos, o estados suprahumanos. [19] Los impulsos negativos más bajos una vez domados [20] son un vehículo, como lo muestra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén el domingo de ramos, montado sobre un asno[21] . Lo mismo nos indica la carta El Carro, tirado por dos caballos, uno de ellos de color azul.

El Carro



Segunda parte



Federico González

NOTAS

[1] Texto de una conferencia leída en el Centro de Estudios Simbólicos de Zaragoza (24-5-2010), publicado en dos partes en la Revista SYMBOLOS Telemática y basado en el libro El Tarot de los Cabalistas, de Federico González.

[2] Federico González, Simbolismo y Arte, ob. cit., cap. VII: «Arte musical».

[3] Federico González, Tarot. El Tarot de los Cabalistas, Vehículo Mágico, cap. I: «Tarot y Símbolo». Ed. mtm, Barcelona 2008.

[4] Nicolás de Cusa, La Docta Ignorancia, ob. cit., pág. 137.

[5] Federico González, El Simbolismo de la Rueda. Cap. V. Ed. Kier, Bs. As. 2006.

[6] Aquí no distinguimos entre consultante y tarotista.

[7] Esta carta Guénon la relaciona con el símbolo del azufre invertido. Ver SYMBOLOS 11-12, «La palabra Tarot, en la obra de René Guénon», por Antonio Casanovas (†).

[8] Nicolás de Cusa, La Docta Ignorancia, pág. 99. Ed. Orbis, Bs. As. 1984.

[9] Idem, pág. 106, 107.

[10] Prólogo al Evangelio de Juan.

[11] Ver El Tarot de los Cabalistas, cap. VII: «Diccionario de símbolos del Tarot».

[12] Que a su vez se corresponden con los arcanos mayores: El Mago, la Muerte y el Mundo.

[13] Zohar, selección de Ariel Bension. Arcana Coelestia. 1981, pág. 69.

[14] El Tarot de los Cabalistas, ob. cit.

[15] Ibid.

[16] René Guénon, «Los Árboles del Paraíso» (Regnabit nº 10, 1926). Incluido en Esoterismo Cristiano II, pág. 23. Eds. Vía Directa, Valencia 2007.

[17] Añadiremos que en sattwa está presente tamas y esta última lo está en la primera, al igual que en el símbolo chino del Yin-Yang el Yin está presente en el Yang y viceversa, el Yang en el Yin. También queremos recordar que la columna positiva del Árbol de la vida está formada por dos números pares y uno impar y la negativa por dos impares y uno par.

[18] Uno de ellos tiene que ver con el arcano Nº XV, El Diablo.

[19] Los centros de los estados inferiores están en el eje vertical, o sea se comunican con el nuestro y con los estados superiores a través de dicho eje, y forman parte de un mundo significativo.

[20] La tradición oriental habla de la doma del caballo o también de la doma del búfalo.

[21] La tozudez, característica de este animal, ha dado paso a la docilidad, o lo que es lo mismo la voluntad a la Voluntad.