DIONISO LIBERADOR

Mª Victoria Espín

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Dioniso y Shiva


Dioniso, siempre amado y presente, descubre ahora ante tus iniciados el Misterio, ilumina nuestra conciencia para que conociéndote, conozcamos; que brote la semilla y surja firme el árbol que contiene.
Sénos propicio y aleja de nosotros la ignorancia, la ira y el orgullo. Tú que no eres sino Conocimiento y Beatitud.

Dioniso, permaneces desconocido y a la vez tan cercano que es imposible no sentir tu presencia. Junto al Sol o junto a Eros, atraes el alma a tu reino, haces partícipe al hombre del éxtasis y entregado a tu embrujo cesa en sus múltiples actividades totalmente absorbido en el punto aquél que tú vivificas.

Adoptas muchas máscaras, a cuál más bella, y hablas a tus iniciados con dulzura y calor, con la desfachatez del olvido que impulsa la memoria, verdadera maestra en el arte de la transmutación.

Eres rápido y atento, amable y de una generosidad desbordante, como la vid y la hiedra que te adornan. A la vez terrible e implacable como el toro que te sirve de vehículo y te encarna en el reino animal.

Amante del gozo, del placer y del éxtasis, de la «unión orgiástica con el cosmos invisible»[1]. El iniciado se encuentra en tu presencia arrebatado por la belleza. Eres viento y luz y armonía; todos los papeles son jugados por ti, trazas cada uno de ellos y los representas en el hombre.

Eres el falo primordial, el principio activo y generador, la vida misma, el esperma cósmico que genera los mundos.

*   *   *

Dioniso, es un dios por sobre todo misterioso. Y, tal como es denominado en la Ilíada, ‘Bendición de los hombres’ y también ‘Pleno de gracia’. Dos son los mitos relativos a su nacimiento, aunque nos inclinamos por ver a ambos como una totalidad. El primero lo da como hijo de Zeus y Perséfone[2], a la que este se acerca trasformado en serpiente, uniéndose a ella en una gruta. Muere el niño divino a manos de los Titanes, movidos por la envidia, que lo engañan distrayéndolo con unos juguetes y un espejo. Tras asesinarlo lo descuartizan y se lo comen. Atenea recoge el corazón y se lo entrega a Zeus, quien lo absorbe. A veces también se dice que Zeus redujo el corazón a polvo y se lo hizo tragar a Sémele, siendo así madre del segundo Dioniso. Zeus al enterarse provocó un incendio que redujo a cenizas a los Titanes y a sus descendientes, y de estas nació la actual raza humana. Algunas fuentes señalan que tras el incendio Zeus provocó un diluvio para lavar la tierra[3].

El segundo mito, lo da como hijo de Zeus y Sémele, hija de Cadmo, rey de Tebas, y de Harmonía, a su vez hija de Marte y Venus. Es salvado por su padre cuando Sémele muere por el fuego del rayo del mismo Zeus, quien tomando al niño lo introduce en su muslo hasta completar el tiempo de su gestación. René Guénon, señala la semejanza entre las palabras muslo (Meros) y Mêru, nombre de la montaña polar para los hindúes.

David Hernández en su «Elementos órficos en el canto VI de las Dionisíacas» dice:

Tenemos la anticipación malograda del dios, que es Zagreo, y conlleva la promesa del retorno. A continuación está Dioniso Baco, el nacido de Sémele, que en Nono de Panópolis se configura como verdadero redentor en el sentido más ajeno al dios clásico y, por último, el Dioniso místico o mistérico, el de los iniciados, Iaco [4].

Podemos ver que en realidad los tres que señala este autor son un único principio: el niño divino al que bien le cuadra el epíteto de redentor.

Muy relacionado con el agua, donde busca refugio junto a Tetis cuando es perseguido por Licurgo, rey de Tracia; también lo está con las grutas y las ninfas. El mundo dionisiaco, dice W. Otto en su Dioniso, mito y culto, es un mundo femenino, las mujeres lo crían y lo acompañan allá donde va, le aguardan y son las primeras que caen presas de su locura. También señala, que en este mundo, el elemento propiamente erótico permanece en la periferia y más importante que la unión sexual es dar a luz y alimentar. Dioniso muchas veces es representado como andrógino, y recordemos que Zeus pide sea educado como una muchacha cuando lo entrega a Hermes, que a su vez lo da para su cuidado a Ino, hermana de Sémele, hasta que por influjo de Hera ella enloqueció lanzándose con su propio hijo al mar, entonces Hermes llevó el niño a Nisa,5] y lo entregó a las ninfas, donde pasa su infancia. Por otro lado en el shivaísmo, en la unión sexual, se señala como primordial el éxtasis, antes que a la procreación. Shiva y Dioniso son deidades análogas. Procrean en el alma. Y gracias a los textos shivaítas podemos conocer mucho acerca de nuestro Dios6].

En Delfos se le veneraba junto a Apolo, y seguramente su presencia allí sea anterior a la de este último. Podemos ver el mundo de Apolo como el propiamente masculino, pero este no puede subsistir sin el otro y así lo ha reconocido siempre. Recordemos lo que se dice en el Programa Agartha acerca de la Belleza:

esta participa tanto del éxtasis dionisiaco (relacionado con la atracción y el vértigo hacia las energías telúricas y terrestres) como de lo apolíneo, donde este éxtasis se muta en contemplación hacia las formas puras.[7]

Para el desprendimiento de todo aquello que pertenece al mundo físico y psíquico nada mejor que conocer y agotar esos mundos; de no ser así el cuerpo y el alma permanecen atrapados en ellos como en una cárcel. Dioniso muestra al iniciado los lazos que le atan, ayudándole a desanudarlos, a abandonar limpia y olímpicamente todo lo terrenal. Su mensaje salvífico nos guía, su luz ilumina el camino, el fervor del corazón alienta la lucha.

Se relaciona al arcano nº XV «El Diablo», con Dioniso, con el Baphometh de los templarios y con el Macho Cabrío de brujos y brujas medioevales. El Diablo es Dioniso en su función generadora, el principio rector del mundo terrestre, «el mago a las órdenes del Demiurgo», «que reúne en sí toda la potencia de los planetas», Calodemon como es denominado en la obra teatral Noche de Brujas. Igualmente el Baphometh templario y el Macho Cabrío de los brujos y brujas medievales, muy mal comprendidos y por ello rechazados y condenados por la oficialidad, simbolizan la potencia de la fuerza generadora que fecundando la tierra lleva esta a su plenitud «Plena de lujos, turgente de frutos, ausente de afanes»[8]. De este simbolismo nos hablan también las plantas asociadas a él, sobre todo la vid y la hiedra a las que hay que sumar la higuera, el manzano, el granado y el nogal. Lleva el tirso, como Hermes el caduceo; como arma a veces la bipennis o hacha de dos filos a la que se enroscan racimos de uva. Entre los animales se manifiesta sobre todo por el macho cabrío y el toro.

Shiva miró a los dioses y les dijo: Soy el señor de los animales... Los valerosos Titanes, los Asuras, sólo podrán ser destruidos si cada uno de los dioses y los demás seres asume su naturaleza de animal. Los dioses vacilaban en reconocer su aspecto animal. Shiva les dijo: No es una vergüenza reconocer el propio animal (la especie que corresponde, en el reino animal, al principio que cada dios encarna en el plano universal). Sólo quienes practican los ritos de los hermanos de las bestias de los Pashupâtas, pueden superar su animalidad. Así fue como todos los dioses y los Titanes reconocieron que eran ganado del Señor y éste es conocido con el nombre de Pashupati, el señor de los animales (Shiva Purâna).

Todas las divinidades son llamadas Pashupâtas (hermanos de las bestias), pues forman parte del rebaño de Pashupati. Todos los que consideran al señor de los animales como su divinidad se convierten en hermanos de las bestias. (Linga Purâna, cap. 80, 56-57).

Shiva dijo: El muy sagrado Pashupâta Yoga, el Yoga de los hermanos de las bestias (por el que puede realizarse la unidad de los seres vivos), y el Shankya (Cosmología) (que explica la estructura del mundo) han sido enseñados por mí… Sabiendo que las cosas del mundo son efímeras, hay que practicar siempre el Yoga del señor de los animales. (Linga Purana, cap. 34, 11-23).[9]

La unión con la naturaleza implica la desnudez de la que nos habla el arcano número XVII del Tarot: «La Estrella». Dioniso, es el dios de la vida, de la plenitud y por tanto de la muerte.

El que crea algo vivo ha de sumergirse en profundidades insondables donde habitan las fuerzas de la vida. Y, cuando vuelve a la superficie, se adivina un brillo de locura en sus ojos, pues allá abajo la muerte comparte su morada con la vida.[10]

Es el Dios de la embriaguez divina y del amor más encendido, lo que le acerca a Eros, al dios Primigenio, como es nombrado este último en los himnos órficos. Se ofrece él mismo al hombre. Es un dios sacrificado y consumido para bien de la humanidad, es víctima y modelo. Dulce con quienes le veneran y terrible con quienes se le oponen. «Quien no venera el falo divino, principio de toda vida, se condena a la destrucción y a la locura».

Entre sus muchos nombres figura el de Pilar, así a veces se le representa mediante una piedra erguida.

El Hatha Yoga Pradîpikâ (III, 109) habla de una viuda sentada en la confluencia de dos ríos y que debe ser desvestida y poseída por fuerza, pues conduce al lugar supremo. La viuda es la energía enroscada (kundalini), la Shakti que debe ser dominada por el yogui, los ríos son Ida y Píngala, las dos arterias del cuerpo sutil que llevan hasta el loto de los mil pétalos en la parte más alta del cráneo. Shiva reside en forma de falo nacido-de-sí mismo en el centro de la energía enroscada, en el cruce de caminos.[11]

Dioniso es también un dios infernal, junto a Hades, Perséfone y Hermes. Desciende al inframundo en busca de su madre, Sémele, para llevarla a los cielos. Si, como se hace a menudo, vemos a Sémele como a la tierra, eso nos lleva a ver el descenso de Dioniso como una posibilidad para el hombre de abandonar la morada terrestre, infernal y ascender a la celeste.

C. Dubois, citado en J. Richepin dice:

…reina soberanamente en los infiernos, a veces se le concibe como hijo de Hades, o como otro Hades. Pero también comparte el trono celeste de Zeus. Es el primogénito; antes de su muerte como después de su resurrección está asociado al poder soberano de su padre: es el monarca universal, el señor de todos los inmortales. Es el alma del mundo y asegura su perpetuidad. La lucha contra los Titanes, su muerte, su resurrección, expresan las vicisitudes de la vida en la naturaleza, en el mundo físico y moral. Porque es asimismo el principio del bien, mientras que los Titanes representan la energía destructora del mal. Por eso el hombre, nacido de las cenizas de los Titanes que se habían alimentado con la carne de Dioniso, es un compuesto de bien y mal: ha de expiar la pena del crimen de sus antepasados deicidas, liberarse de este pecado, recibir en él los buenos elementos consagrándose a Dioniso. Tal es el fin de la iniciación órfica.[12]

Eurípides invoca así a Dioniso Zagreo:

A ti soberano ordenador, consagro esta ofrenda y esta libación, a ti, Zeus o Hades, según prefieras que te llame. Acepta este sacrificio sin fuego, estos frutos de toda clase ofrecidos en cestas llenas. Tú eres, entre los dioses del cielo, el que tiene en la mano derecha el cetro de Zeus, y eres también tú quien en los infiernos compartes el trono de Hades. Envía la luz del alma a los hombres que quieran saber las pruebas de su mortal destino; revélales desde ahora de dónde han venido, cuál es la raíz de los males, con cuál de las divinidades bienhechoras deben conciliarse por medio de sacrificios, para obtener el reposo de sus sufrimientos.[13]

Toda la Antigüedad ha festejado a Dioniso como el ‘dispensador del vino’. Pero también se le conocía como ‘el frenético’ cuya presencia enloquece a los humanos y los lleva a cometer actos salvajes, incluso sanguinarios. Era el aliado y compañero de los espíritus de los muertos. Los ritos de iniciación más esotéricos lo consideraban su maestro [14].

Esto nos recuerda lo que dice René Guénon acerca del vino, palabra que tiene el mismo valor numérico que misterio y cuya ingestión no conviene a todos.

Por último queremos referirnos a su vinculación con el teatro, puede ser considerado su patrón, de hecho las primeras representaciones se hacían en sus templos y formaban parte de su culto. Por ejemplo leemos nuevamente en J. Richepin:

Una vez el cortejo en el interior del teatro, daban principio las libaciones, y a continuación celebrábanse los varios concursos instituidos en honor del dios, empezando por los ditirámbicos, uno reservado a los hombres y otro a los niños.

Las representaciones dramáticas que se daban en el teatro de Dioniso duraban de tres a cuatro días, y eran verdaderos concursos en los cuales, a partir de cierta época tomaban parte tres poetas por la tragedia y tres por la comedia.[15]

*  *  *

Bebiendo y volviendo a beber, cayendo a tierra y levantándose para beber. Así se llega a la liberación.[16]

 


Dioniso y Ariadna. Crátera de figuras rojas, s. IV a. C.
Toledo Museum of Art, Ohio

NOTAS

[1] Federico González, Noche de Brujas, auto sacramental en dos actos, ob. cit., 1er Acto.

[2] A veces se representa a esta diosa frente al telar cósmico. «Moviendo con sus manos de muchos giros la espiral del huso con ímpetu danzante, bailó con paso circular hilando la urdimbre», cf. Nono de Panópolis, Dionisíacas. VI, 147ss., traducción de David Hernández de la Fuente, en su: «Elementos Órficos en el Canto VI de las Dionisíacas: El Mito de Dioniso Zagreo en Nono de Panópolis». ‘Ilu, Revista de Ciencias de las Religiones, Nº 7, 2002.

[3] «Que nuestro intelecto es dionisiaco // y realmente estatua de Dioniso. Por tanto, cualquiera que falte contra él y desgarre su naturaleza indivisible a la manera de los Titanes por medio de compleja falsedad, este, evidentemente, falta contra el propio Dioniso // y más que los que cometen faltas contra sus estatuas externas, en la medida en que el intelecto, más que las demás cosas, es afín a ese dios.» Proclo, Lecturas del Crátilo de Platón, ob. cir., CXXXIII, pág. 150.

[4] D. Hernández de la Fuente: «Elementos Órficos…» art. cit.

[5] De Nisa o Nysa viene su nombre, también señalar que, según A. Daniélou, Nisam es la beatitud, Nisá la alegría y Nisah, epíteto de Shiva, significa supremo.

[6] Ver A. Daniélou, Shiva y Dionisos. Ed. Kairós, Barcelona 1987.

[8] Federico González, Noche de Brujas, ob. cit., 1er Acto.

[9] Citados por A. Daniélou en Shiva y Dionisos, págs. 74-75.

[10] W. Otto, Dioniso, Mito y culto. Siruela, Madrid 2006, pág. 102.

[11] A. Daniélou, Shiva y Dionisos, ob. cit., pág. 196.

[12] J. Richepin, Nueva Mitología Griega y Romana, ob. cit., vol. I, págs. 257-258.

[13] Ibid. pág. 258.

[14] W. Otto, Dioniso, Mito y culto, ob. cit., pág. 43.

[15] J. Richepin, Nueva Mitología Griega y Romana, ob. cit., vol. I, pág. 255.

[16] Kularnava Tantra, VII, 99, citado por A. Daniélou en Shiva y Dionisos.