El Viaje del Conocimiento:
Diálogos con Federico González (*) (1)
Primera Parte
Mª ángeles Díaz
La Voz de la Tradición Unánime
Federico González, como saben todos los que conocen y han
estudiado su obra, entre los que naturalmente se encuentran los lectores de
SYMBOLOS, es uno de los más importantes metafísicos y esoteristas de América, y
reconocido como tal en el Viejo Mundo. Es creador de una obra única en nuestro
tiempo dentro del campo de la Enseñanza Tradicional, que se encuentra enmarcada
dentro de la Vía Simbólica y la Tradición Hermética en particular.
En efecto, adentrarse en esta obra
supone penetrar en el núcleo mismo del pensamiento tradicional de Occidente, y
a través de él acceder a un Conocimiento que es la voz misma de la Ciencia
Sagrada y la Tradición Unánime, que por su intermedio vuelven a hacerse
presentes aquí y ahora, irrumpiendo en la realidad del hombre contemporáneo.
Por eso mismo, y como representante de la Tradición, la síntesis doctrinal que
Federico González teje en su obra debe ser considerada como la que ha abierto
la puerta de la Filosofía Perenne a muchas personas de distintas partes del
mundo, que la han estudiado, y estudian, como un medio efectivo de realización
interior.
Mediante un mensaje coherente,
reiterado, polifacético y lleno de sugerencias, esta obra construida a lo largo
de los años, propicia el despertar de la intuición intelectual de cada quien;
una experiencia transformadora que se vive como constantes certezas o puntos de
luz en la oscuridad que son las señales que van conformando el viaje hacia el
Conocimiento.
Realmente podemos decir que el
edificio levantado por esta didáctica lo ha sido desde la comprensión de la
sacralidad del símbolo tradicional, y por eso la obra de Federico González, su
estructura sutil, es análoga a la del Cosmos, y como tal ofrece distintos
espacios y diversos escenarios que constituyen otras tantas perspectivas desde
las que se interpreta, difunde, amplifica y se comprende la Cosmogonía como
vehículo de la Sabiduría Perenne y paso hacia la Metafísica.
Como traductora y transmisora de
ese mensaje, esta obra conforma un eje con la Tradición, y por lo tanto nos
hace aproximarnos a una realidad, la del Conocimiento, que es ignorada por la
gran mayoría, pero no para quien habiendo sido seducido por ella, comienza a
realizar un trabajo en serio, o siguiendo sus palabras: "en forma, consigo
mismo". Y es indudable que la obra de Federico González representa una guía
intelectual de primer orden para llevarlo a cabo y hacer que la semilla
fructifique.
Todo ello permite que estemos ante
un corpus único en su género, tanto por la exactitud
y actualidad en la expresión que utiliza en su prosa, como por la
inteligibilidad y la poética evocadora con que lo formula, así como por la
coherencia mantenida en el tiempo y la vastedad de temas con los que
continuamente, y a base de pensamientos sutiles, nos remite a las ideas y principios
Universales.
Sabemos que son muchas las maneras
de aproximarse a esta obra, y buena muestra de ello la encontramos en el
anterior Nº de SYMBOLOS, el 29-30, un monográfico de cerca de 600 páginas donde
distintos autores que durante años la han estudiado en profundidad la abordan
desde enfoques diferentes, mostrando así la riqueza de su contenido a la par
que atestiguan la unidad doctrinal que articula todo su discurso, el que
finalmente ha creado una Escuela de Pensamiento portadora de una influencia
intelectual-espiritual para nuestro tiempo.
Nosotros, conscientes del valor que
representa la obra de nuestro Director, en la medida que cada uno de sus libros
lleva en sí la energía-fuerza del Símbolo, y capaz por tanto de provocar
también en el lector una curiosidad indecible por lo que éste vela y revela,
hemos querido mostrarla a través de estos diálogos realizados en diferentes
puntos de la geografía (Barcelona, Buenos Aires, Zaragoza y Guatemala). En los
que Federico nos abre un mundo, como en cada una de sus creaciones, hablando,
desde la Metafísica, de la Vía Simbólica, de la Alquimia del alma, del Arte, de
la Cábala y su alfabeto sagrado con el que pueden nombrarse todas las cosas,
del Tarot, un libro de sabiduría, de la Masonería, las tradiciones
Precolombinas, la Historia y la Ciclología, y de todas las Ciencias
tradicionales, es decir que nos habla de todas aquellas Ideas que han hecho
posible la Cultura y sus creaciones.
Con la atención puesta tanto en los
vaivenes cíclicos como en la repercusión que éstos tienen en los
acontecimientos del mundo actual, reafirmando que es a los contemporáneos, o
sea a los hombres y mujeres de hoy en día, a quienes va dirigida esta Enseñanza.
Podríamos decir entonces que estos diálogos pretenden ser también uno de esos
escenarios creados por Federico para difundir el mensaje liberador de la
Tradición Unánime, por ello comprenderán que para mí resulte un verdadero
privilegio haber mantenido estos diálogos con Federico, con el que hemos
colaborado desde el principio, y por supuesto de compartirlos con todos sus
lectores y amigos, a quienes invito a realizar un viaje por el interior de su
obra. Unos diálogos formulados de manera literaria, los que además de haber
facilitado nuestra propia comprensión sobre la simbólica, son al fin y al cabo
una recreación de la misma.
LA RUEDA, SíMBOLO DEL COSMOS
Barcelona, Viernes 11 de Febrero de 2005.
Hace unos días que Federico ha llegado a
Barcelona procedente de Guatemala, país en el que desde hace años tiene fijada
su residencia, y desde donde ha escrito la mayor parte de sus libros al tiempo
que dirige la Revista SYMBOLOS, así como los distintos ámbitos del Centro de
Estudios de Simbología.
Esta mañana nos encontramos en el Hotel
Majestic, donde en esta ocasión se aloja. Lo encuentro de pie en el hall, vestido con un
elegante abrigo negro y una bufanda roja sobre los hombros.
Nos saludamos cariñosamente y enseguida
salimos a la calle para contemplar la estampa de una ciudad cubierta por una
fina capa de nieve. Mientras cruzamos el Paseo de Gracia, Federico me señala la
cercanía de la montaña del Tibidabo, que aparece ante nuestros ojos resaltada
por la blanca nevada que la cubre tupidamente. Es evidente que Federico ama
esta ciudad y ninguno de sus detalles le pasa inadvertido. Entramos en una de
las muchas cafeterías que hay en este Paseo y buscamos una mesa junto a las
vidrieras que dan a la calle. El camarero se acerca y luego de cruzar unas
simpáticas palabras con Federico alusivas a la climatología, nos sirve un buen
café americano.
Esta, aunque poco frecuente, no es una
imagen nueva de Barcelona, y el propio Federico lo recuerda al hablar de las
nevadas que hace años vivió en La Floresta o en Vallvidrera.
Son casi las 12 y el local está lleno de gente. Federico observa a las personas con atención
(en su mayoría estudiantes, oficinistas, y también turistas); se nota que
disfruta con ello y desde luego aprende de los comportamientos y las modas en
el vestir u otros detalles ciudadanos, que le sirven para tomar el pulso a los
lugares que visita, en muchos de los cuales difícilmente podría catalogárselo
de extranjero, y mucho menos aquí, donde no sólo ha fundado el Centro de
Estudios de Simbología de la ciudad, cuya actividad ha sido, y está siendo, tan
benéfica para ella intelectualmente hablando, sino que además es aquí donde ha
mantenido la edición de la revista SYMBOLOS, dirigiéndola desde Guatemala, como decíamos antes.
– Hace tiempo
que no estás en Barcelona durante el invierno – le digo.
– Así es, mucho tiempo, aunque lo
recuerdo perfectamente. La verdad es que Barcelona es una ciudad que desde que
la visité por primera vez mucho antes del 79, nunca he dejado de tener
presente. La conozco muy bien, así como a sus gentes. Es una ciudad que siempre
me gustó y en donde tengo grandes amigos que he conservado desde mis primeras
estadías, y otros nuevos que he ido conociendo a lo largo de los años y que se
han ido interesando en mi trabajo.
– ¿Qué te trajo
a Barcelona?
– Supongo que el Destino.
– Hace ya rato que tengo interés en hacer un
libro de entrevistas con Federico que refleje la claridad y profundidad de su
pensamiento en los temas fundamentales de la Filosofía Perenne, porque entiendo
ese trabajo como una contribución a la difusión de su obra, caracterizada por
la coherencia de su verbo liberador siempre abierto a la metafísica, y
contribuir así a rescatar aquellos valores intrínsecos al ser humano y que éste
en más de una ocasión ha estado a punto de perder. Como si de Atlas se tratara
sosteniendo el mundo sobre sus hombros, la obra que nos ocupa tiene el interés
y la importancia de encarnar ese mito y de ser tanto el arca del Conocimiento
como el faro que nos orienta en esta oscura travesía en la que nos hallamos los
hombres actuales.
Hoy se lo he comentado mientras
almorzábamos en el Flash-Flash y me ha dado su aprobación, manifestando además
su alegría.
El Símbolo Primordial
Lunes, 14 de Febrero.
Por la mañana
Federico ha estado trabajando en su nuevo libro sobre la Cábala, una de las
razones que en esta ocasión le ha traído a Barcelona. Otra es presenciar la
exposición "Hermes y Barcelona", proyectada desde el Centro de Estudios de
Simbología. A mediodía, durante la comida en un restaurante cerca de su hotel,
le cuento que he pensado plantear la entrevista como un viaje a través de sus
libros, como aquel viaje que cualquier buscador de su propia esencia desearía
realizar, ya que creo que en la exposición que en cada uno de ellos hace de la
Tradición Universal y de los vehículos herméticos en particular, están dadas
las suficientes indicaciones para que cualquiera que desee emprender esa ruta
la tome como guía de su itinerario.
– ¡Mirá vos! ¡Qué increíble! – responde. La verdad es que me sorprende
lo que me dices, aunque lo encuentro muy interesante.
Martes, 15 de Febrero.
Por la tarde nos encontramos de nuevo y
hablamos de La Rueda. Una Imagen
Simbólica del Cosmos, libro con el que da inicio su
obra escrita. Se trata también de una introducción a la Simbólica, la Ciencia
que nos enseña a descubrir los distintos niveles de la realidad de las cosas y
de nosotros mismos, y no sólo eso sino que sobre todo nos enseña a conocer la
Unidad que da sentido a todo ello. "La Unidad es el símbolo más alto", leemos
en sus páginas.
Digo que es una introducción, pero podría
añadir que con respecto a la enseñanza del Símbolo es una fuente inagotable;
quiero decir que siempre que se vuelve a la lectura de esta obra fundamental se
encuentran en ella nuevos significados y expresiones que van ampliando nuestra
visión, haciéndola más universal, cosmizándola. Sin duda estamos ante el autor
que hoy en día más profunda y extensamente nos habla de la naturaleza del
Símbolo. Y este libro, que trata justamente sobre uno de los símbolos más
primordiales e importantes, la Rueda, es una muestra diáfana de ello.
Es en él donde nuestro autor pone por escrito
aquellas enseñanzas impartidas durante años en distintos países de
Latinoamérica, como Argentina, México, Colombia, Perú, Brasil, Ecuador, Costa
Rica, etc., así como en España, concretamente en Barcelona, y por eso tiene también
toda la fuerza y frescura de lo oral. El libro, además, está escrito en el
transcurso de un viaje por Oriente y la India, donde, según me contó, se
acompañó de lecturas como El hombre y su devenir según el Vedanta, de René Guénon.
– Federico,
¿cómo nació la idea de sintetizar aquellas clases en un libro?
– Fue durante el viaje que en esa
época hice a Nepal, y ahí lo comencé a escribir, concretamente en Katmandú, en
el mes de abril de 1980. Recuerdo un ventilador girando en el techo de la habitación…
En realidad quise sintetizar todo aquello que había expresado durante años en
distintos lugares. Sin embargo, lo cierto es que ese libro lo continué
escribiendo en el transcurso de diferentes viajes y que finalmente se completó
aquí en Barcelona, donde se editó por primera vez.
América, la Selva Amazónica, India, Europa…
Muchas impresiones y muchas conclusiones; sin duda una de ellas la encontramos
en el capítulo I, titulado "De los Símbolos y la Simbólica". El cual lo inicias
diciendo:
Todos los seres y las cosas expresan una realidad oculta en
ellos mismos, la cual pertenece a un orden superior, al que manifiestan, y son
el símbolo de un mundo más amplio, más realmente universal, que cualquier
enfoque particular o literal, por más rico que éste fuese. En verdad la vida
entera no es sino la manifestación de un gesto, la solidificación de una
Palabra, que contemporáneamente ha cristalizado un código simbólico. Ese es el
libro de la vida y del universo, en el que está escrito nuestro nombre y el de
todos los seres y las cosas, y los distintos planos en que conviven y se
expresan, comunicándose perpetuamente, interrelacionándose entre sí a través de
gestos y símbolos. La trama entera del Cosmos es en verdad un símbolo que cada
una de sus partes expresa a su manera (…) Y si toda la manifestación es
simbólica y el universo un lenguaje, un código de signos, nosotros somos
también símbolos y conocemos y nos relacionamos a través de ellos. Todo pasa
entonces a ser significativo y cada cosa está representando otra de orden
misterioso y superior a la que debe la vida, su razón de ser.
– ¿Qué te llevó
a centrar la realidad del símbolo y a describir la Cosmogonía tomando como
modelo la rueda?
– Bueno, sin duda porque advertí que
entre los numerosos símbolos que aparecen en una y otra tradición o
civilización, este símbolo siempre merece una atención especial, y no sólo
porque éste se da en todas las culturas de las que tenemos noticia, sino también
por sus innumerables posibilidades y la diversidad de campos que abarca y, no
menos importante, la acción concentradora que ejerce en el estudio y el
ordenamiento indispensable en cualquier investigación seria.
Después de un
silencio añade:
– También me interesaron, y me siguen
interesando, las relaciones, coincidencias y analogías realmente indefinidas
que la rueda puede establecer con los numerosos símbolos que aparecen en una u
otra civilización o cultura.
– Sueles decir
que la rueda es un símbolo que no sólo explica el universo, sino que lo
sintetiza y en ese sentido lo contiene. ¿Lo más pequeño es lo más poderoso?
– Sin duda. En todo caso lo que
puedo decir es que ésa es una máxima hermética que he mantenido a lo largo de
toda mi vida.
– ¿A qué te refieres?
– A que siempre aposté por lo más
pequeño, pero no por una cuestión "tipo humildad", ¡o vayas a saber qué
onda...!, sino por la misma razón que lleva a que el árbol en todo su
despliegue esté ya contenido en su semilla, o que en el huevo esté el origen
del ser.
– Es decir, lo
pequeño como sinónimo de lo más sutil e invisible, pero conteniéndolo todo en
potencia.
– ¡Exacto!
– Esto nos lleva a la idea de un centro generador,
de un "motor inmóvil".
– Así es, y esa idea de centro es lo que da todo el sentido a la
rueda, al universo, o a la manifestación, si así se prefiere. Es gracias al
centro que podemos concebir aquello que nos hará salir de esa manifestación, o
sea del movimiento reiterativo de la periferia de la rueda. Me estoy
refiriendo, claro está, a lo inmanifestado, que es nuestro verdadero origen.
– Es aquello del Tao-te-King, donde dice que "treinta rayos convergen
en el centro de la rueda, pero es el vacío que hay en él lo que hace útil a la
rueda".
– Ciertamente
– le digo yo– , resulta todo un misterio que sea el punto inmóvil de la rueda el
que provoque en ella su movimiento.
– Así es. Tenés toda la razón.
– ¿Crees que el
universo tiene un plan?
– ¡Claro que tiene un plan! ¡El propio cosmos es el plan!
– ¿Y una
estructura?
– Sí, en el sentido de que es un modelo y tiene leyes bien precisas,
que se manifiestan geométrica y numéricamente. En realidad esta estructura es
la expresión de una Inteligencia universal, que permaneciendo secreta e
invisible es el prototipo de todo lo que puede ser llamado orden o
inteligencia. Esas mismas leyes nos hablan de un equilibrio y armonía
universal, que conforman un lenguaje articulado relacionado con otra visión del
espacio y el tiempo.
– Pero dado que
estamos hablando de la rueda conviene no olvidar que ésta, como cualquier otro
símbolo, es siempre el vehículo que nos lleva a trascender el cosmos, una
región que pertenece al ámbito de la metafísica, y de la que poco o nada puede
decirse.
Federico hace
una pausa, pide un nuevo café y luego añade:
– Ya hemos dejado dicho, hace un
rato, que cuando se trata del símbolo concreto de la rueda, nunca debe perderse
de vista que ésta es generada por la expansión de un punto central que es
apenas virtual. En cuanto al movimiento externo de la rueda, la circunferencia,
estaría vinculado con la manifestación y el centro se
hallaría conectado con lo inmanifestado, con el misterio de lo inefable, con el
No Ser. La Creación sería, pues, la actualización de las potencialidades del
punto central que se hace "presente" en el tiempo, creando un campo espacial, ¿no
es cierto...? Y ese punto central es un eje en la tridimensionalidad.
– Claro, y a eso
te refieres cuando dices que la rueda está estrechamente ligada con todo
símbolo axial y vertical.
– Sí, y asimismo con todas las
proyecciones de la vertical, es decir con la creación de planos o espacios
horizontales, como si éstos estuvieran articulados en torno a un eje al cual
reflejan, siendo uno de ellos precisamente nuestro mundo, o nuestro ciclo, o el
ser humano mismo o cualquier campo definido en relación con los límites o
encuadre espacio-temporal.
– Sin embargo,
el hombre siempre ha sentido la necesidad, o simplemente la curiosidad, de
querer explorar otros mundos, salirse de esos límites e ir en busca de lo
desconocido. Emprender un viaje, superar obstáculos y en definitiva buscar
siempre una salida a su situación existencial.
– En efecto, y bien podría decirse que esas aspiraciones, que pertenecen al plano horizontal, son la memoria
inconsciente de lo vertical. Es como una atracción hacia el centro, la fuerza
que posibilita el retorno a los orígenes, a las fuentes perdidas...
– Queda claro
que recuperar o reconstruir esa memoria pasa por realizar un viaje al centro,
donde está la posibilidad del viaje vertical. ¿Es a eso a lo que te refieres
cuando escribes que "el hombre es un gran privilegiado, pues en cualquier
momento puede recuperar la memoria de sí"?
– Así lo creo y así lo afirman en realidad todas las tradiciones
de una u otra manera, y la idea de la reminiscencia platónica no es sino eso...
El hilo del tiempo teje permanentemente en su rueca esta urdimbre y trama, que
es un soporte para conocer lo atemporal, lo eterno, presentido oscuramente en
nuestro interior, y que es en definitiva el motor secreto que nos impele a
realizar todos los actos, aunque no sepamos este hecho o lo traduzcamos de mil
maneras, tan superficiales como anecdóticas.
Miércoles, 16 de Febrero.
Hoy Federico ha tenido que ausentarse de la
ciudad. Por la noche recibo una llamada suya en la que me dice que está muy
contento de cómo van transcurriendo estas conversaciones que tenemos en torno a
su obra. Lo cierto es que nada puede hacerme más feliz que eso y así se lo
manifiesto.
Lectura Simbólica de la Historia y la
Geografía
Jueves, 17 de Febrero.
Por la mañana hemos dado un paseo en coche
por la ciudad. Luego almorzamos en "Casa Mauri", local que Federico frecuenta
desde los primeros tiempos de venir a Barcelona. Justamente aquí, me comenta,
conoció a la persona que le propuso dar su primera conferencia en esta ciudad,
concretamente en la Fundación Miró.
Ese mismo día
por la tarde, en una de las salas del Majestic retomamos estos diálogos. De
manera espontánea ha surgido el tema de la Geografía y la Historia, es decir de
aquella historia vertical de la que depende la historia horizontal y cronológica
que vivimos los seres humanos.
– Federico, ¿qué
relaciones hay entre la Historia y la Geografía? – le pregunto.
– Las mismas que entre el tiempo y
el espacio… Lo que quiero decir es que la Historia y la Geografía carecerían de
sentido si no fuera porque el tiempo mítico y el espacio virtual coexisten permanentemente.
En relación con la Historia – agrega– , lo primero que debemos tener en cuenta es
que toda nuestra cultura y conocimientos actuales los hemos extraído de un
modelo simbólico el cual ha sido inspirado o mejor revelado al hombre por los
dioses. Por eso mismo la cultura es la proyección de la energía vertical al
crear un plano horizontal, lo que da origen, por ejemplo, al nacimiento de una
civilización.
– En distintas oportunidades te has referido a cosas
que la gente parece haber olvidado, me refiero a eso que dices respecto a que
todo el sistema social actual, me estoy refiriendo a la estructura familiar,
las costumbres, el arte, la agricultura, así como las leyendas, los mitos, la
idea de templo, los ritos religiosos, los civiles o personales, o incluso las
normas de ordenamiento, leyes y pautas de comportamiento con los que nos
manejamos las personas actuales, se ha formado a base de cosas que hemos
aprendido de civilizaciones tradicionales anteriores, que si bien algunas de
ellas no estaban en su mejor momento, sino en pleno proceso de degradación
cuando nos transmitieron sus valores, a pesar de ello aún seguían reconociendo
el antecedente mítico que da el orden social.
– Esa es la pura verdad..., y en
realidad nada más podría añadirle. Ya vos lo dijiste todo.
– Debo decirte
– respondo yo– que una de las cosas más interesantes que he podido descubrir en
el libro es comprobar que para la Antigüedad el tiempo y el espacio poseen una
cualidad y también una serie de fisuras por las que es factible ver otras
realidades, una cualidad que lamentablemente los contemporáneos hemos perdido.
– Ciertamente se tenía otra
perspectiva del espacio y del tiempo. Y ese fue el motivo que llevó a todas las
civilizaciones y pueblos a establecerse en lugares geográficos especialmente
elegidos y en fechas calendáricas precisas. De esa perspectiva nace la instauración
de los rituales y todo lo concerniente al desarrollo de su vida y cotidianidad.
Este podría ser el caso de los pueblos nómades o peregrinos, que en un viaje a
través de los años y la geografía encuentran finalmente su ser y su identidad
como pueblo por una señal divina.
– Ese es el caso
tanto de los hebreos como de los aztecas. De estos últimos explicas que
construyeron su ciudad, y por lo tanto su civilización a partir de un punto
señalado por un águila, símbolo de las fuerzas celestes, capturando sobre un
cactus, símbolo de verticalidad, una serpiente, que efectivamente es un símbolo
relacionado con lo que repta y por lo tanto con lo terrestre.
– Sí, esos signos siempre han sido
advertidos por los sabios y chamanes..., y el pueblo lo ha tomado como un
designio divino.
– ¿Es a eso a lo
que te refieres cuando adviertes que en la trama invisible de la vida hay
espacios de coyuntura que conectan con otros planos?
– Naturalmente,
y esos espacios y tiempos siempre se ritualizaron pues, como vos decís, suponen
los puntos de coyuntura y conexión con otros planos y mundos, y siempre una salida.
Aunque desde otro punto de vista podamos decir que también ocurre que el
asentamiento en el espacio coincide con la madurez de ese pueblo, donde éste
vive una regeneración de sus energías creativas y puede expresar así todas sus
posibilidades. Y esto corre para todos los órdenes de la vida, tanto para la
vida de los pueblos, como para la de un ser humano en particular.
– Un pueblo que, como es el caso de los citados,
surge de un acontecimiento mágico o sobrehumano, es decir de una señal del
cielo, ¿cómo comienza a relatar su historia?, o tal vez debería decir ¿cómo
concibe su historia?
– Lo cierto es que al fundarse un
espacio y un tiempo significativo en la masa de lo amorfo e indeterminado se lo
sacraliza y se lo realza, y eso se debe a su cualidad intrínseca, que está por
encima de lo profano, lo relativo y lo múltiple. De ahí en adelante, y gracias
a este rito, nace un pueblo que comienza a contar su tiempo y su historia...,
pero, claro está, consciente del vínculo con sus orígenes míticos y
atemporales, que es precisamente lo que da sentido y cohesión a ese pueblo.
– Siendo toda cultura creadora de su propio espacio
y su propio tiempo. ¿Crees que podría determinarse entonces que su nacimiento
renueva el ciclo?
– ¡Es claro...! Aunque en realidad a
esto que vos decís habría que matizar que lo que se pretende dar a entender es
que toda creación renueva las posibilidades espacio-temporales, arquetípicas,
de la creación original.
– Y ese es el
sentido que tienen los ritos, o sea las ceremonias rituales.
– Como algunos saben – dice después
de un silencio– , para una civilización tradicional las fiestas sagradas son
puntos significativos en la circunferencia del ciclo calendárico, y son esos
puntos los que garantizan la comunicación con la energía invisible del centro,
reflejo de la verticalidad.
– Federico se
pone de pie, y camina por la estancia. Se para un momento ante los grandes
ventanales que dan a la calle Valencia. Al principio creo que ya hemos
terminado por hoy, pero no es así, y volviendo al lugar donde estaba sentado,
continúa diciendo...
– Y eso de que hablamos lo podemos
aplicar igualmente al vasto espacio que, como el año, presenta puntos y
situaciones de coyuntura, de comunicación de energía-fuerza, de ideas, que atraviesan
distintos planos o niveles.
– Y en el
hombre, o sea en el microcosmos – le pregunto– , ¿dónde se dan esos puntos
neurálgicos, esas situaciones de coyuntura?
– Es lícito pensar que en la vida de
un hombre esos puntos significativos, o sea sagrados, en los que se establece
comunicación vertical con otros tiempos o espacios, pueden ser visualizados
como estados especiales de la conciencia y muchos de ellos se recuerdan como
significativos o como evocaciones o remembranzas, en el sentido que Platón
atribuía a este término.
– ¿Si habláramos
en términos de una Geografía del alma, esos acontecimientos o remembranzas
serían como fisuras en el tiempo ordinario a través de las cuales uno
percibiría otra realidad…?
– Así es, la realidad de lo sagrado y de lo numénico.
Viernes, 18 de Febrero.
– Desde el
principio has mostrado a la Ciencia Simbólica como una ciencia de estructuras y
una ciencia jerarquizada cuyo aprendizaje requiere de toda una instrucción,
donde lo que de verdad cuenta es el estudio y una voluntad férrea y un trabajo
constante.
– Efectivamente, como sabes bien esta Enseñanza requiere de un
estudio y una voluntad, es decir de un trabajo, donde lo más importante que
debe tener en cuenta el estudiante de esta ciencia es que estos trabajos en el
fondo tienen que ver con desarrollar la propia forma de ver, la propia
inteligencia, y la capacidad para pensar. Lo cierto es que, como Picasso, estoy
completamente de acuerdo en que si la musa llega a visitarlo a uno, lo mejor es
que nos agarre trabajando.
*
* *
– Poder observar el mundo y desvelar sus misterios
al mismo tiempo que los nuestros propios y darnos permanentemente cuenta de la
imbricación que hay en todo, constituye desde luego una aventura prodigiosa.
Para muchos la mejor aventura posible. En este libro, y a continuación en todos
los demás, no has dejado de señalar lo esencial de la Ciencia Simbólica a la
que muestras como guía de esa ruta, y un puente indeleble que une dos
realidades.
– Sí, efectivamente, tenés toda la
razón, pero lo esencial es lo que podemos alcanzar si logramos traspasar ese
puente, me refiero a lo que podemos descubrir si logramos aprender ese
lenguaje. ¡Nada menos que se nos abre todo un mundo, ante el cual lo que
podamos imaginar siempre se queda corto!
– Siempre has
manifestado que los símbolos son la manera más natural que tiene el hombre de
comprender las cosas más elevadas, lo que explica su función mediadora…
– Claro,
porque todos nosotros, los seres humanos, nos expresamos a través de símbolos y
porque en realidad toda expresión es simbólica.
– La Ciencia
Sagrada es una ciencia de ciencias, que según hemos visto existe desde siempre
ya que todos los pueblos se han expresado a través de ella. Y aunque hoy en día
sea poco conocida, afirmas que es una Enseñanza que deberá cumplir una misión
en este tiempo oscuro.
– Mira, según yo lo veo, esta
Ciencia cumplirá sus funciones y propósitos en cuanto restituya al símbolo su
sentido original y haga de esta manera que las energías potenciales que yacen
en él resuciten, vivificando todo su entorno, y por lo tanto a nosotros mismos
como integrantes de él.
– ¿Cómo hemos
llegado a perder los seres humanos la capacidad de interpretar los símbolos
sagrados, o debería decir mejor, la lectura sagrada de la realidad?
– ¡Hemos perdido tantas cosas...!
– Sí, pero en
este caso concreto, ¿por qué el ser humano actual ya no conserva la clave
mágica para concebir los mundos invisibles?
– Porque
sólo funciona con una mínima parte de sus posibilidades. Evidentemente, sino
somos capaces de interpretar los símbolos es porque nos acercamos a ellos de
forma equivocada. De ahí que actualizar o desarrollar las potencialidades dormidas
sea lo primero y lo fundamental de la Vía Simbólica y del camino iniciático.–
– ¿Te refieres a
que ya no somos capaces de asociar las cosas, de ver su concatenación y su
sincronía?
– Si, es innegable que el hombre
actual ha perdido la facultad de asociar analógicamente las cosas y por eso se
toman a los símbolos, leyendas, mitos y ritos de forma literal o sentimental, a
un nivel muy plano y grueso. Pero esto no es una cosa de ahora sino que viene
ya de hace rato... Aunque es bueno repetir que aquí, dado que hablamos de la
iniciación, este trabajo es siempre interior, y por consiguiente su desarrollo
es gradual y pasa a través de diferentes estadios. Podríamos decir que se trata
de estadios o jerarquías ligadas a ese proceso.
– Cuando se
habla de símbolos pensamos en imágenes visuales, pero también las leyendas y
los mitos, e incluso los cuentos y fiestas del folklore popular, son también
símbolos... ¿no es así?
– ¡Desde luego! Aunque es cierto que
las imágenes visuales se cristalizan y de alguna manera se retienen más
fácilmente en la memoria. Pero, claro está, los símbolos también se transmiten
de forma oral y tocan de otro modo nuestras fibras, es algo que bien podríamos
relacionar con momentos cercanos a aquellos puntos de coyuntura o fisuras de
los que ya hemos hablado. No obstante, el círculo o la rueda son imágenes
básicas de conocimiento simbólico, y su importancia le viene dada por ser un
símbolo primordial y sintético y un vehículo idóneo para la comprensión de los
misterios de la Cosmogonía.
– Esto que me
dices explica la razón por la cual los precolombinos rechazaban el uso de la
rueda a niveles prácticos al considerarla "altamente sagrada". Sin embargo la
creencia oficialista es que los precolombinos no conocían la rueda, aunque para
hacer esa afirmación deba obviar y dejar sin explicación los juguetes y
miniaturas con ruedas expuestos en determinados museos antropológicos.
– Es cierto, y esto es algo que
resulta del todo inconcebible. Me refiero a que muchos científicos de hoy en
día puedan seguir afirmando que los precolombinos desconocían el uso de la rueda.
– Por otro lado
resulta muy evidente que los diseños circulares han sido muy utilizados en toda
América.
– ¿Y no crees que eso lo ve
cualquiera que no tenga ciertos prejuicios...? Todos esos diseños son en
realidad expresiones de un conocimiento metafísico, cosmogónico y del principio
que la rueda representa.
Sábado, 19 de Febrero.
Por la mañana llamo a Federico para
despedirme de él, ya que durante un par de días va a estar fuera, concretamente
por la zona de Tarragona. A Federico siempre le ha gustado esa ciudad en donde
asegura haber encontrado las huellas romanas más importantes de España. Así que
nos emplazamos para el próximo lunes.
Dedico el día a poner en orden las notas de
estos diálogos en torno a una obra que efectivamente debe ser catalogada de
providencial para nuestro tiempo y lugar, como es la de René Guénon, la de
Ananda K. Coomaraswamy o la de Alan Watts, dado que representan un medio
universal y unánime de interpretar la realidad del mundo y del hombre, al
tiempo que se nos brindan las herramientas intelectuales que necesitamos para
salir de las encrucijadas existenciales y recuperar la capacidad de pensar.
Un Conocimiento Universal que una cadena
áurea de pensadores ha peleado y defendido con sus armas, la pluma y la
palabra, ambas donadas por Hermes, y como él aéreas y sutiles.
Siguiendo los libros de Federico uno se da
cuenta, por ejemplo, de ese importante influjo espiritual que la Tradición
Hermética ha ejercido en Occidente a través de sus distintas formas, y de cómo
a pesar de todas las incomprensiones y hostilidades de unos y otros, ésta ha
tenido la suficiente vitalidad como para perdurar hasta nuestros días, de lo
que dan testimonio diversos autores. Pienso, por ejemplo, en esos alquimistas y
astrólogos que aparecen en los diferentes grabados trabajando, estudiando,
meditando, orando o simplemente absortos en la contemplación, pero siempre
aparecen solos, pues la Obra Hermética se produce en la interioridad del athanor, en el corazón,
donde está el verdadero templo humano. Bien sabemos que la gota de agua llega a
horadar la piedra. |