Federico González: La Tradición Viva
Francisco Ariza
VI
ESOTERISMO
SIGLO XXI
EN TORNO A RENE GUENON
El
año 2000
Federico publica Esoterismo
Siglo XXI: En torno a René Guénon (Ed. Muñoz
Moya, Brenes, Sevilla), obra que ya nombramos más arriba, y que
desde luego es una contribución
importante para conocer de primera mano el panorama que presentan hoy
en día las diferentes formas del esoterismo occidental, con sus
luces, pero también con sus sombras,
debido al momento cíclico que vivimos. En efecto, en este libro, que es
asimismo una aportación al conocimiento de
la Historia de las Ideas, reúne todo un material referido a los temas
que su autor ha ido publicando en SYMBOLOS y
dando cuenta del panorama
esotérico general en los once años
anteriores al fin del milenio, lo que es lo mismo que poner en valor
los elementos que, como simiente, generarán el siglo XXI y distinguir
entre ellos los pertenecientes a distintos órdenes, atestiguando
así la existencia de una Ciencia Sagrada, es decir de una Tradición
Unánime, tan viva hoy día, y tan verdadera como sus orígenes
increados.
Muchos pensamos que el representante
más autorizado de la Ciencia
Sagrada en Occidente para este tiempo (aunque hay igualmente otros autores
de la misma auténticos) es René Guénon; y su obra,
que toca pluralidad de ámbitos, el testimonio sintético
y global de esta Ciencia en este momento por el que atraviesa la civilización
Occidental que muchos esoteristas equiparan a un Fin de Ciclo.
En efecto este libro gira
en torno a René Guénon y a
algunos de los temas puntales que nuestro director ha tratado sobre
la Tradición y el Esoterismo en general, incluyendo las recensiones
y comentarios a libros, revistas y eventos culturales relacionados con
las distintas corrientes y personajes que conforman el esoterismo occidental
de hoy día, recensiones y comentarios en los que Federico González
no pierde oportunidad de seguir exponiendo, en breves síntesis
y con un estilo ágil y fresco pero sin menoscabo en cuanto a
su habitual carga de profundidad, sus puntos de vista acerca de la doctrina
y de su aplicación incluso en cuestiones de actualidad, aclarando
unas veces, o poniendo el acento en ciertos temas importantes para requerir
la atención del lector en otras, pero siempre con ese fondo didáctico
y de apertura constante al mundo de las ideas inseparable de su pluma.
Son numerosas las citas
que podríamos escoger para dar una
idea de lo que estamos diciendo, pero pensamos que con las tres que
siguen serán más que suficientes. Por ejemplo, en una
recensión hecha a la revista "Vers la Tradition", y
hablando de la ciudad "física" y de su estructura urbana,
que en el caso de la ciudad moderna crece por adición y no por
yuxtaposición orgánica como ocurre, o ocurría,
en la ciudad construida según los criterios de la Ciencia Sagrada,
he aquí lo que nos dice:
No es ésta una consideración tan periférica como
pudiera parecer pues una "ciudad tradicional" lo es tanto
por su estructura social como por su estructura urbana ya que ésta
cumple la función de soporte "físico", función
que, dicho sea de paso, le es conferida en virtud del rito fundacional,
lo que da fe además de su adecuación a los principios
metafísicos. Y este es también un aspecto importante (diríase
que propiamente fundamental) que no pasó inadvertido para Guénon,
porque está en la raíz misma de la "idea" de
ciudad: es el rito quien otorga validez al orden. Siempre el urbanismo
fue una cuestión política (utilizamos aquí estos
términos en su sentido más noble), aunque obsérvese
cómo en la actualidad es precisamente al revés: es la
política vulgar la que se sustenta en el urbanismo vulgar, de
tal manera que los arquitectos y urbanistas modernos llegan a tener
más "poder" que los políticos (p. 160).
Asimismo, en las págs. 266-267, haciendo la recensión
del estudio de Isaac Newton El Templo de Salomón, y resaltando
lo referido por el prologuista de esta obra eminente sobre lo dicho
por el economista Keynes, que llamaba a Newton el último de los
magos, nuestro director nos dice de nuevo:
Efectivamente, el ilustre
sabio que enunciara la famosísima
ley de la gravedad universal fue un esoterista que veía en la
naturaleza el Templo del Gran Arquitecto del Universo y por lo tanto
al científico como un sacerdote que podría intervenir
en los procesos del mundo y llevar hacia el Conocimiento y el Origen
gracias a las pistas que el Creador había manifestado y al tiempo
velado en su discurso criptogramático. (…) "¿Por
qué le llamo mago?, –se preguntaba Keynes– "Porque
contemplaba el Universo y todo lo que en él se contiene como
un enigma, como un secreto que podía leerse aplicando el pensamiento
puro a cierta evidencia, a ciertos indicios místicos que Dios
había diseminado por el mundo para permitir una especie de búsqueda
del tesoro filosófico a la hermandad esotérica".
(…) En un manuscrito suyo titulado The original of religions puede
leerse: "De manera que era propósito de la primera institución
de la religión verdadera en Egipto proponer a la humanidad, mediante
la estructura de los antiguos templos, el estudio de la estructura del
mundo como el verdadero Templo del gran Dios al que adoraban".
Y en la p. 156, comentando
el estudio "L'initiation" de
Gastón Georgel aparecido en la obra colectiva: René Guénon
et l'actualité de la Pensée Traditionnelle:
De hecho, la Iniciación es iniciación en el Conocimiento,
y esto lo manifiesta Guénon de cabo a rabo en su obra; igualmente
es sabido que éste destaca, siguiendo a Aristóteles, la
identidad entre Ser y Conocimiento, motivo por el que se es lo que se
conoce. La iniciación sin el ser es un absurdo, así se
trate de Misterios Menores o Mayores, y los recipiendarios de una influencia
espiritual transmitida de modo vertical, aunque recibida en lo horizontal,
son los portadores de ese Conocimiento como obtenido de una manera gradual
a través de toda clase de pruebas, que abarcan lo físico,
lo psicológico y lo espiritual, y que se encarna en el ser individual
identificándolo con el Ser Universal, expresión afirmada
del No Ser (En Soph), que sólo de modo indirecto está relacionada
de manera refleja con ceremonias, sacramentos o actitudes solemnes.
El verdadero rito es el Rito del Conocimiento, producto de la Intuición
Directa, radicada en el Corazón, promovido por una Enseñanza
y ella no tiene demasiado que ver con adscripciones burocráticas
y pequeñas formalidades institucionales.
Acerca de esto último Federico cita abundantemente la autoridad
de Guénon en cuanto a las diferencias que éste, como el
más insigne representante de la Doctrina Tradicional en el siglo
XX, establece entre el Ser y el No Ser. Pocos autores actuales, aparte
de nuestro director, dan la importancia que merece a esta cuestión
que es clave en la comprensión de la verdadera idea de lo que
es el Conocimiento, y por extensión la sabiduría Iniciática,
que lo expresa de tantas y tantas formas pero siempre señalando
esa jerarquía entre el Ser del Cosmos y su Origen Inmanifestado
(En Soph en la Cábala), frente al cual aquél es
tan sólo un punto afirmado en su Infinitud. Lejos de ser una
mera "especulación" esta Idea es tal vez lo más
operativo que existe pues en ella está la raíz y la esencia
de lo que hay que entender por la transmutación y por la transformación
alquímicas, que se producen siempre en la conciencia humana tras,
si se nos permite la expresión, una "inmersión" previa
de ésta en esa "Noche Oscura" (las "Tinieblas
Superiores más que luminosas" de las que habla Dionisio
Areopagita) cantada por San Juan de la Cruz en estos términos:
"En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba
cosa, sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía."
En esa Idea reside por tanto
el camino hacia la auténtica Libertad
a la que conduce el Conocimiento, y que pasa necesariamente por el Uno-Solo
de que se habla en el Corpus Hermeticum y que tan abundantemente
se menciona en Hermetismo y Masonería, libro fundamental
para el conocimiento de la Historia de las Ideas del que más
adelante nos ocuparemos.
Las citas recogidas en diferentes
obras de Guénon en las que
nos habla sobre esta cuestión tan importante (la diferencia entre
el Ser y el No-Ser) aparecen al final del capítulo VI, titulado "Guénon
en el corazón", en el que nuestro director señala
la importancia capital de la obra del gran metafísico francés,
y hablando en nombre también de los redactores de SYMBOLOS y
de muchos de los lectores de Guénon, afirma que dicha obra ha
sido una guía intelectual que ha permitido evadir, como Dante
relata al comienzo de La Divina Comedia, la senda oscura, y ha
hecho posible el
vincularse a una luz duradera en el recorrido de su destino y por
lo tanto el agradecimiento subsecuente es de rigor entre aquellos que
han vivido la experiencia de su pensamiento.
Destaca
Federico la perfecta adecuación a nuestro tiempo del
lenguaje utilizado por Guénon en la exposición de las
ideas, de la claridad conceptual y la exactitud en la expresión
con que se teje su discurso, producto sin duda alguna de su rigor intelectual,
el cual se comunica también al lector,
al que
de una u otra manera se le despierta una especie de "reminiscencia",
respecto a multitud de imágenes que no recordaba, pero que formaban
parte de su bagaje cultural y personal; lo que, sin duda alguna, promueve
en el interesado, a su vez, multitud de analogías. (…)
el campo riquísimo que se nos abre es ciertamente lo más
verdaderamente Universal que hayamos conocido.
Pero por sobre todo subraya
lo fundamental que ha sido para muchos de los lectores de Guénon comprender la importancia del símbolo
y su valor como transmisor de la Ciencia Sagrada, que es lo que le otorga
su verdadera función:
Igualmente la relación entre los distintos símbolos
entre sí, constituyendo códigos completos de conocimiento
y aperturas que se van despertando mientras se avanza en los trabajos
y se estudian –y comprenden– al encarar las distintas formas
en que se manifiesta el Ser universal, a través de distintas
culturas, o de experiencias que se pueden deducir de modo analógico
y que están al alcance –configuran el entorno– de cualquier
ser humano contemporáneo.
Estas correspondencias entre
cultura y cultura, mito y mito, diferentes lenguas, etc., son características de Guénon, que maneja
y desarrolla distintas simbólicas, incluso alejadas en el tiempo
y el espacio, entrelazando imágenes que terminan convirtiendo
en un lenguaje propio el vehículo de las ideas de lo que él
llamó la Ciencia Sagrada. Como bien se ha dicho: la inteligencia
brilla con lo que la refleja.
Evidentemente muchas de
las cosas que nuestro director dice sobre la obra de René Guénon pueden ser dichas también
sobre la suya propia, pues quien conoce ambas sabe perfectamente que
las dos se complementan y coinciden en lo esencial, siendo además
una y otra exponentes claves en la permanencia y actualidad de la Tradición
Unánime en Occidente; incluyendo la firmeza en la "defensa" de
esa Tradición y el Pensamiento que vehicula ante los desvaríos,
desmanes, manipulaciones, imposturas y despropósitos con que
desde diferentes instituciones, medios y personalidades se intentó ya
en tiempos de Guénon, y se intenta ahora, mancillar la Ciencia
Sagrada, naturalmente sin conseguirlo dada la propia naturaleza de lo
que ella vehicula, nada más y nada menos que las ideas de orden
metafísico, lo cual está muy por encima de los extravíos
de los seres humanos.
De ahí que, en este sentido, sean particularmente importantes
los cinco primeros capítulos de Esoterismo Siglo XXI,
a saber: "Religión y Metafísica en el Fin de Ciclo", "Esoterismo
y Fin de Ciclo", "¿Qué es la Tradición?", "Breve
sobre la necesidad del exoterismo" y finalmente "Algunas expresiones
del esoterismo actual". Son artículos necesarios e imprescindibles
para entender muchas cosas acerca de la profunda degradación
que atraviesa el esoterismo y la Tradición en general en sus
distintas formas y expresiones, incluidas las religiosas, y no sólo
en Occidente sino en todo el planeta, degradación que está en
consonancia con el momento cíclico que atraviesa la humanidad
en su conjunto, anunciador del "fin de los tiempos". Como
dijimos anteriormente nada puede ser más nefasto que la confusión
en el orden de las ideas, antesala de la tergiversación, la manipulación
y finalmente de la mentira y la traición, siendo ésta
la secuencia de una siniestra lógica inevitable si antes no interviene
el necesario rigor intelectual para cortarlas de raíz, en beneficio
de nuestra salud espiritual, si se nos permite la expresión.
Míticamente, y ciñéndonos concretamente a la Tradición
Cristiana, ese rigor tiene su arquetipo divino en San Miguel, "Príncipe
de las Milicias Celestes", y su arquetipo humano en San Jorge,
patrón de las órdenes de caballería, y los atributos
simbólicos con que se acompañan en su acción salvífica,
la espada y la lanza, hacen clara referencia a la idea de eje y de verticalidad.
Es precisamente en este
fin de ciclo donde debe exponerse toda la verdad, comenzando por la
revelación de la auténtica cosmogonía,
el modelo del Universo, los Secretos conocidos por los sabios de todos
los tiempos, y desenmascarar lo que se pretende efectuar con la impostura "religiosa" y
sus falsas "teologías" y "santos" maestros
cuyos planteos literales eminentemente inspirados en lo profano, llegan
al colmo de negar sus propios libros sagrados al malversar sus contenidos
e incluso tomarlos para propio beneficio. Si éste no es el momento
de poner en su justo lugar este intento contratradicional, aparentemente
aceptado en el seno de las religiones abrahámicas y por grupos
místico-esotéricos caracterizados por su hipocresía
respecto a los auténticos valores morales [valores que el autor,
en la p. 75, identifica con la virtus romana, o sea con la valentía,
la generosidad, el desprendimiento, etc.], ¿para cuándo
lo dejamos? ("Religión y Metafísica en el fin de
ciclo").
Es innegable la contribución que Federico González ha
hecho con estos artículos y con este libro al esclarecimiento
del panorama esotérico contemporáneo (y sobre el momento
cíclico que vivimos), una actualización como la que hizo
Guénon en su tiempo, y, como él, nuestro director también
nos da las ideas esenciales para que con "la Pasión, que
la antigüedad denominó Furor", vayamos efectivamente
desenmascarando externa e internamente, o sea en uno mismo, a los verdaderos
enemigos del Conocimiento, revestidos de mil formas y maneras, pues
Lo que no podemos permitirnos
es no saber nada acerca de las circunstancias que nos han tocado vivir.
Debemos conocerlas porque ellas son las formas,
los símbolos, en que se ha manifestado a nosotros la vida, al
ser parte integrante de la misma. Si no conocemos nuestro medio y no
nos sentimos partícipes en menor o mayor medida de él,
no podremos salir del mismo. Y entonces no tendremos más remedio
que intentar una fuga imaginativa que, por otra parte, es lo que estamos
habituados a hacer cotidianamente. Por el contrario, la primera labor
del aspirante al Conocimiento es enfrentar el mundo que le ha correspondido.
Es decir, verlo y oírlo, aunque estemos en la fase final del
Kali-Yuga. ("¿Qué es la Tradición?").
En este mismo capítulo hay unas reflexiones muy instructivas
y que podemos aplicar en distintos órdenes de ideas acerca de
los "peligros" a que conduce la solidificación de las
instituciones tradicionales, ya fuesen iniciáticas (esotéricas)
o referidas específicamente a una cultura o civilización,
tema éste que nuestro autor ha expuesto en diferentes lugares
de su obra y que desde luego es muy importante para entender la naturaleza
intrínsicamente dual de cualquier manifestación o exteriorización,
así sea el orden en que esto se de. Esa solidificación
responde a las leyes cíclicas y es un componente mismo del ser
cósmico y humano, es decir de lo manifestado como tal, pero que
no afecta a la Esencia de esa misma manifestación, cuya "característica",
si se nos permite la expresión, es lo virginal, lo incorruptible
y lo incondicionado:
La institución visible lleva en sí el germen de su propia
decadencia y de la humanidad a la que pertenece. Cuando los templos
y las culturas terminan de construirse, de solidificarse, comienzan
en ese momento su lenta degradación. Tal es la ley del ciclo;
cuando por fin se ha podido construir la cultura o la ciudad –creada
por sus constructores–, cuando por fin el inmenso esfuerzo de unos
pocos ha dado lugar a una codificación, es decir, a un orden,
adecuado para la realización de la vida humana, este orden comienza
a decaer. Su época de mayor brillantez corresponde a la de su
mejor funcionamiento. Pero es esa propia "función" la
causa de su "caída". La organización viva se
va convirtiendo en un modelo mecánico. Con el tiempo, los hombres
alejados de sus orígenes tomarán literalmente al modelo
mecánico como la "realidad". Dicho de otra manera:
confundirán sus propias concepciones culturales con la vida misma.
Hecho particularmente doloroso cuando estas concepciones han ido perdiendo
verdad en virtud de un desgaste inherente a cualquier ciclo. (p. 53).
El "enderezamiento" cíclico (ligado con la idea de
verticalidad y de recta intención) al que Guénon hace
referencia en distintos lugares de su obra y que tendrá lugar
al final de los tiempos, puede ocurrir en cualquier momento en uno mismo
y forma parte de la dialéctica contenida en la conocida frase
evangélica: "Busca y encontrarás", inherente
a todo proceso iniciático; y esto nos está indicando que
por encima de todas las dificultades que se nos presentan en un mundo
como este, que niega todo lo que tiene que ver con la Ciencia Sagrada
y su realización en el alma humana, existe permanentemente la
posibilidad de cumplimentar esa realización. Y siempre, de una
manera u otra, se cumple la máxima hermética de que "cuando
el discípulo está preparado aparece el maestro",
que es semejante a aquella otra que nos dice que "cuando todo parece
perdido, es cuando será salvado", y que marca un punto de
inflexión en nuestro itinerario existencial al permitirnos la
posibilidad de un ascenso por esa "escala filosófica" de
que nos hablan de una u otra manera todas las tradiciones. La vigencia
del Hermetismo, y dentro de éste de la Masonería, que
pese a la incomprensión generalizada de muchos de sus miembros
hacia la Ciencia Sagrada continúa empero estando viva gracias
a la existencia de logias dedicadas enteramente al estudio y operatividad
del rito y el símbolo, debe tener un sentido relacionado con
esa posibilidad de acceso al Conocimiento, y por lo demás estas
palabras que Guénon escribió hace más de setenta
años en su libro El Rey del Mundo, y que Federico cita
en la nota 29, continúan conservando su plena actualidad:
"Se debe hablar
entonces, como ya lo decíamos precedentemente,
de algo que está oculto, más que verdaderamente perdido,
ya que no está perdido para todos y que algunos todavía
lo poseen íntegramente; y, si eso es así, otros tienen
la posibilidad de volver a encontrarlo, siempre que lo busquen como
conviene, es decir que su intención esté dirigida de tal
suerte que, por las vibraciones armónicas que ella despierta
según la ley de las 'acciones y reacciones concordantes',
pueda ponerles en comunicación espiritual efectiva con el centro
supremo."
*
* *
Volviendo a lo que decíamos anteriormente acerca de la confusión
en el plano de las ideas, uno de los equívocos más graves
es el que lleva a la impostura de suplantar a la iniciación (o
la metafísica) por la religión, lo esotérico por
lo exotérico, cuando es evidente, leyendo a Guénon, y
corroborado en estos estudios por nuestro director, que la superioridad
de la metafísica viene dada por el nivel en que ella se sitúa
por su propia naturaleza, "es decir por su Origen y su Objetivo",
que no es otro que el ámbito de lo Inmanifestado y de lo realmente
Incondicionado (la Posibilidad total e Infinita); mientras que la religión,
está limitada y condicionada precisamente por sus dogmas, credos
y moral, teñido todo ello, sobre todo en el caso de las tres
religiones abrahámicas, por una fuerte presencia de lo sentimental
y emocional, en detrimento de lo intelectual y lo verdaderamente espiritual, ámbito
que la mayoría de sus representantes y autoridades actuales (y
subrayamos lo de actuales, pues no siempre ha sido así) desconocen
por completo. Federico es muy claro a este respecto, y sus palabras
se dirigen a denunciar desde el punto de vista de la doctrina las imposturas
de la inmensa mayoría de las actuales jerarquías religiosas
pertenecientes sobre todo a las tres ramas abrahámicas, pues
ninguna se salva de la degradación actual debido a que han ido
negando paulatinamente su propio esoterismo y por lo tanto han cortado
toda vinculación con la fuente de donde verdaderamente emana
su autoridad. Denunciar esas imposturas no significa en absoluto que
se sea antirreligioso, sino precisamente todo lo contrario: porque se
conoce el origen sagrado de cualquier forma religiosa es que no se puede
ser complaciente con los nuevos fariseos que como mercaderes están
comerciando nuevamente "dentro del templo". Y frente a esa
ignominia no se puede uno quedar de brazos cruzados. El compromiso es
ante todo con la Verdad, teniendo en cuenta además, que antaño
muchos hombres y mujeres de Iglesia fueron también grandes esoteristas
y hermetistas, sin olvidarnos del largo elenco de hermetistas cristianos
que surcan toda la historia de Occidente. Por eso mismo
los redactores de SYMBOLOS nos hemos mantenido totalmente fieles a las enseñanzas evangélicas, así como a las del
Antiguo Testamento. Igualmente a la doctrina de la Iglesia en cuanto
no se aparta del pensamiento tradicional, enunciado en Grecia por Pitágoras
y Platón, expresado posteriormente por los neoplatónicos
y gnósticos (cristianos o no), el Corpus Hermeticum, también
Proclo, y manifestado más luego por Dionisio Areopagita, cristalizándose
de esta manera las estructuras de la Edad Media y su secuela (Escoto
Erígena, la escuela de Chartres, los San Víctor, Alberto
Magno, también algunos aspectos del aristotélico Tomás
de Aquino, Eckhart, Suso, y tantos y tantos otros) hasta llegar al Renacimiento:
Gemisto Pletón, el Cardenal Bessarion, Marsilio Ficino, Pico
de la Mirándola, Nicolás de Cusa, Guillermo Postel, etc.,
etc. Y sus prolongaciones en el mundo moderno. Esa es la doctrina que
nos interesa por ser idéntica a la base metafísica del
auténtico cristianismo original. Y hemos de reconocer que ese
pensamiento ha venido a nosotros a través de Occidente, y por
lo tanto de la cristiandad, y desde luego de su forma de vida y sus
usos y costumbres, que son los nuestros, derivados en gran parte como
se ha dicho de judíos y paganos. ("Esoterismo y Fin de Ciclo",
p. 45-46).
Dicho esto es evidente que
la metafísica y la religión
no se encuentran al mismo nivel
y el desconocimiento de
la metafísica y su sustitución
por lo religioso, que la suplanta, equivale a su negación. Por
lo que hoy se puede confundir –de buena o de mala fe– a lo
metafísico con lo profano (repárese en la inversión)
a fuerza de asociar exclusivamente la religión con lo sagrado.
Esto es exactamente lo mismo
que dice Guénon en distintas partes
de su obra. Precisamente, al final del capítulo V ("Algunas
expresiones del esoterismo actual"), aparece un anexo en el que
se recogen escritos de Guénon señalando las diferencias
entre la religión y la metafísica. Por ejemplo, esta cita
del cap. IV de Oriente y Occidente:
La metafísica y la religión no están ni estarán
jamás en el mismo plano; de ello resulta, por otra parte, que
una doctrina puramente metafísica y una doctrina religiosa no
pueden competir ni entrar en conflicto, puesto que sus dominios son
claramente diferentes.
O esta otra, aparecida en el cap. III de Apreciaciones
sobre la Iniciación:
el esoterismo es esencialmente
otra cosa que la religión,
y no la parte "interior" de una religión como tal,
incluso cuando toma su base y su punto de apoyo en ésta como
ocurre en ciertas formas tradicionales, en el Islamismo por ejemplo;
y la iniciación no es tampoco una suerte de religión especial
reservada a una minoría
Asimismo, no deja de ser
significativo, por lo que tiene de "penoso
signo de los tiempos", que sea precisamente entre algunos de los "seguidores" de
Guénon, capitaneados por tres de sus "herederos" (el
ya nombrado F. Schuon, M. Pallis y J. Reyor), donde esa confusión,
y otras de igual calibre, se produce de manera escandalosa:
A ellos deben sumarse los "tradicionalistas guenonianos" de "estricta
observancia", que en su mayor parte son más papistas que
el papa, y les coge una especie de rigor que asocian con la visión
religiosa, la "moral", la política inquisitorial y
una presunción inversamente proporcional a su Conocimiento. Y
es lógico que así sea: ¿de qué forma podría
la contratradición cumplir su función de mejor modo que
adulterando el pensamiento y la obra del más grande intérprete
de la Ciencia Sagrada en este siglo? Guénon comenzó la
lucha contra los impostores y la degeneración no ha cesado y ¿dónde
podría notarse más si no es precisamente en lo ámbitos
supuestamente relacionados con esa Ciencia Sagrada? ("Esoterismo
y fin de ciclo").
Por eso precisamente el
autor denuncia a todos esos impostores que alguien calificó alguna vez y con toda justicia de "parásitos
de la obra de René Guénon", siendo tal vez el más
siniestro de todos F. Schuon, antiguo colaborador (como Reyor y otros)
de Guénon hasta cierta época, a partir de la cual se convierte
en un adversario y en un adulterador (y traidor) de la obra del gran
metafísico francés, y en consecuencia de la Ciencia Sagrada,
expuesta con toda fidelidad por dicha obra en sus aspectos fundamentales.
Son estas personas, como tantas semejantes a ellas, que por las circunstancias
que fuesen tomaron en un momento dado la senda equivocada, y por no
haber rectificado a tiempo, y haberse enquistado en el error, se fueron
alejando cada vez más de la fuente de la que bebieron hasta perderse
en la propia "tela de araña" que ellos mismos se tejieron.
Por ello, esos comportamientos son también "ejemplares" de
alguna manera, pues nos hacen ver y comprobar los peligros y dificultades
que acechan en el camino del Conocimiento, al menos durante un trecho
de él, aquel que se corresponde en la Cábala con el nivel
más bajo del Plano Intermediario, Yetsirah, llamado de
las "formaciones". Y es indudablemente también por
esta razón que nuestro director ha querido señalar tanto
a esas confusiones como a quienes han sido sus promotores, pues finalmente
todo ello no es sino la expresión de una "entidad" amorfa
que está tan alejada de la verdadera Sabiduría que precisamente
ese contraste nos hace ver la Grandeza y Majestad de la misma.
En este sentido
nos parece muy instructivo el Apéndice 2 y último
de Esoterismo Siglo XXI, titulado "Schuon versus Guénon",
que en su momento constituyó el Nº 9 de los Cuadernos de la Gnosis,
de la Editorial SYMBOLOS. En él,
como se dice en la Presentación,
se publican algunas de las afirmaciones de Schuon (muchas de ellas llenas
de ignorancia y maldad, que como nos advierte Platón suelen ir
acompañadas) realizadas en su gran mayoría en publicaciones
dedicadas a Guénon y que han ido apareciendo a lo largo del tiempo
tras la muerte de éste. Asimismo se publican diversos documentos
aparecidos en distintos medios periodísticos a lo largo del tiempo
y que muestran las diferencias esenciales que existen entre la obra
de René Guénon y la de Schuon, que no es sino la sombra
de aquella. |