Roman, Denys: René Guénon et les Destins de la Franc-Maçonnerie. Les Editions de l'Oeuvre. París, 1982. 207 págs.
Este libro (constituido en gran parte por artículos publicados en las revistas Etudes Traditionnelles y Le Symbolisme) representa el testimonio intelectual de un masón, Denys Roman, que consagró toda su vida a los estudios sobre los símbolos y los ritos de la Orden, amparado en la guía espiritual de la obra guenoniana (ver aquí el artículo de J. D. Villedieu: "Denys Roman: guenoniano y masón"). Se trata, sin duda alguna, de un libro importante por lo que tiene de síntesis del pensamiento de Guénon en relación al tema masónico, pero también por lo mucho que sugiere y las perspectivas que abre a cuantos como él consideran a la Masonería en su aspecto estrictamente iniciático, que es el esencial. Para D. Roman, en efecto, y en lo que respecta a la Orden masónica, hay un antes y un después de Guénon, hecho éste que ha sido entrevisto por los masones más lúcidos de nuestro tiempo, no necesariamente "guenonianos" como podría pensarse, tales Arturo Reghini, Marius Lepage o Jean Baylot, quien afirmó que la obra de Guénon es "esencial para la inteligencia masónica del presente y del futuro", y también que "la influencia del pensamiento guenoniano sobre la Masonería es un fenómeno irreversible". Aunque algunos no lo admitan, es innegable la influencia de ese pensamiento en la Masonería, o si se prefiere en algunas Logias masónicas, precisamente en aquellas que mantienen todavía vivo su espíritu tradicional, aglutinando en torno suyo a los masones que aspiran a la realización del Conocimiento. Habla también D. Roman del carácter "universal" de la Masonería, que para él, como para Guénon, le viene de su pertenencia a la Tradición "perpetua y unánime". Y se pregunta si la mayoría de los masones conocen bien lo que implica esta universalidad: "La Masonería es sin duda la única organización iniciática del mundo que no está ligada a un exoterismo particular. Pero ello, como dice Guénon, no debería dispensar a los Masones adherirse a cualquiera de los exoterismos existentes en la actualidad, incitándoles más bien a no limitar su interés a su propia tradición, estudiando, gracias a la 'clave' del simbolismo universal, todas las tradiciones de las que pudieran tener conocimiento".
Un tema importante abordado por D. Roman, y que articula en cierto modo todo el libro, es la cuestión de los orígenes de la Masonería, de los que Guénon dijo que eran diversos, "habiendo recibido la herencia de numerosas organizaciones anteriores". Además esas herencias forman parte constitutiva de la propia historia sagrada de la Masonería, de sus mitos y leyendas ejemplares, que en tanto que símbolos de una realidad supra-histórica y vertical, constituyen vehículos de la influencia espiritual. Capítulos como "Pitagorismo y Masonería", "El Temple, Orden iniciática cristiana", "Del Temple a la Franc-Masonería por el Hermetismo cristiano", "Sobre algunos aspectos de la Masonería llamada 'escocesa'", "Masonería Templaria, Masonería Jacobita y Masonería Escocesa", "A la Gloriosa Memoria de los dos San Juan" y "Euclides, discípulo de Abraham", abundan en todas estas ideas, llegando el autor a la conclusión de que la Masonería, gracias a todas esas herencias, se ha convertido en una especie de "... 'Arca' donde se ha producido 'el amontonamiento' (l'entassement) de todo lo que de verdaderamente iniciático ha habido en el mundo occidental (...) Pero este 'parentesco' de la Masonería con numerosas tradiciones conduce a otra consecuencia, también muy importante. Cuando una organización procedente de tal o cual tradición está a punto de desaparecer, ésta puede ciertamente transmitir todo o parte de su 'depósito' a otra organización perteneciente a la misma tradición; pero también puede hacer esta transmisión a la Masonería, puesto que esta última no es extraña a ninguna forma tradicional".
De hecho, el carácter judeo-cristiano, pitagórico y hermético constituye propiamente la estructura simbólica y ritual de la Masonería (sus señas de identidad podríamos decir), añadiéndosele después de la Edad Media las herencias del Temple y de la Orden Rosa-Cruz, siendo ambas determinantes en la configuración de la Masonería actual, en el sentido de que gracias a ellas ésta pudo seguir conservando su carácter tradicional, habida cuenta del expolio que sobre los antiguos rituales operativos estaban cometiendo los "modernizadores" del siglo XVIII. A este respecto, y refiriéndose a los iniciados que en el siglo V aproximadamente "cristianizaron" la Masonería occidental, D. Roman asegura que "lo que ellos dejaron subsistir en la Masonería de los Collegia fabrorum romanos, así como del simbolismo polar, las referencias al Pitagorismo y a las tradiciones celta, caldea, egipcia y greco-latina, fue gravemente dañado por la nefasta acción de Anderson y sus pálidos imitadores. Y ¿no sería precisamente para reparar estas "heridas" por lo que habría sido instituida la 'Masonería Escocesa' "? (pág. 83). Esa receptividad masónica hacia todas las tradiciones "ha permitido que elementos [doctrinales y simbólicos] de civilizaciones ya desaparecidas permanezcan vivos, que no solamente son vestigios del pasado, sino también 'gérmenes' para el futuro". Esta capacidad de "reunir lo disperso" coloca a la Masonería ante un destino que D. Roman no duda designar de "escatológico", pues el "Arca" masónica "hace pensar en la 'separación' que debe efectuarse en el fin del ciclo entre lo que debe perecer y lo que ha de ser salvado (...) Esta transmisión de elementos 'antiguos' a la Masonería implica que esta última tiene un papel que jugar en el fin del ciclo y que en consecuencia ella debe permanecer viva hasta el término de nuestra humanidad (...) Es por esta razón que se dice que 'la Logia de San Juan está en el valle de Josafat' [aquel en el que según la tradición judeo-cristiana tendrá lugar el 'Juicio Final']. Por lo tanto, es perfectamente conforme al simbolismo tradicional que la organización 'elegida' para 'abrigar' semejante función haya tenido por actividad original la construcción en piedras, es decir el arte de construir los edificios más propios para asegurar la 'estabilidad' de la 'morada' de los hombres".
No menos importantes son los cap. que D. Roman dedica a otro tema de candente actualidad entre las Logias que pretenden "restaurar" el sentido simbólico e iniciático de los rituales, teniendo en cuenta que, como dijo Guénon, la ejecución del ritual es lo que verdaderamente constituye el trabajo masónico. En esos capítulos, sobre todo en el titulado "Cuestiones de Rituales", D. Roman esboza algunas de las ideas que Guénon tenía al respecto. Reseñamos algunas de ellas, por ejemplo la necesidad de conservar "rigurosamente las 'características' de un Rito, es decir los signos, palabras sagradas, marchas, edades rituales, baterías y otras cosas enumeradas en los 'tuileurs' [especie de manuales donde se recoge lo fundamental del rito masónico]"; el uso "perfectamente legítimo de introducir elementos rituálicos en los que se reconoce el carácter tradicional, aunque ellos sean tomados de Ritos diferentes de aquel sobre el cual se trabaja"; la recuperación de las "lecturas" de las "instrucciones" o "catecismos", eliminando "el carácter moralizante en provecho de su significación iniciática", recalcando que ello serviría también para "introducir la relación de los principales acontecimientos de la 'Historia tradicional' de la Masonería, y sobre todo de la 'leyenda del oficio', entresacando su significación espiritual". Esto último alude "en suma al simbolismo hablado, a la 'tradición oral' de la Masonería". Y añade que "este simbolismo oral ha sido más maltratado durante el curso de los años que el simbolismo figurado [geométrico], porque transmitido en principio de boca a oído, éste fue a menudo víctima de la incomprensión de los transmisores (...) Pero para quien [influenciado por la obra guenoniana] ha tomado conocimiento de las reglas rigurosas de esta ciencia exacta que es el simbolismo universal, no cabe ninguna duda de que estas palabras a veces alteradas, estas fórmulas enigmáticas y estas leyendas muchas veces inverosímiles, son los vestigios, debilitados pero siempre vivos, de una doctrina sublime y de un método eficaz inspirado por una Sabiduría no-humana".
En el mismo cap., y ya para finalizar, D. Roman se refiere especialmente a la obra de un autor hispanoamericano, Aldo Lavagnini, la cual (reeditada varias veces por Ed. Kier) expresa la voluntad de restablecer el lazo con el verdadero espíritu de la tradición masónica. Destacamos este dato porque es bien raro encontrar en lengua castellana autores que traten con seriedad y rigor el simbolismo iniciático de la Masonería, y nos congratulamos asimismo de que D. Roman haya traspasado las "fronteras" de las logias francesas y anglosajonas, que parecerían tener la exclusividad de la llamada "regularidad" masónica, la cual para Guénon no venía dada por la afiliación a una determinada Gran Logia, sino por estar en conformidad con los principios y "antiguos usos y costumbres" de la Orden masónica, y a través de ellos con la Gran Tradición Universal.
F. A.
(Revista SYMBOLOS Nº 9-10, 1995, 'René Guénon' p. 385)