Portada del Cuaderno que reseñamos.

Ariza, Francisco: El «Homo Deus» Tecnológico y sus Falsos Profetas. Un Símbolo del Fin de Ciclo. La Memoria de Calíope: Cuadernos de la Tradición Unánime 24. Marzo 2021. 52 págs. (pdf).

Uno de los conceptos presentes en este trabajo es el de «transhumanismo», que podríamos dar a estas alturas por sobrentendido, sin embargo, creemos de interés detenernos en él. Trans significa más allá de..., ahora bien, podría ser visto ese más allá como un avance, sin embargo, como señala F. Ariza es al contrario un descenso, o sea que podemos decir que es subhumano. El mito de la Torre de Babel ejemplifica bien esta carrera hacia la cantidad en detrimento de la cualidad y las consecuencias de tal alejamiento del centro, de la Unidad. Esta Torre de Babel que es nuestro mundo padece exactamente la maldición que acompaña a aquellos que pretendían alcanzar los cielos y lo que consiguieron fue sumirse en la confusión de lenguas, es decir en la imposibilidad del entendimiento y la concordia que inevitablemente lleva a la discordia, la violencia, el dolor y la muerte.

Es por toda esta confusión entre lo genuinamente humano y la artificialidad tecnológica, que el modelo de sociedad que nos proponen los «visionarios» de la tecno-religión no puede ser para nosotros un modelo «a imitar», salvo que quedemos prendidos en los encantos de sus «brillos» y «prodigios». Si la tecno-religión es la idolatría de nuestro tiempo, el nuevo «becerro de oro» no será ya tanto el dinero –que pronto será totalmente virtual–, o la riqueza material, sino la tecnología misma, que es el pilar –con base de barro– que sostiene a este mundo. La «entronización» de la inteligencia artificial y sus aberraciones post-humanas, será el triunfo, provisional, de lo que bíblicamente se conoce como el «reino del Anticristo», que es el enemigo del hombre y de lo verdaderamente humano. De ahí que el post-humanismo fomentado por la tecnología sea en verdad la negación de lo humano, o sea una «contra-humanidad». (pág. 34).

Muy oportunas las citas del comienzo, palabras sabias de quienes han conocido las circunstancias y señales de los tiempos finales que a nosotros nos tocan en directo.

¿Dónde están los sabios, los chamanes, los hombres de conocimiento en definitiva? Estos siempre son una minoría y más en una edad como la actual signada por el hierro. Y si las columnas que comunican cielo y tierra son abatidas ¿quién podrá evitar la ruptura del vínculo entre las partes?

El arte, salvo en nuestra época, siempre estuvo asociado a la ciencia como un conocimiento del mundo partiendo de la experiencia directa con lo sagrado. Hablando de esa experiencia Federico González señala en su «Estudio sobre Hermetismo y Ciencia» (cap. III de Hermetismo y Masonería) que la experimentación de la ciencia (tal como la considera Roger Bacon en el s. XIII) no es sólo física, como podría pensarse, "ya que su grado más alto es la Revelación; es decir que el Conocimiento de lo Sagrado es la mayor experiencia, aunque también incluye la magia en sus dos vertientes: la que se apoya en la naturaleza de las cosas, y la que utiliza trucos que de alguna manera violentan esa naturaleza, o sea que hay una magia «buena» y otra «mala», o mejor, hay dos formas de actuar respecto a la naturaleza, una es lícita y la otra no lo es. Hay algo de profético en esta división, si se tiene en cuenta el posterior desarrollo de la civilización occidental, y la supremacía actual de la segunda sobre la primera, es decir del empirismo, la racionalización, el método estadístico y la falsa idea de una evolución y de un progreso indefinido, material y técnico, capaz de solucionar todos los males"(1). (pág. 9-10).

Verdaderamente el hombre se ha alejado de la Realidad, y por tanto de sí mismo, al punto de vivir una vida en paralelo que nunca será suya ni por lo mismo, soporte de su realización. Situación que nos recuerda el cuadro de Edvard Munch: «El grito», pues ¿qué es una sociedad de hombres y mujeres inconscientes, dopados, en definitiva, castrados para lo espiritual-intelectual, sino una visión del horror? Estamos en una fase de colapso del orden mundial, debido precisamente a un movimiento expansivo desbocado e imparable. Dicho de otro modo, a un oscurecimiento galopante de la luz. Y el movimiento centrífugo si perdura indefinidamente tendrá un final que en última instancia es el fin del mundo en el que se produce. 

Pintura de Edvard Munch, El Grito.
E. Munch, "El Grito", en Wikipedia

Hay que felicitar a Francisco Ariza por estas reflexiones que nos llevan al meollo, a la causa de lo que hoy, con mayor o menor intensidad, todos nosotros vivimos, inmersos como estamos en la ciénaga de la confusión. Y agradecerle por dos motivos: por la importancia y urgencia del tema y por el nivel al que lo trata, exponiéndolo con claridad, precisión e inspiración, a la luz de la simbólica, la ciclología y la historia sagrada.

La importancia de textos como el que reseñamos es capital si consideramos que:

Los falsos profetas del transhumanismo, creyendo ser los guías que nos conducirán a esa supuesta “Nueva Era” prometida, son sin embargo títeres en manos de fuerzas muy oscuras. Todos ellos representan su papel a la perfección: el de conducir a la humanidad al ámbito de lo infrahumano por la artificialidad de lo que adoran y creen con fe ciega. (pág. 12).

Estos falsos profetas invierten el significado de los símbolos, profanando lo sagrado y consumiéndolo sin atisbo ninguno de reflexión o consciencia del alcance de sus acciones y de su ignorancia. 

Señalar también que el autor ha hecho el trabajo de inmersionar en este mundo incluyendo la terminología que lo vehicula por ejemplo: «post-humanidad», «homo deus», «tecno-religión» y otros similares: 

… si la verdad ha sido sustituida por la post-verdad, ¿qué sería entonces la post-humanidad sino una parodia invertida de la propia y genuina humanidad? Sabemos que la post-verdad es una manera de denominar a la mentira, o sea que lo cierto, la certeza intelectual y su influjo en el pensamiento, que ha de ser libre para conocer la realidad, para descubrir el sentido y fundamento de nuestra existencia, eso, que es lo que más importante, es lo que menos interesa, afectado como está el ser humano actual de una cada vez mayor y alarmante puerilidad. (pág. 14).

En la segunda parte de este trabajo se habla de “la parodia de la “inteligencia artificial”.  Referencia, muy al caso, al film Tiempos Modernos de Chaplin que hace casi un siglo se adelantó a su tiempo planteando situaciones que el devenir no ha hecho sino confirmar y llevar a grado superlativo, aunque en modo más “sofisticado”.

El maquinismo y la solidificación que éste propulsó han quedado, en cierto modo, atrás, y hoy la mentalidad imperante es 

mucho más maleable y «líquida» … De hecho, y como ya hemos sugerido, se trata del nuevo «paradigma cultural», propio de la aldea global. 

Vivimos dentro de ese paradigma y nos manejamos con sus códigos. Este es el juego, el escenario en el que nos toca jugar hoy en día dentro del Gran Teatro de Mundo, y no podemos no jugar la partida ni el papel que nos corresponde dentro de él. Recordemos que la palabra cibernética proviene del griego y quiere decir «buen piloto», en referencia concretamente al «arte de navegar», lo cual evoca evidentemente al «internauta» de nuestros días; en consecuencia el paradigma cibernético aplicado a la tecnología de la «inteligencia artificial» es hoy en día el que gobierna o «pilota» la sociedad humana a escala mundial (pág. 27).

Como se dice en la película 1984 basada en la obra del mismo título de G. Orwell (otra utopía invertida) «el hombre es infinitamente maleable», y si quien lo moldea es un pensamiento que confunde y «mezcla» lo «material» con lo «espiritual», lo profano con lo sagrado, el resultado final, y llevado a sus límites extremos, no puede ser otro que esta aberrante tecno-religión y este transhumanismo que definen la mentalidad «cibernética» que se va imponiendo como algo inevitable, como una fatalidad, que es también, finalmente, el cumplimiento de un destino cíclico. (pág. 33-34).

Detengámonos por un momento, preguntémonos qué nos importa verdaderamente en el carrusel de la vida. Nos devora la cantidad y la superficialidad: leemos los titulares y creemos haber leído el articulo completo y poder argumentar sobre él como los que sí lo han hecho. La falta de vergüenza y el descaro es tan común que se ve como normal.

Cree este sistema imperante que el poder reside en el dominio del otro. Mejor sería tener ciudadanos capaces de dominarse a sí mismos, es decir guerreros dispuestos a llevar a cabo la batalla interna que libera de enemigos y obstáculos en la realización del Sí Mismo. Y por tanto en la actualización de la posibilidad del descenso de la Shekhinah, bendita sea, en aquellos receptáculos puros que la invocan.

El tercer y último capítulo lleva por título: la «corrupción de los mejores» y la «unión en el arca», tema para la reflexión de todos nosotros, “buceando” en un tiempo final pleno de posibilidades en todas las direcciones. ¡Ojalá que los árboles no nos impidan ver el bosque! 

La «caída en la ciénaga» de que se habla en algunas tradiciones, es un peligro que no desaparece hasta que el ser haya superado el «nivel de las aguas inferiores», o sea el plano de Yetsirah del Árbol de la Vida, que es muy amplio ya que constituye el laberinto de la psique, un mundo de «reflejos» y de «espejismos», de confusiones entre lo psíquico y lo espiritual que dejan al ser en un estado de «confusión» del que solo puede salir llegando al centro de ese laberinto, que es el centro de su alma, y donde reside la «quintaesencia» de su estado humano, en nada distinta de la Unidad (pág. 51).

El arca navegando hacia los mares de un mundosimultáneo

Un texto para los tiempos actuales de espanto y catarsis. 

La posibilidad de actualizar la verdadera humanidad, a pesar de todo, sigue presente y por tanto la función del hombre como mediador entre el cielo y la tierra:

Que el Señor proteja nuestro grito de guerra porque Él es misericordioso, y nos dé aliento y fuerza, pues hay otros mundos que son los reales, y apenas percibimos sino complicadas tristezas.(2)

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