"Todos los seres y las cosas
expresan una realidad oculta en ellos mismos, la cual pertenece
a un orden superior, al que manifiestan, y son el símbolo
de un mundo más amplio, más realmente universal,
que cualquier enfoque particular o literal, por más rico
que éste fuese. En verdad la vida entera no es sino la
manifestación de un gesto, la solidificación de
una Palabra, que contemporáneamente ha cristalizado un
código simbólico. Ese es el libro de la vida y
del universo, en el que está escrito nuestro nombre y
el de todos los seres y las cosas, y los distintos planos en
que conviven y se expresan, comunicándose perpetuamente,
interrelacionándose entre sí a través de
gestos y símbolos. La trama entera del cosmos es en verdad
un símbolo que cada una de sus partes expresa a su manera.
Y si toda la manifestación es simbólica y el universo
un lenguaje, un código de signos, nosotros somos también
símbolos y conocemos y nos relacionamos a través de
ellos. Todo pasa entonces a ser significativo y cada cosa está representando
otra de orden misterioso y superior a la que debe la vida, su razón
de ser.1 Entonces los símbolos están vivos y emiten
sus mensajes, e interactuando los unos con los otros también
reciben y retransmiten innumerables señales y constituyen
grupos, conjuntos, señales o estructuras de los que son parte.
Los indefinidos códigos simbólicos están manifestando
un sólo modelo universal, la arquitectura de la tierra y el
cielo, encuadrada en los límites del espacio y del tiempo." (Cap.
I. De los Símbolos y la Simbólica.). El libro se reproduce en la web del autor. |