Cabeza de Deméter - Ceres.
Cabeza de Deméter. Bajorrelieve de barro.

Bacantes, fragmento.
Bacantes, fragmento. Juan Richepin (dir.), Nueva Mitología Ilustrada I. Barcelona 1927

En pos de Deméter II (*)

Mª ángeles Díaz

La Agricultura

Además de estos misterios de la espiga durante el ritual de iniciación en el santuario de Deméter, se comunicaban otros secretos relacionados con la agricultura, como ciencia y arte de conjugar los elementos terrestres con las energías celestes para obtener el mejor rendimiento de los cultivos, así como la aceleración de los ciclos de la naturaleza, lo cual es una manera de domesticar el tiempo. A esta técnica se refiere el hecho de que la espiga mostrada durante los rituales eleusinos creciera en una sola noche.

Walter F. Otto habla de este suceso como de un milagro de los misterios de Eleusis.

"La espiga de trigo que crece y madura con una rapidez sobrenatural forma parte de los Misterios de Deméter, del mismo modo que la vid que se desarrolla en unas pocas horas forma también parte de los Misterios de Dionisos",(15)

a tenor de que durante los ritos dionisíacos también se asistía a la contemplación del crecimiento rápido de una cepa.

Es evidente que sólo algunos podían estar en posesión de los secretos del oficio de agricultor pues de ello dependía que los resultados de aplicar esos profundos conocimientos se mantuvieran dentro del orden sagrado. Se trata aquí de aquella clase de secretos que no pueden ser revelados a gentes indignas de recibirlos. Este milagro de domesticación del tiempo está en perfecta relación con el arte alquímico, pues tal y como los propios alquimistas y teúrgos dicen refiriéndose a ellos mismos:

"aquello que la naturaleza llega a perfeccionar en muchísimo tiempo nosotros lo podemos acabar en muy poco con nuestro arte".

El arte del alquimista, como en definitiva el del agricultor, consiste en operar con la naturaleza humana y vegetal respectivamente, ayudando a ambas naturalezas a realizar su propia finalidad, acelerándoles el crecimiento y salvándolas de ese modo de la ley del tiempo.

Con respecto al amplio conocimiento que los griegos tenían sobre el dominio de las leyes celestes y terrestres aplicadas a la agricultura tomamos de la Odisea el siguiente ejemplo donde su protagonista, Ulises, describe el huerto de la mansión del rey Alcínoo en Atenas:

"Por de fuera del patio se extiende un gran huerto, cercadas en redor por un fuerte vallado sus cuatro fanegas; unos árboles crecen allí corpulentos, frondosos: hay perales, granados, manzanos de espléndidas pomas; hay higueras, que dan higos dulces, cuajados y olivos. En sus ramas jamás falta el fruto ni llega a extinguirse, que es perenne en verano e invierno; y al soplo continuo del poniente germinan los unos, maduran los otros: a la poma sucede la poma, la pera a la pera, el racimo se deja un racimo y el higo otro higo (…) de las uvas vendimian las unas mientras pisan las otras; (…) Por los bordes del huerto ordenados arrietes producen mil especies de plantas en vivo verdor todo el año"(16).

Preservar el secreto es fundamental para mantener el orden y el equilibrio entre todas las fuerzas del cosmos, y en este caso también para mantener el ánimo por el trabajo.

Tal vez Hesíodo, campesino y poeta, nos esté dando alguna clave al respecto. Habla de las Erides diciendo que son dos, una es una bendición para todo aquel que la comprenda, la otra, añade,

"estimula al trabajo incluso al holgazán; pues todo el que ve rico a otro que se desvive en arar o plantar o procurarse una buena casa, está ansioso por el trabajo. El vecino envidia al vecino que se apresura a la riqueza –buena es esta Eris para los mortales"(17).

Sin embargo Hesíodo al hablar del trabajo lo hace como de un método para ordenar también las pasiones y la psiqué humanas:

"¡;Oh Perses!, –dice al hermano a quien simbólicamente dirige sus enseñanzas– grábate tú esto en el corazón y que la Eris gustosa del mal no aparte tu voluntad del trabajo"(18).

Es en los versos que siguen donde con más claridad Hesíodo habla de la agricultura como de un trabajo ritual, es decir como un soporte necesario para el hombre, de modo que desvelar ciertos secretos concernientes a la revelación del crecimiento rápido de la espiga o de la vid, vendría a ser como cortar a los hombres sus propias raíces, su conexión con los dioses. Esto dice el poeta:

"oculto tienen los dioses el sustento a los hombres; pues de otro modo fácilmente trabajarías un sólo día y tendrías para un año sin ocuparte en nada […] y cesarían las faenas de los bueyes y de los sufridos mulos"(19).

Hesíodo habla aquí de la agricultura tomándola como una enseñanza permanente, vital para los hombres de esa época, pero también de todas las épocas, no sólo por los alimentos que es posible obtener con una buena técnica agraria, sino también porque es una ciencia sagrada cuya práctica procura al hombre un vehículo para aprender a conocer las leyes del cielo y de la tierra, ya que una es espejo del otro. Por otro lado, desde el punto de vista tradicional, cualquier trabajo digno para el hombre debe desplegar las capacidades intrínsecas de aquel que lo realiza, ya que aprender y desarrollarse forma parte de la naturaleza humana. Sólo desde esta perspectiva el trabajo del hombre tiene sentido, de otro modo es más apropiado para el mulo, el buey o el asno.

La agricultura no es sólo una ciencia agraria, relacionada con los cultivos, sino que ella aglutina una amplia gama de conocimientos que al interrelacionarse entre sí crean la trama de una civilización. Hablamos de la agricultura como la "cultura del agro", que nace de la observación del firmamento y del vínculo íntimo que sus energías establecen con todos los elementos, incluyendo los procesos y cambios por los que pasan los vegetales. La agricultura transforma la vida de los campos y organiza la vida de todos, especialmente cambia las imágenes.

Sabemos que las plantas alimenticias y cultivadas por el hombre son de una categoría superior a las plantas silvestres. Del mismo modo que la recolección de los alimentos silvestres es un hecho inferior al que implica la siembra por cuanto ésta supone, como decíamos, la domesticación tanto del tiempo como de la naturaleza montaraz o silvestre.

En cuanto al trabajo del agricultor, tomado como oficio y soporte de meditación, lo primero que aquel tiene claro es que su labor no depende únicamente de él, pues a su esfuerzo y conocimientos humanos deben unirse las demás fuerzas de la naturaleza, ¡;todos a una!, en un equilibrio que obedece a una causa, finalmente misteriosa. El agricultor sabe que a todas esas potencias que cooperan con él en la labor jamás las llegará a domesticar totalmente, pero también sabe que cuanto mayor sea su conocimiento sobre ellas mejores serán los logros obtenidos en su cosecha, la cual, desde un punto de vista simbólico es análoga a su propia cosecha como ser humano. Ya que entre el trabajo que el agricultor realiza sobre la tierra y el que realiza sobre su alma no es posible establecer una división, pues ambos procesos, el de las simientes y el suyo propio, como intermediario, corren paralelos, dado que en verdad ambos forman parte de la misma realidad.

La agricultura dio a la humanidad una medida, esa medida también es Deméter, la medida o proporción divina con la que es posible mesurarlo todo. Esa idea que representa la diosa es también la geometría, la medida de la Tierra, que es igualmente la del hombre. Sembrar con medida y en época propicia es la ley que rige en los campos y por la que debe invocarse a Deméter, la Legisladora, pues con la ley de las estaciones y los cultivos la diosa les dio a los hombres las leyes para regir sus ciudades y su forma de vida en ellas. Un epíteto, el de Legisladora, que Deméter también comparte con la diosa egipcia Isis.

El Rapto de Perséfone por Hades

Frecuentemente aparecen actos de secuestro en los relatos sobre los dioses y los héroes, se trata siempre de dramas simbólicos y son una forma de explicar el rapto que sufre el alma que es seducida o atraída por el Amor al Conocimiento. Cuanto más inocente y virgen sea este alma, mayor atractivo tiene para el espíritu ya que así puede modelarla de acuerdo a él mismo y hacer de ella su paredro. No su gemela, sino su esposa, su igual a la que poder inspirarle toda clase de cosas bellas y sorprendentes. Eso mismo se cuenta precisamente acerca de las musas de las que se dice que cuando se apoderan de un alma para inspirarla la transportan a sus moradas donde le enseñan odas y otros poemas que sirven para la enseñanza de las generaciones nuevas.

El proceso iniciático del alma es asimilado al de la semilla secuestrada por Amor para fecundarla y devolverla de nuevo al mundo trasformada ya en su esposa. A esta clase de amor se refieren precisamente las leyendas que funden a Perséfone con Afrodita-Venus. Esta unión de los contrarios, a veces forzada, señala que ambas partes del ser humano (alma y espíritu) han de vivir juntas el paso por la caverna iniciática. Morir o disolverse juntos para nacer finalmente a su unidad. Es lo que en el Hermetismo y la Masonería se conoce como la realización de las Bodas Alquímicas. Orfeo se refiere a este mito invocando a la bella Afrodita en estos términos

"Venerable compañera de Baco. Que te complaces en las festividades. Propiciadora de las bodas. Madre de los Amores. Manantial de persuasión que se complace en el lecho. Apasionada por los hombres. Vivificadora que a muchos pueblos cautivas por la desenfrenada fuerza de la pasión amorosa".

Y en este mismo sentido, la controvertida y mítica poetisa griega Safo, la invoca para que sea su aliada en los temas del amor:

"¡;Acude a mí [Afrodita] y líbrame de mis penas, y todo aquello que mi corazón desea que se cumpla, cúmplemelo tú en persona, sé mi aliada! Sólo contemplarte un solo instante y ya ni una sola palabra decir puedo, mi voz se quiebra y un tibio fuego al momento recorre mi piel, con mis ojos nada veo, y sordos tengo los oídos, de arriba abajo el sudor me brota y toda yo tiemblo, más verde que la hierba estoy y sin embargo siento que poco me falta para la muerte".

Este enamoramiento pasional forma parte del viaje iniciático y se experimenta como un tipo de arrebato calificado por algunos maestros herméticos como una locura de amor por el Conocimiento y, como tal, experimentada como ardor intenso en el corazón por lo que ésta sólo ha podido ser comparada a la pasión amorosa. De tal modo es importante ese furor pasional que sin el calor que provoca no hay combustión ni transformación de la conciencia; ese es el sentido simbólico de que Deméter, en calidad de Nodriza, pusiera en el fuego al niño que criaba, el príncipe de Eleusis, primer iniciado en los misterios de la diosa, y a quien ésta quería hacer inmortal como a un dios.

La cultura popular, que si bien no crea sí conserva las tradiciones a través del folclore, ha recogido la idea del rapto simbólico y de las Bodas Alquímicas entre el espíritu y el alma, asociándolas a los cortejos nupciales; es así que en algunos ritos de esponsales incluso se escenifica el rapto de la novia por parte del novio o de algún familiar de éste, que lo hace en su nombre, dando con ello inicio a la ceremonia. Casi siempre amparándose en la noche se produce el secuestro de la mujer para conducirla a su nueva casa, y en ocasiones nuevo pueblo, ritualizando mediante esta escenificación el cambio de estado. Siendo secuestrada, la novia es, con respecto a sus dioses tutelares (es decir los dioses lares y los penates que eran los propios de cada familia y de sus hogares), inocente de haberlos cambiado por otros nuevos, evitándose con esto el enojo de cualquiera de ellos. Hacer traspasar a la recién casada el umbral de su nueva casa en brazos del marido tiene su raíz en esta tradición del rapto que ejemplifica el secuestro sagrado del alma por el espíritu fecundante.

El arte en la antigüedad, y luego en el Renacimiento, especialmente el pictórico, escultórico, la cerámica, la tapicería, el bordado, etc., se vieron completamente inspirados por este mito del rapto. Hoy podemos ver escenas reproduciendo el secuestro de Perséfone-Proserpina por Hades, el de Europa por Zeus o el de la hermosa Helena (ganadora del primer certamen de belleza) por el príncipe troyano Paris, en los principales museos del mundo. Son escenas representadas sobre lienzos, decorando vasos, fuentes, ánforas, sobre baúles o arcones, así como en otros muchos enseres pertenecientes a ajuares, lo que se advierte al ver que en bastantes de estas piezas se presentan escenas nupciales en donde la novia, engalanada según las costumbres de la época, aparece violentada de alguna manera, bien siendo agarrada por el brazo o directamente viéndose introducida en un carro con el que será conducida a su nueva morada. La tradición popular ha conservado este mito, aun sin comprenderlo en su esencia más profunda, en la costumbre de que los nuevos esposos se retiren de la ceremonia nupcial en una carroza o coche, a menudo tirado por caballos, con el que emprenden su primer viaje de casados, desapareciendo así de entre los suyos para morir definitivamente a su etapa anterior y tornar renacidos inmersos ya en su nueva vida de casados.

La asociación tradicional que hace del matrimonio y de la muerte asuntos semejantes, en el sentido de que ambas situaciones suponen un tránsito a otro estado, también ha quedado arraigada en la memoria popular, ya que en muchos lugares aún se acostumbra a guardar el traje de la boda para el propio funeral. El mismo origen mítico tiene la costumbre de ataviar, como si de una novia se tratase, a la joven fallecida antes de haber sido desposada. E igual equivalente simbólico tiene, entre algunos pueblos americanos y también africanos, la manta nupcial utilizada en el lecho y empleada luego como mortaja.

Perséfone, es un aspecto de la diosa que encarna tanto las energías que descienden del cielo, como aquellas ascendentes que impulsan el crecimiento de la nueva planta; por tanto además de la semilla, Perséfone simboliza la lluvia que emanando del cielo penetra en la tierra y la fertiliza. De ahí que esta joven diosa sea hija de Zeus, dueño de las nubes y del rayo, y a veces también su esposa, en realidad siempre su contraparte y uno de sus aspectos femeninos.

Este mito violento del rapto por amor, única fuerza capaz de unir a los contrarios, tomado como idea de un amor superior, es compartido por otros muchos pueblos. Por ejemplo entre los aztecas, Xochiquetzal, diosa del amor, la vegetación, las flores y la fecundidad, y esposa de Tlaloc, el dios del agua y la lluvia, también es raptada por el dios del mundo subterráneo para liberarla renovada. Es cierto que esta relación entre las energías celestes y telúricas, simbolizadas por estos mitos, se establecen por intermedio del aire, la lluvia y otras deidades atmosféricas y de la tormenta como el trueno, el rayo o el relámpago directamente ligadas a ellos, y que el viento aparece como trasformador y emisario de la resurrección vegetal, como dice Federico González, pero también aclara que

"de ninguna manera son sólo eso las deidades correspondientes al viento. El aire también transporta el sonido e igualmente el polen y las semillas de las plantas. Pero por sobre todo es el símbolo del espíritu, el aliento o soplo vital, e inclusive de la palabra, y en este sentido debe recordarse al verbo como vehículo creacional y generativo, presente en numerosas tradiciones universales y también mencionado en varias de la América Antigua, especialmente cuando se comprende que ese verbo no es otra cosa que el logos griego. En todo caso, el viento como gestor de la fertilidad de la tierra interviene perennemente en el acto creacional, precediendo a las lluvias que son su consecuencia"(20).

La Granada

Hades da unos granos de granada a Perséfone para asegurarse el regreso de ésta al hogar del esposo, el rey del mundo subterráneo y Señor de los tesoros y las riquezas ocultos. En este mito la granada aparece asociada tanto al amor como a la muerte. De ahí que la granada sea un fruto tradicionalmente ligado, por un lado a los ritos matrimoniales y por otro a los ritos funerarios de algunos pueblos del Mediterráneo antiguo(21).

Hera, quien se convirtió en Juno para los romanos, representa el aspecto de la diosa que inspira a los héroes (recordemos que Heracles debe su nombre a la diosa), pero siendo la esposa legítima de Zeus es también la que defiende el orden que se estructura a partir de la indisolubilidad de la pareja divina. La Tierra no tiene más esposo que el Cielo, esta es la primera idea fundamental que expresa Hera. El resto de relaciones no pueden ser más que incestos contra natura y romances nacidos de pasiones pasajeras. Ellos, Cielo y Tierra, conforman la unidad matrimonial por excelencia y constituyen el marco donde todo se produce, pues más allá de ese marco, en verdad, ¿qué podría decirse? Por eso la diosa Hera siempre se presenta en la mitología como la tremenda y celosa esposa de Zeus, la defensora del lecho conyugal y de las bodas legítimas como célula principal y familiar de organización social. Aunque también es Hera, (bajo el nombre de Elitita, diosa que aparece como hija suya), la protectora de los partos.(22)

Es en calidad de defensora de la idea de matrimonio entre Cielo y Tierra que vemos a Hera en representaciones artísticas con el fruto del granado en la mano, o con una manzana, regalo de Gea por su matrimonio con Zeus. Frutos ambos asociados a Hera que está en diferentes lugares de Europa relacionada con las fiestas de casamiento, en las cuales la granada y la manzana forman parte de las ofrendas que se hacen a los esposos. En este mismo sentido debe entenderse la tradición que tenían las novias romanas de adornarse el pelo con un tocado hecho de ramas de granado. Justamente así es como se presenta este fruto nupcial en el mito de Perséfone y Hades. Al comer la diosa los granos que le da el dios subterráneo, ella, la diosa, sella el lazo de unión matrimonial y con ello el compromiso de amor de regresar con el esposo periódicamente a fin de realizar la unión con él. Asimismo es conocida la asociación que siempre ha existido entre la mujer, la fertilidad de la tierra y el amor representado por la diosa, la que

"simboliza la recepción, en cuanto es la contraparte femenina del cielo, y genera el dulce y delicioso vino de la vida, la comunión en la sangre del Cosmos, en los efluvios secretos y nutritivos de la savia de la tierra, y nos trasmite el vértigo y el éxtasis de la belleza."(23)

Está claro que en el simbolismo del mito de las diosas Deméter-Perséfone, la granada es una expresión de fertilidad y de renovación de la naturaleza, pues sus múltiples granos son, como los gérmenes o las células embrionarias, una expresión magnífica que muestra la exuberancia y admirable perfección de la naturaleza. Un símbolo que pone a la semilla, y a aquel que se identifica con el mito que ella ejemplifica, como testigo de una trasmutación verdaderamente mágica, pues su muerte a un estado, el de germen, produce junto a los nutrientes de la tierra, el agua y demás elementos, su multiplicación generosa y más jugosa, lo que hace de la granada digna representante de la ambrosía que los dioses entregan como alimento a los hombres.(24)

El granado desempeña un papel muy importante también en el simbolismo masónico, recordemos que el templo de Salomón, cuya imagen imitan todas las logias, estaba decorado con ellas, y así las vemos sobre las columnas del pórtico de entrada al templo, las columnas J y B, así como insertas en diferentes cuadros de logia de primer grado, o bordadas en antiguas bandas y mandiles. En este fruto también se ha visto simbolizada a la fraternidad masónica. O. Wirth así se refiere al fruto:

"las granadas representan a la familia masónica en donde todos los miembros están armoniosamente religados por el espíritu de orden y de fraternidad".

Sin embargo a ese simbolismo de fraternidad habría que añadirle el hecho de que la granada aparezca como uno de los símbolos más importantes de domesticación de la naturaleza vegetal por parte de los humanos, pues el granado es un árbol que de no contar con la colaboración del hombre-agricultor, deja de ser un árbol y se convierte en un matorral dejando incluso de dar frutos. Al granado le aparece un ramaje que surge de su propia raíz que es necesario irle eliminando para que éste culmine su ciclo de crecimiento, floración y finalmente fructifique, lo que sin duda tiene que ver con el trabajo de pulimento de la piedra bruta, símbolo del aprendiz masón, a la que es necesario irle despojando continuamente las aristas hasta lograr hacer de ella una piedra cúbica, apta para la construcción del edificio.

Todos los árboles son un símbolo del eje y un modelo del cosmos. Sus raíces, tronco y copa lo hacen ser una expresión de esa estructura. Asimismo, y apoyándonos en lo expuesto por René Guénon, señalamos que el granado es uno de esos árboles especialmente asociados a la luz y a las armas vegetales, como serían los cuernos en el simbolismo animal, debido a las espinas de sus ramas, como es la acacia, la rosa, el acanto y otras plantas cuyo simbolismo desempeña un papel importante, espinas que evocan la idea de elevación y símbolos de los rayos luminosos(25).

En el mito de las dos diosas, Deméter y Perséfone, se une amor y muerte, lo dulce con lo amargo tal el sabor de la granada. Se trata de un símbolo donde se expresan de modo vegetal los misterios del amor y de la muerte, de los que se dice en los textos del Programa Agartha(26):

"Los humanistas y maestros herméticos del Renacimiento, que recogieron las enseñazas de Platón y la mitología órfica y greco-romana, hablaban de los misterios del Amor identificándolos con los misterios de la muerte, que son al fin y al cabo, los misterios de la iniciación, y explicaban que morir es ser amado por un dios, y viceversa, que amar era morir y ser muerto por un dios. En realidad se trata de un sacrificio (de un acto sagrado), pues no hay nacimiento a la realidad del Espíritu, es decir al Conocimiento, sin que esto suponga una muerte o superación de las limitaciones propias de lo humano".

Por eso los griegos contaban que en Chipre, el único árbol que Afrodita había dejado crecer era un granado.

"Nací con la corona" es la divisa de la ciudad de Granada en Andalucía, España, y es que la granada nace, efectivamente, coronada por Naturaleza, y esto no es un artificio del lenguaje sino que verdaderamente es así; la flor no se transforma en el fruto, sino que se conserva para coronarlo. Es por otro lado un caso único en el reino vegetal pues no se trata de un fruto compuesto aunque sí complejo, que tampoco indica su madurez por el tono de la piel que es dura como coraza, sino que señala su plenitud como fruto con un estallido de la corteza dejando los granos a la vista como una herida sangrante, símbolo del sacrificio de los dioses a los hombres. Existe otra leyenda mediterránea que explica que el primer granado brotó de la sangre vertida por Dionisos niño, cuando éste fue atacado por los Titanes.

Dionisos-Baco de grito primigenio

Notas
(*) [Este artículo apareció originalmente en la Revista SYMBOLOS: Arte - Cultura - Gnosis, Nº 27-28, "Lo Femenino - La Mujer". Barcelona, 2004. No hallándose ya en la web de la revista se publica hoy aquí con el permiso expreso de su autora. – Una versión más actualizada puede leerse en pdf en el blog La Memoria de Calíope.]
(15) W. F. Otto, Dionisio, Mito y Culto, cap. VIII, Ediciones Siruela. El autor añade en el mismo capitulo: "Y no sorprenderá oír que durante la ejecución de las llamadas danzas solares de los navajos americanos, junto con otras muchas ofrendas, éstos asistan al milagro de una planta que verdea, florece y madura sus frutos entre la medianoche y la salida del sol".
(16) Homero, La Odisea VII, 112-128.
(17) Hesíodo. Los Trabajos y los Días, 12-25.
(18) Ibid. 28-29.
(19) Ibid. 41-47.
(20) Los Símbolos Precolombinos, cap. XVI: "Plantas y animales sagrados".
(21) Ciertos trabajos arqueológicos han reunido piezas de cerámica, pinturas, así como sarcófagos y tumbas, hoy repartidos por distintos museos de Italia y también España, entre otros países, en los que pueden verse escenas donde los personajes en ellas representados aparecen con granadas. Además también se han encontrado restos de este fruto en tumbas egipcias de 2500 a.C. Tanto fenicios, romanos como posteriormente los árabes difundieron el cultivo de este árbol por toda la región mediterránea, de ahí se extendió por el este, llegando hasta China. Los españoles lo introdujeron en el Nuevo Mundo, encontrándose actualmente plantaciones de granados desde California hasta Argentina.
(22) También es Artemis-Ilitia la que asiste en parto invisible a las mujeres.
(23) Federico González, La Rueda. Una Imagen Simbólica del Cosmos. Ed. Symbolos.
(24) Hay otra cosa que hace muy especial a este árbol; se trata de sus beneficios para la salud de los humanos, y es significativo que sea Hades, el dios del mundo subterráneo y los caudales ocultos, quien obsequie con el fruto a Perséfone cuando ésta regresa a la tierra. Resulta que la maceración de la corteza del fruto tiene efectos narcotizantes sobre los gusanos por lo que ha sido empleada desde antiguo por la medicina tradicional como vermífugo, esto es, para hacer expulsar los parásitos intestinales. Las flores del fruto también poseen poderes curativos para diversas afecciones, entre ellas nos parece curioso señalar su eficacia contra la inflamación de las encías y del tejido que sujeta los dientes a los maxilares, pues tomada esta infusión en enjuagues bucales, puede conseguir afianzar los dientes sueltos, lo cual es especialmente llamativo en cuanto se advierte la semejanza entre los granos de la granada y los propios dientes (lo cual también ha sido visto en cuanto a los granos del maíz), cosa que no es casual sino que obedece a una analogía, incluso en la forma, entre las plantas o mundo vegetal y el cuerpo humano, una analogía conocida por la medicina sagrada de muchos pueblos, entre ellos los chamanes u hombres medicina de América del Sur y Central, algunos de los cuales han sido requeridos por ciertos laboratorios modernos para que les confiaran sus conocimientos sobre esa farmacopea. Añadir que la flor del granado también fue utilizada por los egipcios como tinta para la escritura, y otras clases de tintura.
(25) René Guénon. Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XXVIII: "El simbolismo de los cuernos."
(26) Programa Agartha, op. cit. SYMBOLOS Nº 25-26, pág. 192.

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