Delos, cuna de Apolo y Artemisa, y centro de las Cícladas (*)Mª Ángeles Díaz medida que la luz va dominando sobre las tinieblas, descubro que aquellas aguas turquesa que recordaba de mi primer viaje ahora aparecen distintas, yo diría que tienen el tono del ágata verde-azul, pues llevo un medallón con forma de mandorla colgado al cuello con una de esas piedras, y a tal punto es idéntico el color que si interpongo la piedra entre mi ojo y las aguas, el ágata se confunde con ellas. Pienso que las Cícladas son efectivamente un mandala en el Egeo cuyo centro geográfico y cultural está en Delos, la isla que acogió nada más y nada menos que el nacimiento de Apolo y Artemisa (la Diana romana), es decir el Sol y la Luna, hijos gemelos que la Titánide Leto engendró de Zeus, el dios celeste que reina en los espacios infinitos. Antes del natalicio sagrado, la isla era conocida como Ortigia, un nombre que deriva de codorniz. El caso es que tras el nacimiento de Apolo, y la construcción de un templo a él dedicado, la isla pasó a llamarse Delos, que significa «la brillante». Píndaro, en un peán, se refiere a ello en estos términos: De antaño la llamaban Ortigia los marineros. Arrastrada era siempre por el mar Egeo, hasta que el poderoso Zeus se enamoró y unió a Leto, para que naciera su hijo, el portador del arco. Podría decirse que el nuevo nombre, Delos, está escrito en su propia geografía y en la naturaleza mágica de la isla, ya que en ella los sabios de la antigüedad supieron ver, efectivamente, la signatura divina de Apolo, el sol radiante, análogo a Horus y a todos los dioses solares que en ese lugar de comunicación marítima y celeste tuvieron también su templo. Creo que de saber interpretar la grafía del espacio nace la necesidad de consagrarlo a la deidad que lo signa, construyéndole al dios que allí se manifiesta un santuario que sirva a los humanos de canal de comunicación con el Todopoderoso, a fin de que podamos conocer sus designios y mantener una conexión directa con esa energía vital y trascendente. Efectivamente, en Delos se produce la fundación de uno de los templos más conocidos de Apolo, lo que hizo de la pequeña isla el centro espiritual más importante de la antigua civilización cicládica, que aún perteneciendo al mundo griego, tuvo su propia cosmogonía, tal y como se refleja en su arquitectura y en su arte caracterizado por sus formas geométricas.
Un templo que según se cuenta fue construido por Erisictón, hijo de Cécrope, y en el que existió un célebre Oráculo. Un autor español de época renacentista, conocido como «el Tostado», nos relata lo siguiente: Apolo tenía un Templo famoso en la Isla de Delos, en el que se respondía a las preguntas, según afirma Virgilio. Llámese aquella Isla Ortigia ú Delos, y allí Eneas y los Troyanos le preguntaron a Apolo donde harían asiento. Y otra vez le consultaron sobre la peste que padecieron en Candia. Este Templo se fabricó allí a Apolo (…) En la mudanza del nombre diremos que primero se llamó Ortigia, y después también tuvo este nombre(1). Y así, con ambos nombres, evoca Safo a la isla en estas líneas: Artemisa, señora de Delos, la amable Ortigia. Virgilio, por su parte, describe la visita de Eneas a dicho santuario y su consulta al Oráculo del siguiente modo: Surge una tierra sagrada en medio del mar, más grata que ninguna (…) La isla depara a los cansados la más placentera acogida en su puerto seguro. Tras desembarcar rendimos culto a la ciudad de Febo. (…) Entonces mi padre me exhortó a que, cruzando el mar, fuese a consultar por segunda vez el oráculo de Febo en su templo de Ortigia y a implorar su clemencia, preguntándole qué termino tiene señalado a nuestras cansadas peregrinaciones, de dónde nos manda que probemos a sacar remedio a nuestros trabajos, adonde, en fin, hemos de enderezar el rumbo(2). Otro personaje del Renacimiento español, Fray Baltasar de Vitoria, en un libro titulado: Teatro de los Dioses(3), recoge así la estancia de Eneas en Delos: Partiose luego Eneas a la isla de Delos, donde reynava Anio, amigo de su padre Anquises y allí consultó el Oráculo de Apolo, el cual le dixo se partiesse luego a la tierra de donde avian sido los fundadores de Troya. Por esa razón la expedición del héroe de la Iliada, navegando entre las Cícladas, se dirigió rumbo a Creta.
Explicar el modo en que Delos, un islote de apenas cuatro km², se constituyó en el centro de un mundo, esto es, en el centro de irradiación de toda una cultura, requiere comenzar por ubicarlo donde le corresponde, que es, como apuntábamos, en el centro de las Cícladas, concretamente en un enclave de comunicación y comercio entre Asia, Grecia e Italia. Observando la superficie de la isla nadie puede dejar de advertir su luminosidad y compararla con un espejo de luz en el Egeo, y así es como todos los viajeros del pasado y del presente la describen, haciendo mención justamente a su brillantez. Esto se debe a que toda ella es pura roca sobre la que apenas hay vegetación, por cuanto únicamente el sol recae sólido y pleno sobre su superficie rocosa cuyas aristadas sombras forman en el espacio líneas rectas y formas geométricas. No olvidemos que Apolo, el dios que la bendice, es considerado el dios geómetra y las esculturas cicládicas se definen precisamente por la geometría de sus formas. En la antigüedad, y durante mucho tiempo, hubo en la isla una exótica palmera, un árbol solar de una especie poco conocida bajo la cual, cuenta la leyenda, nació Apolo. Tanto Homero como otros cronistas posteriores –hablo especialmente de Plinio– dan referencias de dicha palmera, bajo la cual parió Leto a los gemelos Apolo y Artemisa. Acerca de dicho nacimiento cuenta Homero, en un himno a este dios delio, que estando Leto al final del embarazo de los gemelos huía apresurada de la furiosa diosa Hera, esposa de Zeus, pues ésta no le perdonaba a la Titánide haber engendrado de su esposo. En todos los confines del mundo pidió asilo Leto, y en todas partes se lo negaron, pues de ninguna manera querían enfrentarse a Hera. Cuando ya le acuciaban los dolores de parto Leto solicitó ayuda a Poseidón, quien le ofreció el pedregoso islote flotante que Zeus estabilizó asiéndola con cadenas al fondo del mar(4). Leto pactó entonces un trato con la pequeña isla a la que, a pesar de su pequeñez, le daría un lugar de relevancia en el mundo a cambio de convertirse en la casa de su hijo. Un ofrecimiento que Delos no podía rechazar puesto que era evidente que ella nunca podría ser habitable y que en su suelo jamás crecerían fértiles viñedos, como en Andros, ni tampoco hierba para el ganado que pudiera darle prosperidad. Leto le ofrecía, mediante aquel acuerdo, cambiar su suerte transformándose en una isla-templo desde donde se emitiría un Oráculo, y la verdad tendría varias advocaciones. Así evoca Homero dicha conversación entre la Titánide embarazada y la isla: Delos, ¿querrías ser la sede de mi hijo Febo Apolo, y que erigieran sobre ti un espléndido templo? Ningún otro recalará jamás en tus costas, ni te honrará. Tampoco creo que vayas a estar sobrada de bueyes ni de ovejas, ni producirás viñedos ni harás crecer innumerables plantas. En cambio si albergas un templo de Apolo el Certero, los hombres todos, congregados aquí, te traerán prosperidad por siempre. La isla se alegró al oír hablar así a Leto, exigiendo de ella el juramento de construir aquel bello templo que le anunciaba, por lo que, a instancias de Delos, Leto emitió una solemne promesa que terminó con este laudo: En verdad que habrá aquí por siempre un altar fragante de incienso y un santuario a Febo.
Durante nueve días y nueve noches estuvo Leto transida por increíbles dolores de parto, y aunque dicen que todas las diosas corrieron a asistirla, faltaba Ilitia, la diosa que atiende a las mujeres en dichos trances, pues por las artimañas de Hera no se había enterado de la situación por la que atravesaba Leto. No obstante la diligente Iris que, como el arco de luz que antecede su marcha, es un puente entre los dioses, siendo por ello considerada un aspecto de Hermes, puso a Ilitia en antecedentes, tras lo cual ambas acudieron raudas a atender el parto de Leto que finalmente se produjo en el monte Cinto, bajo la famosa palmera, donde saltó el recién nacido a la luz, mientras las diosas gritaban alegres todas a una. Era el día siete del séptimo mes, llamado Bysio, una fecha que desde ese momento se consagró a Apolo teniéndose como el día propicio para mantener un diálogo con él a fin de obtener un pronóstico sobre todo aquello que merece ser sabido para beneficio del consultante. Y tal como predijo la Titánide, Delos fue una isla muy floreciente hasta el s. III d. C., beneficiándose de su situación entre Oriente y Occidente, enclave que hizo de ella un lugar neurálgico de rutas comerciales. Y no sólo eso, Delos se convirtió también en un ejemplo de respeto y comprensión de la unidad que subyace en todas las tradiciones; idea que se expresó en los diversos cultos que allí se concentraban. En fin, que en Delos convivieron armónicamente, junto al Templo de Apolo, otros santuarios dedicados a distintas entidades, tal es el caso de Horus, Isis, Osiris, Serapis, Anubis, Júpiter, Afrodita, Dionisos, Hermes y otras potencias ocultas que proveyeron la vida de los hombres al facilitarles la comunicación con lo divino. Tal y como pronosticó Leto, la isla fue haciéndose próspera, siendo habitada a lo largo del tiempo por griegos, egipcios, romanos, sirios, judíos y árabes, recibiendo alabanzas como ésta: Oh, Gran Señora, rica en altares, rica en ciudades, rica en dones, La historia mítica es como el hilo tejido por la araña, el hilo de Maya, y también el de Ariadna(6), la diosa cretense que ascendió a los cielos de la mano de Dionisos, dando a entender que el mito es un relato que une a los seres humanos con los dioses de su entorno. En el caso de Apolo podemos decir que se trata de un dios que buscaba un lugar para nacer en el mundo y lo hizo justamente en Delos. Es por ello que nunca tuvo atributos de dios local, sino de identidad universal, como el sol que lo simboliza, el que alumbra al mundo entero. Son varias más las historias sobre la creación del templo delio y la formación de la isla. Algunas de ellas las relata León Hebreo, otras Cristóforo Landino, y así lo recoge en 1657 Fray Baltasar de Vitoria en su libro anteriormente citado. Por ejemplo, este autor escribe: En lo que toca a la Isla de Delos y el movimiento peligroso que tenía, dice Landino, que esta isla era muy combatida de tormentas, y terremotos, con que temblaba, y se movía. Por lo cual consultaron el Oráculo de Apolo, y trataron de su remedio; y él les dio por respuesta que hiciesen en honra suya algunos sacrificios, y que luego quedaría firme y estable (…) Y así fue en ella muy celebrado y respetado tuvo el más hermoso templo de quantos a él se consagraron, fuera del de Delfos. Unos versos de L’Atlàntida, de Jacinto Verdaguer(7), también se inspiran en las leyendas que narran el nacimiento de esta isla: Delos Creyéronme las gaviotas, Tomáronme las islas En mi seno encontró Latona dulcísima acogida Entonces, saliendo de las pactóleas riberas, Como la englantina en campo de violetas Es el mismo Verdaguer quien escribe que las Cícladas enteras nacieron justamente para coronar a Delos. Las Cícladas Delos era una isla-templo en el centro de una civilización solar, que atraía a la vida, como el Sol respecto a las estrellas, por eso, seguramente, es que en ella no se podía nacer ni morir; y eso explica que no se hayan encontrado ni huesos, ni tumbas, ya que los habitantes venían al mundo y eran enterrados en las islas cercanas, fuera del templo de la vida eterna que Delos, en la geografía sagrada, está simbolizando.
En la actualidad esta isla sigue siendo un punto neurálgico imprescindible, pues aunque es una tierra deshabitada, todos los días siguen llegando hasta ella embarcaciones desde Mykonos, que se encuentra a cinco millas náuticas al noreste, con visitantes a bordo que desean ver este museo a la intemperie, que además tiene uno donde se puede contemplar algunas de sus piezas. Y es que Delos es uno de los yacimientos arqueológicos más destacados de Grecia. Eso es así a pesar de que hasta el momento únicamente han sido excavados los restos de un porcentaje ínfimo de este museo expuesto a cielo abierto, lo que hace de la isla delia una joya única para la cultura humana y un símbolo de unión por lo más alto, entre Oriente y Occidente. Es por esto por lo que sobrecoge caminar por sus escalones marmóreos, transitar sus empedradas calles y apreciar la magnificencia de sus construcciones, como es su teatro, su estatuaria, sus pozos pluviales o sus mosaicos. ¿Cómo no rememorar, e incluso comprender y compartir, la impresión que se llevaron de este islote otros viajeros que también pasaron por aquí en distintas épocas? Especialmente me vienen a la memoria los comentarios que, en plena época renacentista, hizo de este lugar el joven hermetista Sabba Castiglione a Isabel d’Este en una de sus epístolas. Aquélla donde el caballero le cuenta a la Marquesa su emoción al estar rodeado por estos vestigios, reveladores de un pasado apoteósico; y aunque también le embargaba la tristeza por el estado ruinoso en que se hallaban dichos restos, el joven siente que este entorno le devuelve la alegría al punto de transformar en vigor su triste estado de ánimo. Hay muchos motivos para considerar que Delos, «la brillante», es una isla donde la tierra está unida al cielo por vínculos invisibles. De no ser por esos vínculos nadie entendería que este islote rocoso de mínimas dimensiones, perdido en el Egeo, se convirtiera durante tanto tiempo, para nuestros antepasados, en un centro cultural tan relevante. Un dato que también aporta interés a esta isla es el que se dio en el año 477 a. C., al finalizar las llamadas Guerras Médicas. Entonces los estados griegos se unieron para estar juntos a la hora de frenar la invasión persa y reconstruir los edificios y templos que ésta había destruido. Entonces nadie dudó de que el centro de aquella alianza debía estar en Delos, el islote sagrado de las Cícladas, que fue la isla-santuario donde la Alianza depositó su «tesoro», es decir, las ofrendas y contribuciones a la causa por parte de los distintos pueblos aliados. Los datos que nos han llegado es que también en esa época, Delos resultó ser un verdadero modelo de convivencia, que sorprendentemente jamás tuvo necesidad de regirse por ningún sistema político, ni estamento gubernamental de ninguna clase para mantener el orden. Así fue que la pequeña y luminosa isla rocosa permaneció independiente, pacífica y ordenada durante muchísimo tiempo. |
Notas |
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(*) | Cap. XVII del libro Viaje Mágico-Hermético a Andros, de Mª Angeles Díaz. Barcelona 2014. En la versión impresa las imágenes de este capítulo son en blanco y negro. [No hallándose ya en la revista SYMBOLOS telemática, se publica aquí con el permiso expreso de su autora.] |
(1) | Alfonso de Madrigal. Del Mineral de Historias Divinas y Humanas de Todos los Tiempos y Reinos del Mundo. De Alfonso Tostado, Sobre los libros de Eusebio, Obispo de Cesarea de Palestina. Edición de 1579. |
(2) | Editorial Libresa. Quito. Ecuador. |
(3) | Edición de 1657. |
(4) | Por eso, además de «brillante», o «visible», Delos también significa «la estable». |
(5) | Calímaco. Poeta griego (310 - 240 a. C.). «Himno a Delos». |
(6) | Fijémonos en la similitud, al menos fonética, entre Ariadna y araña. |
(7) | O Mossèn Cinto, como se le conoce popularmente en Cataluña. |
(8) | Aqueloo es uno de los dioses más antiguos de Grecia, que daba nombre al río donde habitaba. |
(9) | Mar de Mirtos o Mirtóico es una subdivisión del mar Egeo, que limita, al oeste, con la parte continental de Grecia –el Ática y la Argólida– y asimismo con Citera; y, al este con un grupo de otras pequeñas islas que pertenecen a la parte occidental de las Cícladas, que conforman el arco formado por Kea, Kithnos, Serifos, Sifnos y Milos. |