Reseñas

Coomaraswamy, Ananda K.: Why exhibit Works of Art? (Luzac and Co., London) Reseña por René Guénon. Revista Etudes Traditionnelles, París, junio-julio 1945.  

"En este volumen, M. Coomaraswamy ha reunido diversos estudios 'sobre la visión tradicional o normal del arte', de los cuales algunos de ellos son ya conocidos por nuestros lectores. En el primero, que da título al libro, el autor muestra para empezar la inutilidad de exponer en los museos las obras de artistas vivos, lo que no puede tener otras razones que satisfacer la vanidad de aquellos o de hacerlos una especie de 'reclamo' comercial gratuito; por lo demás, todo objeto, de cualquier género que sea, debería normalmente ser hecho para fines que no tienen nada de común con una tal exposición. Cuando se trata al contrario, de objetos antiguos o exóticos, la cuestión es totalmente diferente, y se puede entonces hablar de una meta 'educativa', pero sólo bajo ciertas condiciones: lo que debe ser comprendido ante todo, a este respecto, es el punto de vista mismo de aquellos que hicieron esas obras de arte, las cuales no eran en absoluto para ellos, como para los modernos, objetos inútiles y carentes de otro valor que aquel que resulta de una apreciación 'estética', es decir puramente sentimental. Según toda concepción tradicional (y el testimonio de Platón se cita aquí de modo particular), una obra de arte no merecería verdaderamente ese nombre más que si ésta fuese apta para satisfacer al mismo tiempo necesidades de orden corporal y espiritual, es decir si fuese a la vez un objeto usual y un 'soporte de contemplación'. En semejante caso, se trata siempre esencialmente de la representación de formas invisibles e inteligibles, y en absoluto de la imitación de las cosas sensibles, el verdadero modelo a partir del cual el artista trabaja siendo una idea que él contempla en sí mismo; en otros términos, no hay más arte real que aquel que presenta un significado simbólico, y, en este sentido, el arte es de alguna manera la antítesis de lo que los modernos entienden por 'educación visual'. De otra parte, el público debería ser naturalmente llevado a preguntarse porqué los objetos de una calidad comparable a aquellos que ve en los museos no se encuentran hoy en día dentro del uso corriente, y a darse cuenta por ello de la profunda degeneración que implica el estado de cosas actual, con la separación completa, que se ha establecido entre una producción industrial que no tiene absolutamente nada de artística y un arte que ya no tiene ninguna relación real con la vida. Finalmente, es esencial, para comprender las obras de arte, no interpretarlas en los términos de la psicología occidental moderna, y, en particular, descartar completamente el punto de vista 'estético' con todo lo que conlleva, así como la idea de una 'ornamentación' desprovista de significado, o aún de aquella de una 'inspiración' supuestamente proveniente de objetos exteriores, lo que no es por otra parte más que un grosero contrasentido bien característico de la confusión moderna; el cometido de un museo no debe ser divertir al público o halagar sus gustos, sino apelar a sus facultades de comprensión y mostrarle en qué consiste realmente la verdad y la belleza de una obra de arte. 

El segundo capítulo, –The Christian and Oriental or True Philosophy of Art, el tercero, –Is Art Superstition or a Way of Life?, y el cuarto, –What is the Use of Art anyway? han sido publicados precedentemente en folletos separados sobre los que hemos rendido cuentas en su tiempo (ver nºs de abril y junio 1937, noviembre y diciembre 1937 y enero 1940). Al segundo de estos tres estudios ha sido añadida una nota contestando a un crítico que había reprochado al autor de preconizar el 'retorno a un estado de cosas pasado', aquel de la edad media, cuando en realidad se trataba de un 'retorno a los primeros principios', como si esos principios pudiesen depender de una cuestión de época, y como si su verdad no fuese esencialmente atemporal! 

En –Beauty and Truth, que porta en epígrafe esta cita de santo Tomás de Aquino: 'Ex divina pulchritudine esse omnium derivatur', la conexión de la belleza con la facultad cognitiva, y por consiguiente con la sabiduría y la verdad, se explica refiriéndose principalmente a las doctrinas de la edad media cristiana; y la aplicación se hace tanto sobre las obras escritas como sobre los munumentos arquitectónicos de esa época, los mismos principios siendo igualmente válidos para todas las formas del arte tradicional. 

Hemos hablado ya de –The Nature of Mediaeval Art en el momento de su publicación como artículo (ver nº de mayo 1940). 

–The Traditional Conception of Ideal Portraiture expone para comenzar la distinción hecha en los textos indios (hindús y búdicos), entre la apariencia exterior de un hombre, con sus particularidades individuales, y la imagen interior del hombre, invisible al ojo corporal, pero accesible al ojo de la contemplación; esta última es propiamente la de un 'tipo' que corresponde a la esencia espiritual del ser, y es a esta concepción que se refieren todas las figuraciones hieráticas en las cuales el parecido físico no es de ningún modo tomado en consideración, hasta tal punto que a menudo tales 'retratos' se distinguen apenas de imágenes divinas. Después se estudian los textos occidentales haciendo la misma distinción fundamental, desde los libros herméticos y los neoplatónicos hasta Eckart; a este respecto, M. Coomaraswamy subraya muy justamente que el texto evangélico bien conocido: 'Aquel que me ha visto ha visto al Padre' (S. Juan, XIV, 9), no puede evidentemente entenderse como una apariencia humana visible corporalmente, e implica por consiguiente también esta misma distinción. El arte cristiano de la edad media presenta también figuras hieráticas totalmente comparables a las de la India, e igualmente despojadas de caracteres individuales; pero la tendencia 'naturalista' y 'humanista', apuntando únicamente a reproducir el parecido físico del hombre, comienza a aparecer a partir del final del siglo XIII (siglo que es también, como lo hemos explicado en diversas ocasiones, el final de la verdadera edad media), y su acentuación gradual está ligada a todo el conjunto de la degeneración moderna.

Viene después –The Nature of 'Folklore' and 'Popular Art', que es el texto inglés de un artículo aparecido aquí mismo (nº de junio 1937). 

Finalmente, el volumen termina con una nota titulada –Beauty of Mathematics, a propósito de una obra del profesor G. H. Hardy, A Mathematician´s Apology; éste, que parece no conocer más que las concepciones modernas y 'estéticas' del arte, coloca por esta razón la belleza de las matemáticas por encima de la del arte; pero M. Coomaraswamy muestra que, si hubiese conocido las concepciones tradicionales, habría visto que es de la misma belleza 'inteligible' de que se trata en realidad en uno y otro caso." (Trad.: Nisà).

René Guénon