[Imagen de portada de Presencia Viva de la Cábala]

Capítulo VII
PERIODO 2006-2009 (I)


Presencia Viva de la Cábala(168)

Este libro trata sobre la Cábala, la tradición esotérica del pueblo judío, que comienza con la sabiduría expresada en el Sefer Yetsirah y que se concreta en la Cábala de Provenza, de Gerona, de Castilla y también de otras ciudades como Zaragoza y de Andalucía etc., (…). Igualmente se habla de la proyección de este pensamiento en Europa y Safed (Galilea) y lo que todo ello significó para la recreación de este cuerpo de sabiduría propio de los hebreos aunque influenciado por las distintas gnosis griegas y el hermetismo a lo largo de su desarrollo. (contraportada).

Lo escribe nuestro autor en colaboración con Mireia Valls, al igual que el siguiente en el que también abordan el tema de la Cábala, en este caso durante el Renacimiento.

En toda la obra de Federico González está presente la Cábala, de hecho el modelo del Arbol de la Vida es un eje en torno al cual gira gran parte de ella. Lo encontramos en su primer libro La Rueda, Una Imagen Simbólica del Cosmos, en El Tarot de los Cabalistas, en Simbolismo y Arte y en el Programa Agartha donde constituye uno de los pilares de este curso extraordinario que ha sido alimento esencial para muchos desde el año 1985 en que comenzó a difundirse, y lo sigue siendo para todos aquellos que se acercan a los Centros de Estudios Simbólicos dispuestos a trabajar su piedra bruta.

Nos dicen los autores que la Torah, o sea el Pentateuco, obra atribuida a la entidad llamada Moisés –lo que no niega al ser histórico–, ha sido siempre tomada como lo más sagrado y el verdadero centro de la cultura, que ha ido consolidando la Tradición Judía tal cual ha llegado a nosotros. Su historia sagrada, la de sus patriarcas, es igualmente parte de su tradición, y podemos equipararla a “la mitología griega en el sentido de la dramatización de los nombres divinos, o los de los dioses, cargados así de la emoción, la angustia, y los distintos desenlaces siempre asombrosos propios de estas sagas”. Por otro lado, el influjo de la cultura griega pasa a la tradición hebrea que produce autores como Filón de Alejandría o el historiador Flavio Josefo.

En cuanto a sus libros, los dos textos fundamentales de la Cábala son el Sefer Yetsirah (Libro de las Formaciones, s. IV) y el Zohar (Libro del Esplendor, s. XIII), a estos hay que añadir el Bahir (Libro de la Claridad, s. XII).

La Cábala (tradición) como la Shekhinah siempre se está haciendo y no es letra muerta, pues está presente en el corazón del ser humano, en su alma, y por lo tanto en todas las cosas y tiempos y sería matarla –como el racionalismo ha hecho con Occidente–, si se la tratara como algo fijo e inflexible, o como un estudio meramente histórico y no como siempre viva, paradójica y cambiante como es la cosmogonía que describe, en vez de algo estático, como por otra parte lo demuestra su desarrollo en el tiempo. Es decir, una poética del espacio y la vida, perpetuamente actual, de donde deviene su inmenso poder transformador. (p. 24).

El gran tema de la Cábala es la metafísica del lenguaje y ocupan en ella un papel fundamental las letras del alfabeto hebreo. En verdad el universo es un inmenso conjunto de letras que al articularse conforman el Nombre Divino, el Verbo Creador, un rollo donde están escritas, que al pronunciarlas las ordena. O sea, el cosmos como un libro en el que están cifradas todas las cosas.

Aquí se debe destacar que estas letras son a la vez números, es decir que el conjunto de los números y sus combinaciones configuran el mundo, ya que este todo puede ser medido, pesado, y contado, y por lo tanto ser descrito de esa manera, en perfecto acuerdo con las ideas pitagóricas, tan presentes en el neoplatonismo (y neopitagorismo) de los primeros siglos de esta era. Por otra parte la traducción del término sefiroth, elementos constitutivos del Arbol de la Vida, modelo del Universo (Arbol Sefirótico), es numeraciones, cuentas o cálculos. (p. 20).

Uno de los capítulos está dedicado al Sefer Yetsirah, Libro de las Formaciones y al Bahir, El libro de la Claridad; el siguiente, a la Cábala de Provenza y Gerona: Azriel y sus glosas o comentarios cabalísticos, Ezra y su Comentario al Cantar de los Cantares y Nahmánides y su discreta revelación de la doctrina cabalística. A continuación encontramos la Cábala de Castilla con Joseph Chiquitilla, Abraham Abulafia, el Zohar, Literatura epigráfica o pseudoepigráfica (El libro hebreo de Enoch) y el Talmud. El capítulo V está dedicado a la Cábala de Safed: Moshe ben Ja’acob Cordovero (La Dulce Luz y La Palmera de Déborah), Elijah de Vidas, Isaac Luria (El Tsimtsum o la “contracción” creadora de En Sof, Yetser hara: la “mala inclinación”, la “Ruptura de los Recipientes” (shebirat ha-kelim), Tiqqun: “El Universo de la Rectificación”, Yichudim: la “Unificación del Nombre”), y Hayyim Vital (El tema de Caín y Abel, Alquimia). El siguiente, a los Hasidim: Moshé Hayim Luzzatto y Los Hasidim. Concluye el libro con un Epílogo, una relación de las obras citadas en el texto, un glosario de términos hebreos y un índice de nombres.

Hablando de los métodos que utiliza la cábala nos dice:

El estudio, la concentración-meditación, la oración (téfilah) permanentemente centrada en el Arbol Sefirótico, el sacrificio (hacer sagrado) y la sujeción al orden cósmico que es el que fija la Ley, así como el rito perenne de la unión de opuestos y la fidelidad al cielo que es el que fija los canales, o caminos de uno mismo, al tiempo que se va accediendo al destino, o sea a la libertad, son los métodos que han caracterizado siempre a la Cábala. (p. 129).

En cuanto a la función del cabalista, como la de todo ser humano, es la de sumarse a la obra del creador. De hecho todos los seres participan en la obra de la creación; se trata de hacer consciente esa colaboración.

Como no podemos detenernos en todos estos autores hemos elegido a uno de ellos: Hayyim Vital, una luz resplandeciente en el universo cabalístico, una estrella fulgurante que ilumina desde hace siglos; como asimismo lo hacen todos los autores que desfilan por las páginas de este volumen.

Fue alumno de Cordovero los dos últimos años de la vida de este último y estudió y colaboró con Luria hasta su muerte (la de Luria) dos años después de la de Cordovero. Es el autor literal de todas las obras atribuidas a Luria, a las que escribió personalmente. Con la doctrina absorbida en el poco tiempo que estuvo con ellos, Vital

Construyó el edificio de lo que hoy nos ha llegado con el nombre de Cábala. (p. 283).

Se conocen muchos datos de su vida por una obra autobiográfica: El Libro de las visiones, donde con sencillez narra muchas cosas, como lo que le dijo su maestro Luria acerca de su alma. Su obra puede dividirse en dos partes: el Etz ha-Chayyim (El Arbol de la Vida), comentario cabalístico y metafísico y el Shemoneh Shearim (Las Ocho Puertas). Estudió y practicó la Alquimia, dejándonos también escritos sobre esta ciencia hermética que,

(…) es un punto de unión entre los esoterismos hermético-judío y cristiano unidos por el Toth egipcio, y particularmente el Hermes Trismegistos (tres veces grande en cada uno de los mundos cabalísticos o niveles del alma) y su soplo vivificador. De hecho, prácticamente toda la alquimia europea, que Hayyim conocía desde Safed, era herencia de la hermética griega y árabe, cuyas operaciones eran siempre por lo más alto, o sea, la invocación permanente de los Nombres Divinos que en virtud de la analogía (invertida) entre el cielo y la tierra, podía ser permanentemente descubierta en la entera naturaleza cuyos secretos más arcanos y misteriosos investigaba. (p. 310).

Y relacionando esta ciencia con el Arbol de la Vida de la Cábala:

La transmutación Alquímica es el proceso espiritual que se va desarrollando en el alma del adepto, el que va conociendo distintos planos de la realidad, reflejados en él mismo, y es por un camino ascendente como se desarrolla la senda invertida del Árbol Sefirótico cabalístico, a fin de llevar el plano de Asiyah al de Atsiluth, de efectivizar ese conocimiento de las distintas almas, o mundos que el ser humano posee en sí, o sea la metanoia griega. (p. 300).

Por último queremos referirnos también al tema de Caín y Abel tratado por Hayyim, muy importante, particularmente, como dicen los autores:

(…) para los grupos esotéricos de origen cainita, por ejemplo la Masonería y su vinculación con el judeocristianismo y el hermetismo. (p. 301).

He aquí un fragmento de una cita de Lawrence Fine incluida en este volumen, sobre dicho tema(169):

(…) el Zohar también habla de Caín y Abel como unidos en su conexión con el Arbol del Conocimiento del Bien y el Mal. Como resultado del pecado de Adán, el bien y el mal se mezclaron juntos totalmente. Así, cuando Caín y Abel nacieron, ellos también, y cada uno, estaban compuestos con elementos del bien y del mal, radicando la diferencia en que Abel era primeramente bueno, con un grado menor del mal, mientras que Caín era primeramente malo, poseyendo un menor grado de bien. Sin embargo, el elemento positivo de Caín era de una cualidad extremadamente mayor, dado el hecho de que era el hijo primogénito y tomó para sí el más alto grado del “bien”. En otras palabras, a pesar del hecho de que Caín y Abel aparentan haber tomado direcciones completamente opuestas, son fundamentalmente similares, poseyendo cada uno de los dos lo bueno y lo malo. Ontológicamente hablando, son más parecidos que lo que son de diferentes. (p. 302).

A través de la lectura de este libro,

(…) se promueven innumerables imágenes, a veces fugaces, otras más claras que constantemente juegan y espejan la geografía del pensamiento cabalístico, (…) verdadero cuerpo de luz que, como el Vajra hindo-budista-tibetano refleja la brillantez visible de la armonía universal, y de la iluminación mediante uno de sus múltiples reflejos.

Y para conocer, el cabalista se somete a un duro rito cotidiano, sin esperar nada al mismo tiempo que va advirtiendo mediante chispas, y fulgores, que él mismo forma parte de ese cuerpo de luz. Iluminación interna, no exterior, donde toma conciencia de su identidad en lo Sagrado, y se vive como habitante de ese espacio otro. (p. 130).

Queremos señalar que tanto este libro como el siguiente: La Cábala del Renacimiento, tienen una palmera, un Fénix, en su portada. Sobre la del primero está el nombre divino hwhy y escrito en sus hojas un texto que comienza: "Es árbol de vida para los que a ella están asidos, felices son los que la abrazan" (Proverbios 3,18). La del segundo, una palmera invertida (con sus raíces en el plano ontológico), es un grabado de Robert Fludd, de su Utriusque Cosmi Historia, obra a la que ya hicimos referencia al hablar del libro Las Utopías Renacentistas. El Arbol invertido que figura en esta portada nos trae a la memoria algo que dice Pico de La Mirandola, uno de los autores presentes en este libro: "Nos instruirá este sapientísimo Padre, dormido acá en el suelo y vigilante allá en la altura". Dice esto Pico en referencia a Jacob, pero bien podemos decirlo de todos los autores, muy numerosos, incluidos en este extraordinario volumen, que veremos un poco más adelante en este mismo capítulo.

La Logia Viva, Simbolismo y Masonería
Es este el segundo libro firmado por Siete Maestros Masones, y publicado (2006) al igual que la primera edición del anterior, por la editorial Obelisco de Barcelona. Citamos del prólogo del mismo:

Presentamos aquí una selección de planchas y trabajos leídos por los masones que han conformado las distintas Logias de la Obediencia Gran Logia Operativa Latina y Americana. La voz de la Tradición se hace sentir en estos trazados de arquitectura de los distintos miembros de esos talleres, aunque todos finalmente se refieren y culminan en lo mismo: el Gran Arquitecto del Universo.

Portada del libro La Logia Viva, de Siete Maestros Masones

Esta coincidencia signa las distintas voces y hace que un mismo discurso, una cadencia, que podría ser también un gesto, se advierta a lo largo de esta compilación; no sólo una misma intención, sino también una pareja entonación de un canto riguroso. Son, como se dice en uno de esos trazados, radios emanados de un mismo Centro, evocando así la idea de Armonía con que se realizan los trabajos de una Logia viva, idéntica al Cosmos y a la Inteligencia que lo hace posible.

También fijan modelos de pensamiento y coagulan energías arque-típicas en el seno de la Orden Masónica, que se muestra así como la heredera de una corriente de pensamiento que discurre a lo largo de la historia de Occidente. De los presocráticos y Platón hasta nuestros días, ideas vehiculadas a partir “oficialmente” de comien-zos del siglo XVIII, pero cuya existencia, atestiguada por numerosos documentos, la reconocen en la Edad Media y el Renacimiento, y aún antes, como heredera de los collegia fabrorum romanos, vinculados con el simbolismo constructivo y por lo mismo con la Masonería.

Tal vez alguien pueda pensar que los autores de esta selección no han tenido en cuenta el “secreto masónico”, ante lo cual diremos, en primer lugar, que la Masonería no es una Orden secreta sino discreta, y en segundo término que el verdadero “secreto” es, como en toda organización iniciática, de naturaleza metafísica y permanecerá por tanto inaccesible sin ser revelado jamás. Por otra parte, aquello que es estrictamente secreto para la Masonería son exclusivamente las palabras de paso, los toques y los signos, y de estos aquí nada se dice.

No sólo hemos mantenido el nombre de Siete Maestros Masones que figuraba en el anterior volumen publicado por esta editorial, Símbolo, Rito, Iniciación: La Cosmogonía Masónica, aclarado que la mayoría de ellos también colaboran en éste, sino que se ha dado lugar igualmente a trazados de nuevos maestros que se han ido sumando a los siete originales y que trabajan en distintos talleres. (F. G. y F. A.).

Revista Symbolos
No 31-32 (2007): “Historia y Geografía Sagradas”

Con este número la revista termina su andadura en lo que a su versión impresa se refiere; continúa en Internet su formato electrónico donde se incluyen novedades dos veces al año. Pero dejemos hablar a su director pues nada mejor que esta extraordinaria Carta al Lector para introducirnos en este número de Symbolos, como siempre preñado por el verbo generador y vivificante.

A nuestro amigo y compañero Antonio Casanovas Viladomiu,
a quien la muerte lo encontró en pie de guerra.
Honrar a quien Dios honra.

Y a Barcelona, su ciudad que, conjuntamente
con Buenos Aires, es a su vez la mía.

portada de la Revista Symbolos Nº 31-32

Tal vez resulte extraño que una revista del tipo de SYMBOLOS (literaria, esotérica, revista-libro) declare finalmente clausurada su función; simplemente desaparece. Nuestro caso es distinto, porque si bien ya no se editará más la revista impresa sobre papel, sí quedará incólume su publicación telemática renovada dos veces al año. Esto se debe a que los nuevos medios electrónicos, en este particular, le han ganado la batalla al libro, puesto que para ser modestos unos días de audiencia de nuestro anillo telemático corresponde a la venta de un año de las publicaciones en papel. La proporción es casi de uno a cien para decir lo menos. Por lo que SYMBOLOS seguirá vigente y recreando hasta donde sea posible nuestra labor filosófica encarada –y así lo saben nuestros lectores– como una poiesis (latín poesis) procedente del furor. Por tales motivos está claro que SYMBOLOS no se retira de ninguna contienda sino que se adapta a nuevas formas con el fin de difundir su voz entre oyentes inéditos y tal vez interesar a otra generación –cosa que ya ha sucedido– en este tipo de temas siguiendo las pautas tan generosas y amplias de la Tradición Hermética.

De hecho el dios Hermes, mensajero dúctil y maleable, siempre ha estado relacionado con el servicio de correos –como puede verse en la inclusión de su efigie en numerosos edificios de servicios postales– y no cuesta entender su transformación de patronazgo en nuevos medios de comunicación como es internet, pese a la indefinida basura que puebla sus páginas en este fin de ciclo en el que vivimos; lo mismo es válido para su intervención en la televisión, fiel reflejo de la “realidad” en la que estamos inmersos y tal vez su función en estos casos sea paradójica: rechazar en conjunto el mundo (por aburrimiento, cansancio, asco) y sus posibilidades invertidas.

Cuando se creó la revista y como antes lo había sido con la fundación del Centro de Estudios Simbólicos en Barcelona y la Introducción a la Ciencia Sagrada (Programa Agartha), se fue construyendo un espacio intangible, un ámbito, a veces inflamado de comunicación que no pudo generar sino polémica, lo cual no debe sorprendernos dada la chatura del ambiente general del siglo XX (y que se alarga en el XXI) dominado por prejuicios donde lo metafísico debía asociarse a lo religioso, asunto que nos tocó muy de cerca y que llevaba al hispano-hablante de ese entonces también a confundir el pensamiento de Oriente, sus prácticas y el concepto de “maestro” como correspondiente con ser un objeto de devoción, un milagrero, lo que nada tiene que ver con la Tradición Hermética-alquímica, sino con ideas devocionales que tomaban la forma, sorprendentemente, de cuestiones tan ajenas como el vegetarianismo, o dietas para la salud o el ascetismo y la castidad, las que eran consideradas de modo piadoso y grotesco con calidad de cuestiones cuasi religiosas. Desde luego, eso no ha cabido nunca como formando parte de nuestros intereses aunque sí la metafísica de los sistemas orientales a los que por otra parte conocemos bien y que nada tienen que ver con aberrantes literalidades. En suma: pura ignorancia y fanatismo.

Por lo que hemos debido desprendernos de algunos personajes que no han podido o querido seguir el nivel marcado por SYMBOLOS o por los Centros de Estudios Simbólicos y han tratado de “serrucharles el piso” a estos medios, cosa que es habitual en los que no pueden llegar a la realización espiritual-intelectual más elevada; por lo que utilizan estas técnicas para disolver el mensaje, cuando no la simple malversación e injuria de tipo personal.

Ese espacio al que nos referíamos anteriormente y que produjo la aparición de SYMBOLOS no pasó indiferente para algunos pocos que encontraron allí un ámbito favorable para su realización intelectual-espiritual y son ellos los que han conformado el núcleo central de nuestros propósitos y trabajos y a quienes, en definitiva, han sido dedicados los volúmenes de la revista, a la par que éstos se constituían en elementos básicos para su propia labor y al mismo tiempo contribuían a ella mediante estudios y colaboraciones de distinto tipo que se iban incorporando a SYMBOLOS, en la que comenzaron a destacarse como aportes necesarios para nuestra publicación, tales como los que conforman este último número de la revista.

La unidad es el mayor de los símbolos porque implica en sí la totalidad de lo que es, ha sido y será, y al mismo tiempo todo aquello que no es, y que no tiene cabida en la manifestación. Y todo ello lo hace en distintos mundos e igualmente en diferentes grados de conciencia del alma humana.

Con respecto a los términos jerarquizados de Providencia, Voluntad y Destino tratados por los antiguos y a los que se refieren aquí los estudios de Francisco Ariza y Antoni Guri –desarrollados también por Guénon–, hace ya tiempo que pensamos que esa triunidad puede verse de manera inversa. O sea, que habiendo puesto nuestra Voluntad (libre albedrío) al servicio de la Providencia –interviniendo en ello la fe– accedemos a un Destino que ha sido nuestra necesidad. Pero una vez que comprendemos ese Destino, es cuando se traduce en términos de Voluntad –a ese Destino– y éste es capaz de llevarnos nuevamente a su fuente inspiradora, es decir a la Providencia Divina –que lo es todo–, y ser absorbidos por su Inteligencia, en íntimo contacto con su Sabiduría. Esta inversión nos daría una pauta, tal vez sorprendente para quienes consideran la historia sólo desde un punto de vista lineal y de desarrollo indefinido. Es decir, que pudiéramos estar condicionados por nuestro futuro, tanto como por el pasado. Igualmente esta actitud capaz de liberarnos de la pesada carga de una concepción falsa podría ser liminar en cuanto a una nueva visión de lo simultáneo.

En otro orden de relaciones esto se expresa en la Cábala, o sea en una Tradición que tiene su primer autor a este respecto en Joseph Chiquitilla, que no comienza su descripción del cosmos por la creación del mismo, o sea desde su creador como era habitual, sino de la criatura que ha tenido la gracia, a contrapelo de la propia creación, de poder alcanzar el Conocimiento de la Providencia Divina –por necesidad, o tal vez fatalidad– a través de la escalada por distintos mundos, por medio de su Voluntad (con la que coadyuva permanentemente la fe), encarnando las jerarquías intermediarias hacia su propio origen increado.

Esto se refiere, en definitiva, al conocido símbolo del Arbol invertido cuyas raíces, en lugar de estar en el cielo –y sus frutos conformar el Mundo–, se encuentran en la tierra y representan el ascenso de lo Manifestado hacia sus orígenes, la Inmanifestación. Así una vez alcanzado el Conocimiento, o al menos la doctrina que lo fundamenta, poder remontarnos a nuestra ascendencia mítica. En otras palabras, un viaje de lo humano a lo suprahumano, de lo individual a lo supraindividual.

Queremos aclarar, en relación con la voluntad y libre albedrío, que no se trata aquí de una voluntad férrea atada a cuestiones particulares, sino al abandono intelectual-espiritual, aún de esa propia voluntad estricta, enfocada sobre cuestiones de interés tan ínfimo como material (las dietas alimenticias, de las que ya hemos hablado, las creencias en diversos ayunos meritorios, determinados ejercicios físicos o vaya a saber qué fijaciones de piadosos beatos/as y otras inmensas minucias), a las que se aferran de modo obsesivo y las transforman en propiedades mentales que son lo primero en sus conciencias, lo cual es por ellos/as considerado como una verdadera conducta loable sustituta de lo religioso, que, como sabemos, constituye un símil perverso de la Ontología; la Metafísica ausente.

Esto aún se hace más patente en la diferencia entre la entrega al Conocimiento y la participación en el mismo, frente a la adquisición de conocimientos, reglas y términos, inclusive susceptibles de ser mecánicamente memorizados, propios de las aspiraciones culturales pequeño burguesas de los oficinistas y las clases medias.

El estudio que encabeza este número nos sumerge en una meta-historia mágica que recorre el mundo a veces de modo oculto o se digna aparecer en lo manifiesto. El autor nos lleva no sólo a una interpretación literal sino que se maneja con toda habilidad y precisión en círculos más amplios, tocantes al símbolo y a lo que éste transmite. Estamos pues ante la presencia de una representación volumétrica o multidimensional de lo que el espacio y el tiempo significan, contadas en distintos ámbitos por hombres que han meditado mucho en ello. Artículo extraordinario de Francisco Ariza que no termina aquí sino que se continúa conformando un libro sobre Metafísica de la Historia y la Geografía que será clave para quien se ocupe de estos temas.

Le sigue otro de Antoni Guri: El Renacimiento en la época Isabelina en el que al tratar un tema localizado en esa bellísima época y sus filósofos que constituyeron un auténtico renacimiento en la Inglaterra del siglo XVII análogo al florentino, se vuelve a mencionar, independientemente del estudio anterior, el mismo tema de Providencia, Voluntad y Destino que ya hemos señalado, lo que nos parece significativo; hay quien ha sugerido que esta coincidencia no es tanta como podría pensarse en una revista que se constituyó en un espacio del alma y que está cerrando su edición impresa; hecho que, bien o mal, no ha sido indiferente para sus redactores y suscriptores, a quienes se lo estamos comunicando.

En tercer lugar aparece un texto de María Victoria Espín, Historia Viva II, que continúa el de la revista anterior (29-30 Celebraciones) en el que explica el por qué de su contribución a este número dedicado a Historia y Geografía Sagradas.

El estudio de Iñigo Correa, La Ciudad, se destaca por su construcción perfectamente acorde con el tema del que trata y se advierte la arquitectura de su trazado.

Le sigue La Isla debida a la pluma de Mireia Valls, donde los valores simbólicos propios de la insularidad, tratados unánimemente por todas las tradiciones, se viven en la intimidad del ser empeñado en la obra alquímica que cada quien, bien mirado, puede tener al alcance de su mano.

A continuación publicamos una pieza lírica, La Memoria, Corazón del tiempo, cuya autora, Patricia Serdá, da cuenta de un proceso del alma que continúa despertando, en pleno vuelo poético, actualizando así muchos años de labor en el Arte Sagrado.

Con esta misma vena poética se expresa Lucrecia Herrera quien además publica y comenta “Noche de Brujas”, una obra mía olvidada, pero que consideramos muy actual.

Marc García nos presenta un trabajo, seguramente sorprendente para muchos, Sobre el Espacio y el Tiempo. Paradojas de la Luz, conciso e iluminador sobre la luz y alguno de sus múltiples aspectos en donde se destacan las formas sorprendentes en que se expresa lo espacio-temporal.

También es conciso el artículo de Carlos Alcolea titulado El Recuerdo del Tiempo Mítico: Sabiduría Oculta en el Símbolo, de muchos y variados méritos, lo cual es asimismo el caso de La Troya de Homero de Daniel Torres que emparenta temas tradicionales con ciertas investigaciones modernas con las que hay analogías.

Seguidamente una curiosa labor debida a María Angeles Díaz, El Viaje del Conocimiento, que combina en forma de entrevista, aspectos de la realidad tomada de modo literario con ciertas estructuras esenciales de mi obra y textos míos presentes tanto en las preguntas como en las respuestas y que es parte de un artículo de ficción más extenso donde se destacan muchos temas de la doctrina tradicional en la que me toma como una voz actual de la Tradición Hermética. Es muy difícil decir algo más cuando el protagonista del artículo, el entrevistado, es uno mismo.

En este sentido hubiera querido evitar la reiterada mención de mi nombre a través de citas de mis libros presente en todas las contribuciones, aunque el lector podrá observar que esto ha sido imposible dadas las características de los estudios enviados para este número final de SYMBOLOS.

Finalmente una visión tradicional sobre la grandiosa y exuberante ciudad de Angkor y la Cultura Kmer (y de Angkor Wat, contemporánea de Nôtre Dame de París), por Rosa Quílez; una muestra de lo que fue a través de su arqueología ya que sus gigantescas construcciones fueron misteriosamente abandonadas como las ciudades mayas del período clásico (circa siglos IV a X d. C.).

Posteriormente, algunos nuevos colaboradores, dos contribuciones originadas en el Centro de Estudios Simbólicos de Barcelona (CES), y otra, procedente del CES de Zaragoza, firmadas por María Correa, Ana Contreras y Beatriz Ramada, respectivamente.

Cerramos nuestros contenidos con un trabajo serio de Francisco Ariza, La Influencia de Hermes en Barcelona y el Mediterráneo, y la crónica de las actividades de nuestros grupos desde el año 2005 hasta la fecha.

Volviendo al asunto de la mención constante de mis obras –y consecuentemente, de mi nombre– no he tenido más remedio que romper mi timidez por respeto a los colaboradores que lo ven así y a los que agradezco su confianza, pese a mis reservas que se han visto desbordadas por la seriedad de sus estudios. Por algún motivo escribimos libros y hemos dado cursos y conferencias y estas son las respuestas a mis inquietudes metafísicas, y a la vez caminos individuales inspirados en ellas, de lo que me hago cargo, pues todos somos obreros de la Construcción Universal.

Por lo que queremos invitar a los suscriptores, amigos y lectores a seguir su aventura intelectual-espiritual en nuestra página en internet, así como en el resto de nuestro “anillo”(170), donde ya están insertados muchos de los artículos aparecidos en las ediciones de nuestro medio impreso, particularmente los cuatro números dedicados a Fin de Ciclo, que por su extensión se han publicado en una página especial(171) y los editados en ‘Federico González’(172).

Pero no nos engañemos, todos estos trabajos intelectuales están enderezados en nuestra vida a un solo fin: a la Guerra Santa, que es la de la Iniciación de cada uno de los que escriben y leen estas páginas y ese ha sido, desde el comienzo, el motivo de nuestras publicaciones que tratan de testimoniar aspectos diferentes de este hecho majestuoso debido a la increíble gracia de los dioses que ninguno de nosotros merecemos, ni esperábamos, y que se ha convertido, sin embargo, en la meta de nuestra existencia, en el destino al que el libre albedrío nos ha traído y el que al mismo tiempo ofrecemos a otros, incorporándolos a este hecho majestuoso y único: el triunfo en la Guerra Santa, para lo cual seguramente hay que perder, voluntariamente, todas las pequeñas batallas profanas y ser vencidos, como soldados que es lo que somos, en el fragor de la batalla, inclusive provocando nuestra propia derrota, la muerte deseada como una purificación y una catarsis que nos redima de los tibios, de los blandos, y aún de los fraternos y sus edulcorantes creencias basadas en la misma porquería de la que intentamos salir y que nos ofrecen un fácil confort espiritual a cambio de la traición en estos tiempos terminales, cuyos precios son indefinidos y siempre aparentemente convenientes, disfrazados de falsa bondad y amor, de políticas correctas y promesas ligth. Sabiendo que el que se deja tentar ya abdicó, pues como dice el pueblo “quien parpadea pierde”.

Entonces nada de abandonar las armas, y no sofocar nuestro grito de guerra, ni cejar en la destrucción de los falsos y engañosos egos, refugiarse en la mentida caridad, ni permitirse la condescendencia, que esos son los disfraces del viejo enemigo tenazmente perseverante en arruinar nuestra entrega al sacrificio –ya que como bien se ha dicho el sacrificio y el sacrificador son una misma persona– y nuestra pretensión en convertirnos en dioses, es decir, todos los propios esfuerzos tendentes a lo suprahumano y supracósmico y que podemos abandonar miserablemente por razones “demasiado humanas” absortos en la armonía del cosmos y la perfección de lo que debe ser destruido y abandonado.

Incluso provocando nuestra propia humillación, entregados a las manos de los hados que a veces sólo nos ofenden, y que además son capaces de destruir el honor y transformarnos en viles criaturas no sólo para demostrar su poder sino, fundamentalmente para hacernos ver en qué basuras poníamos nuestra escala de valores y en qué crápulas todavía creíamos, pensando en que éramos hombres correctos, casi ejemplos en el orden social y respetando todos los esquemas con que estamos munidos en este mundo, de los que son un ejemplo la falsa ensoñación de nobleza que nos hace casi caballeros medioevales templarios así como el fanatismo religioso de cualquier índole y creencia que fuera, todos perversos y contratradicionales.

Y bastaría para justificarnos una sola y verdadera transmutación que sacudiría al cosmos y lo regeneraría, lo que nada tiene que ver con anotarse a la lista de la Alquimia o de la Cábala, o del “grupo fraterno” o el simbolismo constructivo, con estúpida ingenuidad, buscando una vez más algo seguro y sin complicaciones en lugar de ingerir veneno como es debido.

La Cábala del Renacimiento, Nuevas Aperturas (con antología de textos)(173)

Esta obra se inicia con una introducción en la que se expone lo que es la Cábala, su desarrollo histórico y su vinculación a otras gnosis. Nos dice:

Para los cabalistas la Cábala se entregó a Moisés en el Monte Sinaí, junto con las tablas de la ley, es decir los mandamientos exotéricos que gobernarán las conductas de ese pueblo. La Cábala es por lo tanto el aspecto esotérico del pueblo de Israel, el auténtico conocimiento, o sea la Tradición, la Ciencia Sagrada de los judíos que fue revelada a Moisés en cuarenta días. (p. 7).

Portada del libro La Cábala del Renacimiento

La estructura del Arbol de la Vida con sus diez Sefiroth, sus cuatro planos y las tres columnas que lo conforman es expresada de la forma más concisa, clara y sintética posible. Y concluye abordando tres temas fundamentales de la Cábala: En Sof, el Adam Kadmon y la androginia de Dios.

Pasando al Capítulo I: “El Tema”, nos dice que son tres las variantes en que se manifiesta la Cábala en el Renacimiento: una corriente judía, una Cábala cristiana y una Cábala teúrgica neopagana.

(…) creemos que la unión de la Cábala y la Tradición Hermética que existe desde siempre, adquiere nuevas formas en el Renacimiento –entre ellas la Alquimia occidental– que se han mantenido hasta el sol de hoy, completas y perfectamente ligadas a la Cábala de Provenza, Sefarad y Safed conformando todo ello parte de la revelación del dios egipcio Thot, escritor y mensajero divino y sus ancestros atlánticos y antediluvianos. (p. 36).

También se deja constancia de los escritores que en los últimos tres siglos han difundido la Cábala cumpliendo una función de puente en su transmisión, pese a ser menospreciados por algunos autores judíos. Nos referimos en primer lugar a Knorr Von Rosenroth y su Kabbala Denudata; la versión de esta antología que efectuó Macgregor Mathers en Inglaterra ha sido fuente de inspiración para muchos individuos y grupos (volveremos a hablar de Kabbala Denudata más adelante al abordar el capítulo V de La Cábala del Renacimiento). Otras obras dignas de mención son las que sobre Cábala, Alquimia y Tradición Hermética escribiera A. E. Waite, igual Paul Vulliaud y su Kabbale Juïve, síntesis de conocimientos cabalísticos en dos tomos, basados en la Cábala cristiana aún viva en el siglo XIX. Waite y Vulliaud definen dos corrientes cabalísticas modernas, la inglesa y la francesa.

(…) La Cábala Hermética inglesa es mucho más neopagana, mágica e interesada por la experimentación, incluso la científica, dando lugar a varios magos de distinta importancia, mientras que la francesa es cristiana. (p. 40).

Y nos dicen los autores:

(…) nuestra postura desde el inicio, se ubica en completa oposición a las ideas de Scholem –pese a su autoridad en otros aspectos que reconocemos–, y se basa en la afirmación según la cual la Tradición Hermética permanece viva y muchos de sus adeptos, incluso instituciones iniciáticas, utilizan el diagrama del Arbol de la Vida como elemento importantísimo de gnosis, si no de metanoia y siempre de epifanía. (p. 39).

Tanto este primer capítulo como la introducción que le precede nos llevan por los senderos del Arbol de la Vida, absorbidos en la enseñanza que trasmiten.

Y de allí el inmenso valor de una herencia de este tipo, verdadero apoyo, estructurado de tal forma que, reflejando al cosmos, es al mismo tiempo un mapa del alma individual que puede despertar si el propio Arbol se convierte primero en el espejo de uno mismo y posteriormente se es uno mismo con Él, lo cual es el tema de la Cábala y de la Tradición Hermética en sí. (p. 43).

Bien podemos decir que es una labor titánica la que llevan a cabo sus autores con esta obra, trabajo que les agradecemos. Más de 700 páginas por las que desfilan, uno tras otro, tantos escritores que causa maravilla por un lado la labor realizada por Federico González y Mireia Valls y por otro la talla y el número de autores herméticos que han fecundado las tierras de Occidente en este periodo. Son muy abundantes las citas de los artistas que desfilan por estas páginas, sobre esto se nos aclara:

si citamos textos extensos y hacemos con ellos una especie de antología, o selección, es porque se pretende presentar el contenido de la obra con extractos realizados por la mano del propio autor. Así como la reproducción de grabados, que a su vez sintetizan temas de la Obra. Queremos de esta manera rendir tributo a estos sabios que consideraron oportuno crear este tipo de literatura hermético-alquímica, en este caso relacionada con la Cábala. (p. 44).

El Capítulo II: “Precursores de la Cábala Hermética en el Renacimiento”, trae a la palestra a Ramón Llull. Nos acercaremos a él a través de una cita de su obra Proverbios:

1.- Por ser Dios un ser perfecto, su nombre es perfecto.

2.- Dios y su nombre se corresponden realmente.

3.- El nombre de Dios que el hombre usa, es semejanza de su nombre.

4.- El nombre “Dios” no ha sido inventado; pero sí los nombres con que lo designan los hombres.

7.- Quien dice “ser que no tiene necesidad de nada”, habla de Dios.

8.- Quien dice “infinitud y eternidad”, nombra a Dios.

9.- Quien dice “ser infinito y eterno”, designa a Dios.

11.- El nombre de Dios es inmutable. Mas el cristiano, el judío y el sarraceno lo cambian, valiéndose de diferentes términos y vocablos.

12.- Nombramos a Dios, cuando decimos “infinito” o “eterno”; así como el hombre menciona el hierro, cuando dice “martillo” o “clavo”, que son de hierro.

13.- En Dios, el nombre del nombre es “Dios de Dios”.

    (p. 64).                  

Arnau de Villanova:

Siguiendo con el tema, citamos de la obra Discurso sobre el nombre de Dios de este autor:

Sin duda la inteligencia humana es un libro editado por Dios, en el cual las exposiciones y los sentidos de las expresiones divinas resplandecen cuando la Sabiduría de Dios lo dispone, pero los significados particulares de las palabras sagradas no aparecen a la vez, sino sucesiva y paulatinamente en los tiempos y las edades del mundo, y muchas duermen aún en el polvo de la tierra, es decir, en la imagen terrenal de la letra y después de la muerte de Cristo, en la última persecución de los fieles, saldrán del monumento funerario de las expresiones literales y aparecerán ante muchos en la ciudad de la comunidad fiel. Y cuanto más se aproxime aquel tiempo, tanto más germinarán las semillas de la doctrina sagrada, echadas en la tierra de las expresiones literales y aparecerá el trigo que hasta entonces había estado enterrado en los libros sagrados. (p. 80).

Nicolás de Cusa:

De Docta Ignorantia es la obra más famosa de nuestro autor y una de las más importantes de su creación. Publicada en 1440 cuando su autor tenía treinta y nueve años, fue valorada desde entonces a tal punto que se hicieron numerosas ediciones de este libro que influenciaron el pensamiento de muchas mentes del Renacimiento, que veían en esta fuente hermética y neoplatónica unas enseñanzas que eran un alimento a sus inquietudes y obraban sobre ellas al modo de una comunicación, si no influjo, que era la respuesta a esas inquietudes, luego intereses, y necesidades con los que su alma verdadera y esencialmente se identificaba. Y eso, o ello, es la teúrgia, aunque los actores en el Gran Teatro del Mundo no lo sepan o finjan ignorarlo. (p. 88).

El Capítulo III: “La Tradición Hermética y la Cábala”, nos dice:

(…) es sobre Ficino y Pico donde se construye la estructura del primer pensamiento renacentista, el verdadero humanismo y la posterior proyección del mismo en los siglos XVI y XVII en Alemania, Francia e Inglaterra, sin olvidar la península ibérica, pasando a América posteriormente mediante diversos conductos, la mayor parte más o menos vinculados con la Masonería, heredera de la Orden de los Rosacruces. (p. 107).

Marsilio Ficino(174),

Médico, sacerdote y también músico,

(…) cantaba y bailaba los himnos órficos y los de Proclo y asimismo los Hermetica al compás de la armonía del cosmos, acompañado con una “lira de braccio”, mientras todo ello constituía una bellísima ceremonia, propia del arte de la época, donde se disfrazaban, o mejor, se ocultaban de modo refinado y simultáneo la gnosis y la incantación.

En efecto, esta posibilidad de ritualización propia de la teúrgia encontró en Ficino un inspirado intérprete y un protagonista mágico de la Tradición, esa prisca theologia, que atesoraba un Conocimiento secreto, aunque sin embargo accesible y brillante en este texto o aquél, tanto en la Biblia como en Platón y el Corpus Hermeticum, y que a su vez era aquello que las propias cosas, seres, o fenómenos, manifestaban en el concierto universal de su alma.

Esta revelación que recibe el sabio florentino, por medio de estos libros, lo acompañará para siempre iluminando todos los órdenes de su vida al moldear su pensamiento y su obra. (p. 103).

Más de 30 páginas de este libro están dedicadas a Ficino, de ellas hubiéramos querido entresacar muchas citas, pero no es posible en este trabajo que estamos haciendo detenernos más en un autor en particular, aunque éste sea el fundador de la Academia Platónica de Florencia, pues el libro continúa con un elenco de personajes de los cuales también queremos dejar constancia aquí.

Pico de la Mirandola:

Hablando de la conocida obra de este autor: Novecientas tesis para demostrar la existencia de Dios, nos dice este texto iluminador:

(…) caímos en la cuenta de que estas proposiciones no eran del todo comprensibles sin su prólogo, el Discurso De la Dignidad del Hombre que las introduce y determina. Y que según comprendimos era la clave y esencia de lo que había sido Pico, no sólo para la Cábala, sino en el pensamiento italiano renacentista y la cultura occidental: un auténtico personaje fabuloso, pese a que la historia de las culturas e ideas y su mezquindad, respecto a lo que no se comprende, con la que nosotros también estamos programados, pusiera –y actualmente ponga– cortapisas sórdidas, formales y lógicas, a tanto genio y generosidad.

Por lo que no sólo la Oración representa la totalidad del pensamiento del señor della Mirandola sobre la Cábala sino asimismo sobre hermetismo, filosofía, magia, teúrgia, metafísica, aritmosofía, etc. con el agregado de vislumbrar y comprobar en sus investigaciones la concordia entre la totalidad de las ciencias y artes a las que tuvo acceso comenzando con las filosofías de Aristóteles y Platón. Y éste ha sido el aporte original del Fénix de su tiempo, no sólo para Italia sino para el pensamiento occidental en esta fase de su construcción, el primer Renacimiento, una época tan luminosa como fatídica ya que es asimismo el introito a la modernidad, su disociación y pérdida de conceptos y sentido. (p. 134).

Todo lo que se diga de esta Oración por la Dignidad del Hombre será insuficiente, su belleza y su fuerza son plenas, es un texto que llega directamente al corazón con una sencillez y claridad que la deja a una anonadada. Y en este libro, además, los comentarios hacen que su lectura sea todavía más iluminadora. Finalizamos con una cita de este Discurso:

Pero ni sólo Moisés, o los misterios cristianos, también la teología de los Antiguos nos muestra los bienes y la dignidad de las artes liberales, en cuya discusión estoy metido. ¿Qué otra cosa significan, en efecto, los grados de los iniciados observados en los misterios de los griegos? En los cuales, purificados primero mediante aquellas, que hemos dicho artes expiatorias, a saber, la moral y la dialéctica, les llegaba la recepción en los misterios. ¿Qué otra cosa puede ser eso sino la investigación de los secretos de la naturaleza mediante la filosofía natural? Entonces, ya así preparados, venía aquella e0popteia, es decir, la contemplación de las cosas divinas mediante la luz de la Teología. ¿Quién no anhelará ser iniciado en semejantes misterios? ¿Quién, despreciando todo lo humano, hollando los bienes de la fortuna, descuidado del cuerpo, no deseará, todavía habitante de esta tierra, ser comensal de los dioses, y embriagado con el néctar de eternidad, mortal animal aún, recibir el regalo de la inmortalidad? ¿Quién no querrá ser arrebatado por los transportes aquellos de Sócrates que describe Platón en el Fedro, y, remando con pies y alas, en velocísima carrera, huir de aquí, de este mundo, todo dominado por el maligno, y ser llevado a la Jerusalén celestial?

Y entusiasmándose:

Seremos transportados, Padres, seremos arrebatados por los entusiasmos socráticos, que nos sacarán de tal manera fuera de nosotros mismos, que pondrán a nuestra mente y a nosotros mismos en Dios. Seremos así llevados, si antes hubiéremos hecho lo que está en nuestro poder. Si, efectivamente, por la moral, las fuerzas de los apetitos van dirigidas por sus cauces regulares según las debidas funciones, de modo que resulte de ello un concierto acordado, sin disonancias perturbadoras; y, si, por la dialéctica, se mueve la razón avanzando hacia su propio orden y medida; tocados por el arrebato de las Musas, henchiremos nuestros oídos con la armonía celeste. Entonces el corifeo de las Musas, Baco, revelándonos a nosotros filosofantes, en sus misterios, es decir, en los signos de la naturaleza visible, lo invisible de Dios, nos embriagará con la abundancia de la casa de Dios, en toda la cual si somos, como Moisés fieles, haciendo su entrada la Teología, nos enardecerá con un doble ímpetu: por un lado encumbrados a aquel elevadísimo mirador, midiendo desde allí con la eternidad indivisible lo que es, lo que será y lo que fue, y contemplando la Primera Hermosura, seremos amadores alados de ella como apolíneos vates, y por otro, pulsados como por un plectro por el amor inefable, convertidos en encendidos Serafines, fuera de nosotros, henchidos de Divinidad, no seremos ya nosotros mismos, seremos Aquel mismo que nos hizo. (p. 139-140).

El Capítulo IV: “La Cábala en Italia”, trata de: Francesco Zorzi, Egidio de Viterbo, Pelagius, Giovanni Mercurio da Correggio, Ludovico Lazzarelli, Agostino Giustiniani, Petrus Galatino, Agostino y Paulus Ricci y Giordano Bruno.

No sólo Florencia, sino también Venecia y Roma fueron en este periodo centros de Luz con numerosos autores, hijos ilustres de estos lugares, encarnando y trasmitiendo, vivificando en suma, la Tradición hermético-alquímico-cabalística.

La cábala de Francesco Zorzi está inspirada en De Arte Cabalística de Reuchlin y en la obra de Pico.

Zorzi, culto patricio veneciano lleno de amor a la creación entera, propia del “poverello” de Asís, escribe su De Harmonia Mundi inspirado en el simbolismo del orden cósmico expresado por autores que cita de continuo y que tal cual ha observado han vivido la misma cosmogonía y teosofía a la que él pertenece, la cual ha signado su destino merced a la gracia Divina que le ha inspirado el temor a lo sagrado y a las combinaciones de las letras ardientes que conforman el cosmos. (p. 163.).

Egidio de Viterbo en su obra Shekhinah, que dedicó a Clemente VII y a Carlos V, expone la cábala interpretada cristianamente. De Lazzarelli queremos señalar que se le considera el autor de los dibujos del bello “Tarot de Mantegna”. En cuanto a Giordano Bruno, que en el proemio a su obra Del Infinito: el Universo y los mundos, se califica a sí mismo como “delineante del campo de la naturaleza, solícito del pasto del alma, deseoso del cultivo del ingenio y artesano de los hábitos del intelecto”:

Su obra es muy extensa, una verdadera síntesis de Hermetismo, Cábala y Cristianismo. El “diálogo” es el método principal de su exposición, o sea el arte de la mayéutica, con el que pone al descubierto la identidad esencial de estas ramas tradicionales y de todas sus ciencias. (p. 212).

El Capítulo V: “La Cábala en Alemania”, reúne a: Johann Reuchlin, Enrique Cornelio Agrippa, Paracelso, Athanasius Kircher, Jacob Böhme y la Kabbala Denudata.

Reuchlin:

Introducido a la Cábala por Pico es otra estrella del firmamento renacentista; alemán, gran viajero, políglota y erudito. Su obra más importante es De Arte Cabalistica, organizada como un diálogo entre tres sabios: un cabalista judío, un pitagórico y un mahometano que se han reencontrado en una posada de Frankfurt. La dedica al Papa León X, hijo de Lorenzo el Magnífico. Dice en su dedicatoria:

he creído que no os disgustaría que expusiera al público lo que Pitágoras y los grandes Pitagóricos pensaron. Con vuestro feliz consentimiento, los Latinos leerán lo que hasta ahora habían ignorado (…) La obra no hubiera llegado a buen término sin la Cábala de los Hebreos. (p. 245).

Más adelante:

Pues a qué cosa tiende el Cabalista o Pitágoras sino a restablecer los espíritus de los hombres en Dios, es decir a promoverlos a la beatitud perfecta. Es el mismo método de transmisión en los cabalistas que en Pitágoras, la misma forma de ejercer por los símbolos, las notas, los adagios, por los números, las figuras, las letras, las sílabas y las palabras. (p. 246).

Y sigue y sigue la enseñanza de Reuchlin, que habla con una claridad meridiana.

Agrippa:

Sintetiza este apartado la vida y obra de otro personaje extraordinario que viajó por toda Europa aprehendiendo y trasmitiendo la enseñanza, amado por unos y odiado por muchos, sufriendo desprecios y prisión en varias ocasiones. Se habla extensamente aquí de algunas de sus obras: De la Nobleza y preexcelencia del sexo femenino, Filosofía oculta, De la vanidad de las ciencias y La magia de Arbatel. Incluimos una de las citas sobre la cábala, correspondiente al tercero de los libros mencionados:

El arte, según se dice, es muy antiguo, pero en cuanto a su nombre ha permanecido desconocido hasta los tiempos más recientes, cuando ha sido puesto en uso entre los cristianos. La doctrina y ciencia de éste se enseña doblemente o tiene dos partes: una dicha de Bereshit, llamada también cosmología: es la que explica la virtud de las cosas creadas, naturales y celestes, expone y da a entender los secretos de la Ley de la Biblia por razones filosóficas. Por esta razón, según mi parecer, no se diferencia en nada de la Magia natural, en la que es muy creíble que Salomón fuera muy experto, puesto que leemos en las historias sagradas de los hebreos que solía hablar del cedro del Líbano y del hisopo, de los caballos y las bestias de cuatro patas, de los pájaros, de las serpientes y de los peces, todas ellas cosas que pueden portar en sí virtudes mágicas. (…) La otra parte de este arte se denomina Mercabah y trata de las virtudes más altas, angélicas y divinas, de las contemplaciones de los nombres y signos sagrados, casi como una Teología alegórica o enigmática que consiste en notas y marcas, en la cual todas las letras, números, figuras y nombres, los vértices y ángulos de las letras, trazos, líneas, puntos y acentos denotan y significan grandes misterios de cosas muy profundas y escondidas. (p. 302).

Paracelso:

Médico, viajero y por sobre todo buscador de la Verdad y amante de la Sabiduría, como podemos ver y oír a través de sus palabras:

Si un enamorado es capaz de recorrer un largo camino para ver a una hermosa mujer, ¿qué no se haría por la belleza de un arte?

La reina atravesó los mares únicamente para escuchar la sabiduría de Salomón ¿Cuál fue la verdadera razón de que la reina fuese en busca de Salomón? Pues que la sabiduría es un don de Dios. Allí donde Dios la concede, allí debe ser buscada. Allí donde Dios sitúa su arte, allí conviene buscarlo. El hombre posee este don supremo: que es capaz de buscar los dones divinos allí donde se encuentran, y por ello está obligado a ir en su busca. Aquí se encierra una gran enseñanza. (…) Juvenal lo ha dicho claramente: “Aquel que no viaja alegremente, no posee nada. Continuad según la máxima: “Que los que no quieran morir asesinados, permanezcan en sus casas y se hagan asar peras. Mas yo sostengo que hasta el día de hoy mis viajes no han estado desprovistos de razón, y que son dignos de alabanza y no de vergüenza. Pongo a la naturaleza por testigo: el que quiera explorarla, no tiene más remedio que rastrear sus libros con sus propios pies. La Escritura se recorre letra por letra, la naturaleza país por país: los países son como hojas: aquí se encuentra el código natural con el que conviene girar las páginas. (p. 328-329).

Athanasius Kircher:

Kircher junto a Robert Fludd son autores de obras enciclopédicas sobre la Ciencia Sagrada en las que incluyen la Cábala en relación a las disciplinas paganas y teúrgicas y al cristianismo.

Nos detenemos en lo que se dice de una de sus obras, Aritmología, un libro de cábala pitagórica en la línea de Reuchlin y Agrippa.

(…) este pequeño manual ritualiza una vez más la Tradición Hermética, el neoplatonismo y la Cábala gnóstica, judía y cristiana, o judeocristiana si se ha de considerar su nacimiento en las juderías y aljamas del sur de Francia y España en el medioevo y que se prolonga en Safed y los judíos Askenazi, y por otra parte en el material que estamos estudiando, el de la Cábala en el Renacimiento, que se expresa de modo cristiano en algunos sectores y autores como el católico Kircher, sacerdote jesuita e igualmente de modo pagano, como es nuestro caso, no sólo por el trasfondo de la filosofía griega, sino también por los ritos numéricos pitagóricos, donde se invocan los dioses, semidioses y héroes del panteón, como parte activa de la realización intelectual a través de las ideas que los números representan. Pero también en relación con el alfabeto hebreo y el nombre de las sefiroth vinculadas con los astros y los poderes conferidos a los nombres divinos, arcangélicos y angélicos, sin la menor vinculación con los usos y costumbres de estos o aquellos, completos profanos, o por la hipocresía de lo político o moralmente correcto, juzgando según la ocasión, pero siempre movido el personal hipnotizado por el odio, producto de la envidia y el miedo que se opone a la iniciación, la que es una simple mentira para ellos, que lo saben con “razones de peso”, sin advertir que están siendo víctimas de una burla y que los autores –que algunos han llamado espíritus inmundos– se regodean en ello. Bien grueso. Veamos ahora el cuadro que publica en la página 273 de su tratado. (p. 347-348).

1. Kether: Corona Serafín Primer móvil
2. Cochma: Sabiduría Querubín Firmamento
3. Binah: Inteligencia Tronos Saturno
4. Gedula: Magnitud Dominaciones Júpiter
5. Geburath: Fortaleza Potestades Marte
6. Tiphereth: Hermosura Virtudes Sol
7. Nizah: Victoria Principados Venus
8. Hod: Honor Arcángeles Mercurio
9. Iesod: Fundamento Angeles Luna
10. Malcuth: Reino Orden Mundo animástico elemental

Jacob Böhme:

Entre las obras de este prolífico autor tenemos Aurora, Las Confesiones, Diálogos místicos y De signatura rerum, signos de la alquimia eterna. De ellas hay abundantes citas en este libro, incluyendo además varios de sus grabados que Gichtel, quien bebió abundantemente en su obra, realizó en cobre. En su libro Confesiones, que nos llega como agua pura, dice:

En esta búsqueda, en este ávido y cristiano deseo (por el que padecí muchas repulsas, si bien al fin resolví arriesgarme antes que renunciar), se me abrió la Puerta, y en un cuarto de hora vi y supe más que si hubiera estado muchos años en una Universidad, cosa que admiré sobremanera y por la que di gracias a Dios. (…)

Lo veía como una gran profundidad interior, pues había tenido una visión completa del Universo, como un complejo y completo impulso en el que todas las cosas están guardadas y arropadas; pero me era imposible explicarlo.

Esto no obstante, me abrí a mí mismo, de cuando en cuando, como hace una planta tierna. Estuvo en mí durante unos doce años, como si estuviese creciendo. En mi interior tuve una poderosa instigación antes de poder sacarla en forma externa de escritura; pero escribí con el principio externo de mi mente cuanto pude comprender.

Después, no obstante, el sol me alumbró por un buen espacio de tiempo, pero no constantemente, ya que a veces el astro se escondía y entonces no conocía ni entendía muy bien mi tarea. El hombre debe confesar que sus conocimientos no son suyos sino que proceden de Dios, quien manifiesta las Ideas de Sabiduría al alma, en la medida que a El le place. (p. 351).

Finaliza el capítulo con un apartado dedicado a la Kabbala Denudata, antología cabalística de Christian von Rosenroth (1636-1689). Este autor,

Fue reputado entre muchos cristianos como la más alta autoridad en materia de Cábala y su obra traducida al inglés y al francés entre otras lenguas modernas ha sido fundamental para el contacto de los occidentales no judíos con la Cábala hasta el final del siglo XIX. E incluso en todo el XX.

Cumple así este tratado antológico con la triple misión; de primero: difundir la doctrina, segundo: testimoniarla, es decir, participar en ella y tercero ser finalmente el mismo Ser que habla y ve por uno, a través de uno, como si Dios fuese nuestra conciencia. Y todo por intermediación de estos fragmentos teúrgicos que debidamente estudiados y meditados serán una puerta abierta a los cristianos, pitagóricos o paganos (laicos); una intermediación para Occidente patrocinada por Henoch y Elías y bendecida por Hermes, como un pasaporte para ser el propio Verbo, nada menos que encarnar la energía de Metatron. (p. 377).

El Capítulo VI aborda el tema “Cábala y Alquimia”. Para comenzar nos aclara que la Alquimia no es de este o aquel pueblo sino que siendo universal pertenece a todos ellos, y por cierto también al judío en el que la han cultivado personajes como Tubalcaín, Moisés, Jacob, David, Salomón, Job, Isaías y también mujeres como Sara, Miriam la hermana de Moisés o la reina de Saba.

Al igual que en la Masonería términos y letras hebreas están muy presentes en la alquimia occidental, y muchos alquimistas de este periodo han sido cabalistas y también a la inversa, o mejor, encontramos muchos autores de los que sería difícil decir cuál de estas ciencias predomina en su obra pues están tan entrelazadas que es imposible separarlas. Aquí se da cuenta de muchos de ellos, de su vida y de sus obras, haciéndose presentes dichos autores con los que el lector liga a través de la guía extraordinaria que es este libro. Entre ellos:

Nicolás Flamel:

Y su Libro de las Figuras Jeroglíficas cuyo argumento trata de un extraño ejemplar que ha comprado en el que aparecen letras y figuras que quiere interpretar y conocer, a lo cual se dedica acompañado por su esposa Perrenelle. En su primer folio están escritas estas palabras:

Abraham el judío, príncipe, sacerdote levita, astrólogo y filósofo.
Al pueblo judío, por la ira de Dios dispersado en las calles. Salud. (p. 399).

Blaise de Vigenère:

Y su obra Tratado del Fuego y de la Sal, autor también conocido por sus crónicas, como por ejemplo la de la entrada en Mantua de Enrique III de Francia; bien interesante pues nos muestra que estos acontecimientos ponían en acción todo un conocimiento que en ocasiones especiales como esa, se plasmaba en una ceremonia que muy bien podemos calificar de mágico-hermética. Como muestra, decir que a la entrada del puente a través del cual Enrique III penetraba a la ciudad, había dos esculturas, una representando a Marte que extendía su espada hacia la otra figura que representaba al rey. Este puente terminaba en un arco triunfal que presidido por una estatua femenina representando a Francia estaba todo él ornado con motivos mitológicos en referencia al personaje al que se homenajea, y así continuaba el simbólico despliegue hasta llegar al castillo. Estas recepciones eran algo habitual en aquel tiempo, recordamos otra similar en México que realizara Sor Juana Inés de la Cruz, discípula de Athanasius Kircher, para recibir a un nuevo Virrey(175). Volviendo a Blaise de Vigenère otro de sus libros es Tratado de las Cifras, o Secretas maneras de escribir, donde el autor toma como referencia principal la lengua hebrea.

Heinrich Khunrath:

Es autor del conocido Anfiteatro de la Eterna Sabiduría, de donde hemos elegido uno de sus numerosos grabados que habla por sí solo y que reproducimos junto con el pie que le corresponde en La Cábala del Renacimiento.

En todos los autores presentes en este capítulo los grabados que acompañan a las obras son parte fundamental de las mismas, una manera de plasmar esa síntesis hermético-alquímica-cabalística, que todos ellos expresan y cuya lectura recomendamos vivamente pues queda una maravillada de su arte y su belleza. Queremos señalar que la Introducción a la Ciencia Sagrada, Programa Agartha, sintetiza todas estas artes y ciencias enlazando con las obras de nuestros antepasados renacentistas.

A continuación mencionaremos sólo de pasada al resto de autores presentes en este capítulo:

Steffan Michelspacher, Johann Daniel Mylius y ya en el
siglo XVII: Thomas Vaughan, Elías Ashmole, John Dee y Robert Fludd.

El Capítulo VII, “La Cábala en Francia”, nos presenta a:

Jacques Lefèvre D’Etaples:

Además de su labor como autor es de subrayar la que hizo como editor. En 1494 publicó por primera vez el Corpus Hermeticum en Francia. La Bibliotheca Philosophica Hermetica de Amsterdam le dedicó en 2004 una exposición bibliográfica, reconociéndole como “exponente francés del mundo renacentista del saber”.

Jean Thénaud:

Traductor de obras latinas, Thénaud fue el primero en escribir en francés un libro de Cábala. Citamos de su Tratado de las virtudes (obra pedagógica en cuatro partes: “El triunfo de la prudencia, el triunfo de la justicia, el triunfo de la fuerza y el triunfo de la templanza”), escrita para la educación de Francisco I de Francia y su hermana Margarita:

Conoce, si quieres y puedes, todos los misterios de la altitud de la tierra, la profundidad del mar, la elevación y altura de los cielos. Si no te conoces a ti mismo, te pareces a aquel que edifica sin fundamento de tal modo que, acabada la obra, sabe que ha construido una ruina y no un edificio. No es sabio quien no lo es por sí mismo. Para poseer la herencia del paraíso y la felicidad, ésta no se puede encontrar más cerca que en uno mismo. No te asombres si la posees en poca medida y si ahora no puedes alcanzar ese torrente de luz del que has gozado las chispas, pues has tomado mal el camino [que conduce a él]; éste procede de la fuente abismal e inconmensurable de luz fecunda y que es pariente de otra luz igual a ella que ilumina todo el mundo. ¿Cómo podrías poseer el conocimiento de Dios, que es la luz inaccesible, sin poseer el conocimiento de ti mismo?

Desciende, pues, hasta el centro de la tierra, sube al otro hemisferio y sucederá que conocerás. A partir del conocimiento de ti mismo alcanzarás la humildad; desde la humildad, la abyección; desde la abyección, el temor; desde el temor, el deseo; desde el deseo, el amor; y desde el amor, la caridad que es Dios en la luz, por el cual serás iluminado, deificado y abismado de tal modo que serás uno con él. (p. 508-509).

Guillaume Postel (1510-1581):

Políglota, viajero (parte a Oriente en dos ocasiones en busca de manuscritos antiguos) y sobre todo conocido por sus visiones proféticas y sus experiencias espirituales. Se habla en este acápite de Caín, de su origen y función, en relación con la ascendencia suprahumana y la misión espiritual restauradora que asumió Postel.(176)

Guy y Nicolás Le Fèvre de la Boderie:

Guy, discípulo de Postel, a su vez enseñó a su hermano Nicolás que era mucho más joven que él. Ambos fueron además de autores, traductores: una de las funciones, como se recuerda en el libro, atribuida a Hermes. Entre sus traducciones al francés de obras latinas y de otras lenguas, se encuentra la obra de Zorzi, De Harmonia Mundi, a la que Guy nos dice dedicó tres años de trabajo. También tres obras de Ficino, la Oración de Pico, los Himnos Orficos, etc. etc. Hay mucho que decir de su obra, y para introducirse a la misma nada mejor que la lectura de este libro, La Cábala del Renacimiento, que estamos reseñando; aquí nos hemos detenido en la función de ambos como traductores para destacar la importancia de esta labor en la transmisión del conocimiento.

Jacques Gaffarel:

Pueden ladrar cuanto quieran, como perros furiosos, cada vez que se encuentren frente a un secreto inaccesible a su entendimiento.

Pueden echar su rabia impotente sobre todo aquello que ignoran, sobre las verdades sublimes, profundas, divinas, a las que atacan. Se parecen a las cabras, siempre febriles, según la expresión de Varrón, que corrompen todo lo que tocan con su maloliente aliento. Nosotros, rechazando este veneno gracias a un antídoto celeste, remedio soberano, expondremos los Arcanos tal como los sabios nos los han transmitido, y hablaremos de estos misterios, pero con un lenguaje místico, para protegerlos.

¿A qué trabajo más noble, más justo, más útil para nuestra fe, podría consagrar mis esfuerzos, sino a éste, cuyo objetivo es hacer accesibles todos estos misterios relativos a la madera de vida, la revelación que según los cabalistas, fue hecha directamente por un ángel? (p. 557-558).

El Capítulo VIII: “La Cábala en España”, comienza subrayando el destacadísimo papel cultural, social, político, económico, o sea en todos los ámbitos, que desempeñaron los judíos en España durante siglos; en fin, fueron protagonistas conjuntamente con otros pueblos, de su historia. Importancia que la crónica oficial siempre ha ignorado, atribuyendo todos los méritos a católicos y musulmanes.

Lo cierto es que los judíos directa o indirecta, mediata o inmediatamente nos han conformado, no sólo porque podemos descender de su sangre, o no, sino por pertenecer a una misma cultura, desde el siglo XI y –con raíces en la noche histórica–, hasta el XVII donde siguen proyectándose sus ramas que se han prolongado muy menguadas hasta hoy. (p. 565).

También señala la labor de judíos y conversos en el descubrimiento de América y no sólo por su participación económica, sino por su apoyo a la empresa del Almirante al creer, por tradición, que existían hebreos en otras tierras: las diez tribus perdidas de Israel. Tanto Fray Luis de León como Arias Montano dan por cierta la filiación de los habitantes del Nuevo Mundo a estas tribus.

Por otro lado vemos esto en parte como un homenaje a aquellos españoles que por muchas razones, unas confesadas y otras no, fueron obligados a abandonar casa y patria. Recordemos que 1492, año del descubrimiento de América, fue también el de la expulsión de los judíos.

A continuación varios autores españoles del siglo XVI. En primer lugar Fray Luis de León y su pensamiento judeocristiano, neoplatónico, pitagórico, hermético y cabalístico. Se comienza hablando de su poesía de la que no podemos dejar de citar aunque sólo sea unos versos:

Vivir quiero conmigo; – gozar quiero del bien que debo al cielo, – a solas, sin testigo, – libre de amor, de celo, – de odio, de esperanza, de recelo. (p. 585).

Para pasar a hablar luego especialmente de su obra De los nombres de Cristo, escrita en forma de diálogo.

Pero no es fácil leer los Nombres Divinos y seguir al autor en un discurso ceñido, de malla apretada. Su devoción por momentos resulta incomprensible a menos que Jesús, el Cristo, fuera un personaje no histórico, sino un símbolo siempre vivo y permanente, un estado al que Jesús accede y a través de él, de la encarnación de sus enseñanzas, podemos nosotros realizarnos como seres humanos y entes espirituales.(177) El Jesús histórico se convierte en Cristo, nombre griego que designa un estado del ser que también denota jerarquía y centralidad lo que equivaldría a Metatron en la Cábala hebrea asociado a Tifereth y al resplandeciente Hermes Solar ambos vivos (como Henoch, Elías y Eliseo), aunque desconocidos por la multitud. (p. 595).

Benito Arias Montano:

Poeta, anticuario, médico, cirujano, naturalista, bibliófilo, filólogo, políglota y hebraísta, un verdadero hombre del Renacimiento, fue conocido en toda Europa por su autoridad. Creó la Biblioteca del Escorial por encargo de Felipe II, asimismo se encargó de dirigir, escribir y publicar la edición de la famosa Biblia Políglota de Amberes, igualmente por encargo del patrocinador de la misma, Felipe II.

debe tenerse en cuenta una idea que habla por sí sola y que determinará su existencia: la Biblia es el libro de los libros y en ella todo está incluido, pasado, presente y futuro –idea de la cosmogonía judía que se hace extensiva al cristianismo– y por lo tanto la lengua en que están escritos esos textos no sólo es sagrada, sino el medio en que se ha comunicado Dios con los hombres, como ya hemos apuntado. (p. 598).

Teresa de Avila:

Muchas páginas se dedican a esta figura a la que los autores conocen muy bien y a la que se trata en el libro con todo respeto, señalando su gran altura en la escala humana, pero igualmente que la religión es el nivel en que se mueve Teresa de Jesús y al que entrega su vida.

Nadie más humano que Teresa de Ahumada, ése es el asunto, limitado en cuanto se desea lo suprahumano, lo que ni siquiera es luz o sonido, sino sólo la noche profunda, o esto tampoco; en todo caso no una negación de algo que es, sino el estado pre-larval de la Posibilidad Universal. Y esto es el En Sof cabalístico, la presencia abrumadora e inmodificable de lo no-finito. Y esa característica crea una forma de ver completamente opuesta a lo religioso, ya que la imagen de la deidad no es afirmativa, o la afirmación de la deidad no es destacada, sino su origen increado. Como se puede apreciar, una perspectiva otra. (p. 617).

Muchas cosas se dicen en este apartado, hablando de la diferencia entre el enfoque religioso y la perspectiva metafísica, que son muy clarificadoras y que nos quedamos con las ganas de incluir aquí. Acaba este acápite extraordinario con estas palabras:

Todo nuestro homenaje a Teresa de Ahumada, rogando al Altísimo nos provea con su celo ejemplar, y ponernos como ella bajo la protección del profeta Elías –Eliseo incluido, que fueron arrebatados al cielo y allí están vivos–, como también lo hacían los alquimistas de la época que lo conocían como Elías-Artista.

Como vemos, por razones cíclicas, el sabio ha sido reemplazado por el santo. (p. 635).

Juan de la Cruz:

Al igual que Teresa es descendiente de conversos. Hombre de letras, graduado en Salamanca y un creador de nuestra lengua que surge en su mayor esplendor en este periodo. En cuanto a la doctrina es hijo de Teresa, y como ella de Avila. Tras varias citas de sus Diálogos de Amor entre Esposo y Esposa se dice:

Como puede apreciarse el erotismo divino y la cópula y lujuria sagrada simbolizan y se encarnan como formas arquetípicas de la cosmogonía cargadas de múltiples significados teúrgicos. (p. 640).

Y después de algunas de su Noche Oscura:

Se puede ver en estos textos el desarrollo de un esquema: el cazador que logra su presa después de sus angustias y ayes y se enfrenta con la perspectiva de perderla nuevamente. Es decir se desea –se encuentra– se pierde: el deseo se renueva. La unión es siempre sucesiva y circular, no tiende a la salida del plano por la espiral. Se conforma con un nivel alto, tal cual puede precisarse por estos poemas, aunque insuficiente desde la perspectiva metafísica. Donde todo aún es más sutil, transparente, y permanece como un estado despojado, silencio polidimensional perennemente coagulado en luz por la síntesis alquímica. (p. 644).

León Hebreo:

“Un extraordinario escritor de una obra tan bella como verdadera”, merece ser destacado especialmente por sus Diálogos de Amor, obra que se cree fue escrita en castellano y a la que dedica uno de sus acápites Las Utopías Renacentistas, esoterismo y símbolo, que vimos en el capítulo anterior.

Vivió en muchos lugares, pues le tocó emigrar continuamente, y en ellos fue difundiendo la Cábala y su platonismo influenciado por Ficino y Pico.

Las citas de estos diálogos(178), muy bien introducidas y comentadas en este libro que estamos reseñando, son de una belleza y profundidad extraordinaria, aquí tenemos que limitarnos a incluir una de ellas perteneciente al tercer Diálogo, “Del origen del Amor”, donde se menciona el “beso de la muerte” propio de la Cábala.

SOFÍA. ¿Sería posible que en tales contemplaciones se elevase tanto el alma hasta el punto de arrebatar consigo también el vínculo de la vida?

FILÓN. El deseo podría ser tan penetrante y tan íntima la contemplación que el alma llegara a separarse y a liberarse por completo del cuerpo, disolviéndose los espíritus por la fuerte y estrecha unión; de modo que, aprisionándose el alma afectuosamente en el deseado y contemplado objeto, muy pronto podría abandonar el cuerpo completamente exánime.

SOFÍA. Dulce sería esa muerte.

FILÓN. Así ha sido la muerte de nuestros bienaventurados, que abandonaron el cuerpo al contemplar con sumo deseo la belleza divina y al haberse transformado toda su alma en ella. Por esto la Sagrada Escritura, cuando habla de la muerte de los dos santos pastores Moisés y Arón, dice que murieron por boca de Dios, y los sabios expresan metafóricamente que murieron besando la divinidad, es decir, raptados por la amorosa contemplación y unión divina, tal como has oído. (p. 651).

Abraham Cohen de Herrera:

Estudioso de la Tradición Platónica en la versión renacentista, al igual que León Hebreo, y ambos autores renovadores en su tiempo de la Cábala y continuadores del mensaje Hermético.

Puerta del Cielo (…) es el tratado más claro y sintético de Cábala de su época, que aúna conocimientos que forman parte de la tradición hebrea, y la griega y la cristiana y conforman según llevamos dicho el esoterismo que en el Renacimiento llamaban Hermetismo, propio de Occidente, con el agregado de la cultura de los autóctonos y el Islam, tan importante como emisario. Pero en nuestro caso el emisario es Cohen y su extraordinaria obra oscurecida, si no negada por ambas religiones y literaturas. Puerta del Cielo es un compendio de Cábala, un libro judío sobre Cábala y su desarrollo sefirótico, es decir sobre Cosmogonía y Teosofía judías tradicionales y luriánicas en castellano y en relación con otras culturas, coincidencias que cree necesario manifestar en loor de Sophia, y que, como todos los esfuerzos de los fronterizos será destinado al fracaso y negado por ambas orillas, no sólo de judíos y cristianos, sino igualmente por las riberas opuestas de lo religioso y de lo metafísico. (p. 667).

Este texto trata temas tan importantes como: el rompimiento de los vasos, los cascos de luz y los keliphoth, el Tsim-Tsum y la restauración, En Sof, el orden de las diez sefiroth, Daat, o los canales por los que ellas se comunican.

Concluyendo, en esta edición –que agradecemos a Kenneth Krabbenhoft otra vez– puede apreciarse que Puerta del Cielo es una síntesis magistral de todo lo dicho y escrito sobre Cábala hasta su tiempo, y que pasa a ser la cristalización de un saber eterno que tenía en Herrera un escriba que permanece más allá de la sucesión temporal y su fortuna personal. (p. 675).

Finaliza el libro con un apéndice: “Nota sobre los Nombres divinos”, un índice de nombres y una relación de obras citadas en el texto.



NOTAS

(168) Federico González y Mireia Valls. Libros del Innombrable, Zaragoza 2006.

(169) Lawrence Fine, Physician of the Soul, Healer of the Cosmos, Isaac Luria and his Kabbalistic Fellowship, Stanford University Press, California, U.S.A., 2004.

(170) http://symbolos.com/anillo.htm

(171) https://www.ciclologia.com.

(172) https://www.simbolismoyalquimia.com.

(173) Federico González y Mireia Valls. mtm editores, Barcelona 2007.

(174) Ver en el capítulo anterior: Las Utopías Renacentistas, Esoterismo y Símbolo, donde también se habla de este autor.

(175) Ver la obra de Octavio Paz Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, editada por Seix Barral.

(176) “Es poco conocida aún por investigadores especializados la filiación directa de los iniciados herméticos y masónicos a su propia Tradición. Muchos de ellos conocen su origen cainita y la figura de Tubalcaín sin que sin embargo puedan fijar con claridad esta genealogía espiritual supracósmica y por lo tanto no humana. En efecto Caín no es hijo como Abel de Adán y Eva, sino del mensajero de la Luz, Eblis, o Lucifer en la tradición bíblica, que fecundó a aquélla; así Abel hijo de la pareja humana es fruto de la tierra, mientras que Caín es un ser espiritual nacido de la Luz y por lo tanto engendrado por los efluvios celestes y sin padre terrenal conocido. Como se ve claramente, la generación de Abel, que se corresponde por otra parte con el nomadismo, el tiempo y el pastoreo, es distinta a la de Caín, que se vincula con el espacio, la agricultura, el uso del intelecto de manera práctica en el sentido del dominio de la naturaleza, en especial en lo que toca al arte y la ciencia de la construcción. Bajo este aspecto, Caín es un hijo ‘contranatura’ con respecto a la ‘naturalidad’ propia de la especie representada por Abel. Siete Maestros Masones, La Logia Viva, ‘Eblis - Caín - Hermes - Hiram’. Obelisco, Barcelona 2006.”

(177) “Recordar de nuevo: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’. Juan 14, 6.”

(178) Se destaca la traducción que hizo el Inca Garcilaso de la Vega a estos Diálogos, publicada por la editorial Porrúa, México 1985.